Bomberos, una vida más allá de las llamas (PRIMERA PARTE)

Por Julio Torres

Para muchos pensar en ser bombero es una idea alocada, para otros puede ser impensable; pues arriesgar la vida día a día entre llamas infernales que arden a flor de piel, inhalar humo y vapores tóxicos que hacen sentir los pulmones quemados, y lidiar con accidentes que se encuentran a la vuelta de la esquina, no es fácil.

El caso de Víctor fue diferente, desafortunadamente le tocó atravesar por un mal momento al tener un percance con un familiar que murió en un accidente vial, motivo que lo llevó a enlistarse en el Heroico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México, corporación donde labora desde hace 10 años y en la que se desempeña como Bombero Segundo en la estación Central “Comandante Leonardo del Frago”, como guardia verde.

Al igual que Víctor, muchos nuevos “vulcanos” prueban sus aptitudes para integrarse a este gran equipo; sin embargo, sólo algunos lo logran, ya que para ingresar a esta institución, que es aún más vieja que el Ejército, con 129 años de historia, se deben de superar rígidas pruebas físicas y de conocimientos, ya que en esta profesión un mínimo error puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Para ser bombero se debe de tener una edad mínima de 18 años y una máxima de 30, realizar un examen de aptitudes y conocimientos, acreditar los cursos impartidos en la Academia de Bomberos, donde abordan clases prácticas y teóricas en diversos temas; y sobre todo, tener la camiseta puesta, con la motivación para ayudar a la ciudadanía en cualquier tipo de contingencia.

Como cada mañana, Víctor camina por los pasillos de la estación Central, donde se observan desde los apagafuegos novatos hasta los viejos lobos de mar que continúan sirviendo a la población. Los vulcanos más jóvenes se encargan de las labores donde la rapidez y la fuerza son factor clave, mientras los mayores realizan tareas que necesiten de experiencia y conocimiento, formando un equipo especializado en el que las aptitudes de cada uno sirvan para salvar la vida de miles de personas, así como de animales.

Para iniciar bien el día, Víctor se reúne en el comedor con sus compañeros, donde cada uno degusta de un desayuno balanceado que le ayudará a asumir los primeros retos de la mañana. Cada almuerzo, comida y cena que se prepara en la estación se apega de manera perfecta a la pirámide nutricional, proporcionando así una dieta balanceada a cada vulcano, lo que sin duda es de gran apoyo para mantener un cuerpo sano y listo para enfrentar cualquier eventualidad. En la estación, al igual que en todos los hogares mexicanos, se degusta el tradicional pan de dulce, mismo que es preparado dentro de sus instalaciones. En el lugar se hornean alrededor de dos mil piezas diarias, mismas que son distribuidas en las demás estaciones de bomberos de la capital.

Una vez terminado el desayuno comienza la incertidumbre laboral, pues a pesar de que no hay horarios para la atención de contingencias, cada uno de los cerca de dos mil bomberos que existen en la ciudad, quienes se dividen en tres guardias con 17 estaciones y dos módulos, se preparan para atender emergencias en horarios de 24 por 48 horas, lo que les ayuda a enfrentar de 120 a 400 siniestros que se registran a diario en esta caótica metrópoli.