Embrollo entre Ucrania y Rusia y los líos con la autoridad

 

«…La finalidad de la guerra es el homicidio…

…se conceden las mayores recompensas al que ha matado más gente...

Los soldados se reúnen como, por ejemplo, sucederá mañana, para matarse unos a otros.

Se matarán y se mutilarán decenas de miles de hombres y, después, se celebrarán misas de acción de gracias

porque se ha exterminado a mucha gente (cuyo número se suele exagerar),

y se proclamará la victoria creyendo que cuantos más hombres se ha matado, mayor es el mérito».

Guerra y Paz. León Tolstoi, escritor ruso.

 

Por Ricardo Córdova

El próximo libro de Yordi Rosado bien podría titularse “Quiúbole con Ucrania, Rusia y el mar Azóv”, texto en el cual el ex chómpiras de Adal Ramones podría explicarnos con peras y manzanas qué diablos está sucediendo en ese rinconcito del mundo.

Pero como el buen Yordi aún no se sienta a escribirlo, a continuación yo me apresto a dibujarles -a grandes rasgos- el panorama de lo que está pasando por acá. Lo hago tratando de ser muy sucinto y lo más imparcial posible.

Los hechos.

Desde el 25 de noviembre Ucrania y Rusia (con Crimea de telón de fondo) acaparan nuevamente la atención mundial. Sucedió que una flotilla militar ucraniana compuesta por 3 naves provenientes del puerto de Odessa y cuyo destino era el puerto de Mariúpol intentó atravesar el mar Azov (un mar interior del Mar Negro) por el estrecho de Kerch, mismo que separa las costas de Crimea del territorio continental de Rusia -el cual es vigilado / controlado por los rusos- para llegar a su destino.

Mapa del Mar Negro que muestra en detalle la zona de conflicto. 

En esas circunstancias, un guardacostas del servicio de guardafronteras de la Federación Rusa que interpretó que en su trayecto las naves ucranianas estaban invadiendo las aguas territoriales rusas, primero lanzó una advertencia para que las naves detuvieran su marcha e inmediatamente arremetió contra un remolcador ucraniano causándole daños en el motor así como abolladuras. Además, las naves ucranias también fueron tiroteadas con una ametralladora de grueso calibre provocando al menos seis heridos entre la tripulación.

Cabe mencionar que desde 2014 existe un sentimiento de inquina y desconfianza mutua: Crimea –hasta ese momento provincia de Ucrania- realizó una consulta para que sus ciudadanos decidieran si querían formar parte de la Federación Rusa (dicha consulta no es reconocida por Occidente), mientras que las provincias ucranianas de Lugansk y Donetsk se han declarado en rebeldía y se encuentran en estado de guerra con Ucrania desde 2014. Dichas regiones cuentan con el apoyo de Moscú y han expresado su deseo pasar a formar parte de la Federación Rusa.

Regresando al actual conflicto: cabe mencionar que existe un tratado bilateral de Cooperación para el uso del mar de Azov y el estrecho de Kerch firmado entre ambos países en 2003, el cual establece que los buques de Rusia y Ucrania, tanto mercantes como militares, “gozan de libre navegación” en la zona.

https://www.youtube.com/watch?v=3K3AGuh_gjU

Video en Youtube de Euronews en español

Sin embargo, después del conflicto de 2014 y tras la inauguración en mayo de este año del puente que une Crimea con el territorio continental ruso, este último país comenzó a controlar unilateralmente el tránsito de las naves ucranianas por el mar Azov argumentando criterios de seguridad.

Actualmente Rusia controla las dos orillas del estrecho de Kerch y considera como propias las aguas territoriales ucranianas en torno a la península de Crimea y que justamente son las que dan acceso al puerto de Mariúpol.

Al momento la tensión no ha ido sino increscendo: por un lado: Ucrania, a través de su presidente, Petro Proshenko declaró la Ley Marcial en los puntos más conflictivos de la frontera entre los dos países con una duración de 30 días a partir del 28 de noviembre y hasta el 26 de diciembre. El país se encuentra en un estado de tensión máxima previo a lo que parece ser un conflicto armado de gran envergadura, que sin embargo, en realidad nadie quiere que suceda.

Por su parte, Rusia a estas alturas mantiene capturados los barcos y ya ha enjuiciado y apresado a los 23 marineros ucranianos condenándolos a pasar hasta 2 meses en prisión, tras acusarlos de haber entrado ilegalmente en aguas territoriales rusas.

Asimismo, el gobierno de Putin acusa directamente al presidente Petro Poroshenko de haber organizado esa “provocación” en beneficio propio (Ucrania actualmente se encuentra en proceso electoral para elegir nuevo presidente. El actual presidente marcha 4º en las encuestas y tiene mínimas posibilidades de obtener una victoria que le permitiría reelegirse).

Y mientras las cosas se ponen al rojo vivo, los líderes europeos insisten en la importancia de rebajar la tensión entre ambos países. Por su parte Donal Trump declaró que “no le gusta la situación” y que está trabajando con los dirigentes europeos para encontrar la mejor solución posible.

Yo por mi parte, espero que el conflicto se resuelva pronto y de la mejor manera posible para ambos bandos y que la tensa situación que reina en el ambiente (hay mucho movimiento de aviones caza del ejército ruso volando sobre el cielo de Crimea) se rebaje por el bien de todos, pero sobre todo por el bienestar de la gente de a pie de ambos países, puesto que se cuentan por miles los que tienen familias y amigos de un lado y otro de la frontera y porque como siempre: resulta que la gente sencilla es la que al final termina pagando las consecuencias de los juegos de guerra de esos machos alfa, pelo en pecho, lomo plateado que están sentados en sus cómodos despachos de Moscú y Kiev.

Mientras tanto, acá chicos y grandes mantenemos los dedos cruzados para que la situación se normalice y que no pase de ser una demostración circense de poder para demostrarle al otro quién es el muchacho chicho de la película gacha.

El Presidente de Rusia Vladimir Putin y el Presidente de Ucrania Petro Poroshenko.

 

De autoridades y cosas menos amables.

Sirvan los párrafos previos de esta colaboración para evidenciar una cosa: con las autoridades rusas no se bromea. Si te lo advierten una vez…te la cumplen.

Yo recuerdo que una vez viajando de México a Rusia, en el aeropuerto de Sheremetievo, Moscú, haciendo fila para pasar el control de aduanas, un guardia me indicó que pasara y me revisara el pasaporte y la visa; cuando llegué con él y después de un trayecto de más de veinticinco horas, le entregué mis documentos y osé poner mi codo en el descanso de la ventanilla de control…¡Mala idea! Más tardé en apoyarme que en recibir tremendo grito de un güero que tenía cara de no haber comida All-bran en varias semanas y que bramó tan fuerte que creo que hasta el piloto del avión que iba despegando por la pista número dos lo escuchó: “¡Baja inmediatamente tu codo, tú actitud me resulta amenazante!”.

No me vi, pero me figuro que puse cara de Jojo-Jorge Falcón cuando imita a su suegra, porque más que amenazante yo estaba espantado. La verdad es que me visualicé cumpliendo mi amarga condena en el gélido gulag siberiano.

El comediante mexicano Jojo Jorge Falcón.

Afortunadamente no pasó a mayores y pude entrar al país, aunque con el orgullo magullado.

Un ejemplo más: ante las históricamente célebres conductas negativas que algunos mexicanos han mostrado en las Copas del Mundo, la Secretaría de Relaciones Exteriores de México tuvo que emitir una serie de recomendaciones a los aficionados que iban a asistir a Rusia 2018 invitándolos a acatar las normas del país sede, puesto que las leyes acá se aplican sin excepciones y con mucha severidad.

Aficionados mexicanos en la ciudad de Moscú durante la Copa del Mundo de Fútbol Rusia 2018.

No me grite.

Y es que yo no sé a ustedes, pero a mí no me gusta que me griten. Definitivamente es algo que me altera, me violenta. Me pone mal. Y resulta ser que en mi experiencia, la mayoría de los gritos en público que he recibido han provenido de personajes asociados con la ley y el orden: policías, agentes en las aduanas, soldados, etc…

“¡Hágase para atrás!”; “¡Ya le dije que no pase esta línea!”; “¡Deténgase!” “¡No se me acerque!” Son frases que en voz de los uniformados sencillamente me paralizan.

Y es precisamente para evitar la incomodidad que me genera la amonestación verbal, que suelo hacer hasta lo imposible por respetar las normas sociales: ser obediente, seguir las reglas y respetar las normas.

Más de tratar de mantener un comportamiento modélico por convencimiento, yo lo que no quiero es en meterme en situaciones en las que me puedan gritar. Mejor hago caso y sigo las reglas, que además tampoco es tan difícil.

Lo anterior viene a cuento después de ver un video en Internet en donde un furioso automovilista entabla una discusión con una mujer policía, de repente la situación se sale de control y en un momento determinado él la golpea, la tira al piso y emprende la huida; en el proceso inclusive le avienta el carro con la posibilidad de lastimarla aún más.

¿Qué motivó esa situación? Según entiendo: vitar que le pusieran “la araña” inmovilizadora de autos.

La verdad es que desconozco si era justa o injusta la sanción que pretendían imponerle, pero lo que me espanta es el desprecio que el hombre tiene hacia la autoridad más allá del género del agente de tránsito (representada en este caso particular por la mujer policía) pero además, me horroriza que el individuo en cuestión haya podido huir sin consecuencias del lugar de los hechos. ¿Por incompetencia? ¿Por indolencia de los espectadores? ¿Quién es más culpable: la autoridad o el sociópata que está incapacitado para respetar las normas sociales?

¿Se imaginan ustedes a un camarada poniéndose locochón con un miembro de la Полиция rusa? ¡Ni en drogas! Y no es que el camarada poli sea más güero que los demás, ni que esté menos panzón o más alto. Ni qué decir de si tiene cara de pocos amigos.

полиция: policía en ruso. Un uniformado y su patrulla. 

Hasta donde yo he podido apreciar, acá los ciudadanos tienen una relación de mucho más respeto que nosotros hacia las autoridades (se le llama miedo, en realidad), tal vez porque de antemano saben que ésta sí  van a actuar y que lo va a hacer de forma tajante, contundente e intransigente; nada de que cómo le hacemos oficial o écheme la mano. Nel. Si te apañan, te apañan.

Es precisamente para protegerse del abuso de la autoridad (en este caso la policía) que un 99% de los automóviles rusos cuentan con cámaras montadas en los tableros, cuya función es ir grabando los pormenores de los recorridos que hacen y que en un momento determinado las imágenes sirvan de evidencia constante y sonante en caso de que la policía los detenga para imponerles una sospechosa infracción.

Además, las DaschCams (así les llaman a las cámaras montadas en los autos) también se utilizan para protegerse en caso de accidente, pues muestra a las aseguradoras cómo sucedieron las cosas de manera medianamente imparcial, en caso de que se suceda un accidente vial, evitando en gran medida el mexicanísimo: “tu palabra contra la mía” o “cada quien su golpe”.

 

No hay borracho que coma lumbre.

Ya les he platicado en colaboraciones anteriores del entrañable amor que sienten la gran mayoría de los rusos por la bebida, pero también quiero decirles que no conozco ¡Ningún borracho que coma lumbre!, es decir: sí, a los rusos les re encanta echarse sus quiebres, pero si van a conducir, entonces hacen de tripas corazón y se aguantan: no beben por una cuestión muy simple: si los llega a atorar la tira conduciendo beodos, además de que les quitan la licencia, pueden ir a parar directito y sin escalas a la prisión menos fifi de la comarca.

Ya sé, ya sé: hay miles de razones para que se dé la falta de respeto y confianza que tenemos los ciudadanos mexicanos hacia nuestras autoridades: la poca capacitación de los elementos; que no hay policías por vocación sino porque no había otra cosa; la corrupción y el abuso de autoridad inherentes al puesto y hasta temas que de plano rayan en clasismo y racismo: que si la complexión, la tez humilde, que son feos, etc… A lo mejor me estoy malviajando, pero yo creo que los policías mexicanos tampoco se la creen; no sienten que la gente los deba respetar ni se empoderan. Y entonces tenemos un desastroso círculo vicioso del tipo ¿qué fue primero: el huevo o la gallina?

Por supuesto que todos preferiríamos una policía con los estándares de Scotland Yard o la Real Policía Montada de Canadá, pero lo cierto es que no la tenemos y mientras no hagamos nada entre todos, tampoco la vamos a tener.

Real Policía Montada de Canadá durante un desfile. 

Nuestra policía es la que tenemos y aunque lejos del ideal, igual tendríamos que respetarla, porque así como existe ese video que previamente les comenté, hay evidencia de que muchísimas personas no solo no tienen el más mínimo respeto por los policías o por las autoridades (cualquiera que estás sean), sino que inclusive sienten un profundo desprecio por ellas.

A lo mejor yo ya estoy dando el rucazo y sueno anacrónico como mi abuelita, pero creo en la importancia de “estarse sosiego” bajo pena de recibir un correctivo por pretender saltarse las trancas.

Porque para nadie es un secreto que en México los ciudadanos tenemos una relación con las autoridades que péndula según las circunstancias: va desde la plena corrupción hasta la llana desconfianza pasando por el abuso de autoridad. Y es que sin querer generalizar, pero en nuestros usos y costumbres (hablo a nivel colectivo) no está muy bien inculcado el tema del respeto a las autoridades: el que encuentra atajos es un “vivo” y el que sigue las leyes es un “lenteja”.

Yo creo que es necesario plantearnos seriamente (sin sesgo partidista de ningún tipo) un nuevo pacto social entre ciudadanos y Estado, el cual deberá tener como base la confianza mutua y la certeza de que cada quien asumirá con responsabilidad, dignidad y honorabilidad el rol que a cada uno le corresponde en el desempeño de nuestros compromisos públicos o sociales.

Yo no soy fan del autoritarismo, pero puestos a elegir prefiero una autoridad  consciente de la importancia de su papel en la sociedad y que a pesar de los pesares honre su uniforme y haga cumplir la ley, que una policía laxa, que se haga de la vista gorda y que se la lleva chichamente por la vida, a la cual nadie respeta y que además fomenta la corrupción y que permita los ciudadanos sigamos jugando eternamente el juego de la simulación.

Porque pienso que al respetar las normas sociales estaremos sentando las bases para comenzar a construir una sociedad más justa, más equitativa. Porque no es por intrigar pero el gandalla es gandalla porque aprendió que puede serlo y rara vez recibe una amonestación. No obstante yo apuesto por la idea de que un cambio de actitud es posible…porque nos guste o no, el respeto a las leyes y a la autoridad es necesaria para regular que se cumplan las reglas que permiten la convivencia armoniosa de las personas en la sociedad.

 

Y yo no digo que los rusos estén en la cima de la civilización y que son mejores que nosotros, pero sí estoy convencido de que podemos tomar lo mejor de otras culturas y países para enriquecernos como sociedad y hacernos mejores personas. Bueno…me gusta creer en ello y que es tiempo de ponernos manos a la obra.