Abraham Boba, de León Benavente, en el mejor grupo con el peor nombre

Por Carlos Meraz

León Benavente es posiblemente el mejor grupo en la actual escena española, pero, sin duda alguna, con el peor nombre del planeta. Su cantante y tecladista, Abraham Boba, no puede contener una carcajada ante tal conjetura y acepta que el nombre quizá no los define, pero sí sus elaboradas letras y eclécticos sonidos.

El cuarteto musical con integrantes de diferentes latitudes de España: un asturiano en la guitarra eléctrica (Luis Rodríguez), un aragonés en el bajo (Eduardo Baos), un murciano en la batería (César Verdú) y un gallego en la voz y sintetizadores (Boba, seudónimo que usa David Cobas) tomó de la autovía entre León y Benavente, ese enclave en medio de la nada, el título para describir un todo sónico, compuesto de krautrock, pop sicodélico, rock de autor y folk.

Estos cuatro monos, como se llama el tema que abre su actual disco, no son leones, pero saben rugir y la prueba son sus potentes actuaciones en directo, con una maquinaria bien aceitada y revolucionada en escena; aunque llevan mucho kilometraje recorrido en la música en alineaciones previas —Boba y Rodríguez, con Nacho Vegas; Baos, en Tachenko y Verdú, en Swartz— juntos logran sonar como si fuesen unos chavales con hambre de comerse al mundo.

“Bueno, somos más jóvenes que los Rolling Stones... Creo que al final tiene que ver con la ilusión que pones en el trabajo y en el proyecto que llevas adelante. No forzamos nada, nos sale de forma natural”, advirtió Boba en entrevista vía Zoom desde Madrid.

Las elaboradas y cotidianas composiciones de Boba en León Benavente inevitablemente son para que “pienses demasiado”, en alusión a la letra de La canción del daño, que sentencia una demoledora frase acorde a estos inéditos e insólitos tiempos: Ya nadie que conoces está realmente bien / esto que nos han vendido no sabemos lo que es / quizá nunca ha existido, quizá sólo sea una broma. Y sí, en efecto, también es la canción del año.

Vamos a volvernos locos es el título de su tercer flipante álbum, que además es casi una suerte de declaración de principios de lo que son sus conciertos en la gira homónima al disco, cuya letra del primer sencillo, Como la piedra que flota, pregunta: ¿Acaso hay algo mejor? ¿existe algo mejor? La respuesta es contundente y sin derecho de réplica: Por ahora no.

“Nosotros tuvimos relativa suerte, teniendo en cuenta cómo se han desarrollado los acontecimientos, porque el disco salió en septiembre (de 2019) y desde entonces estuvimos tocando sin parar hasta marzo. De hecho estuvimos visitando México, siendo parte del Festival Coordenada en Guadalajara (el pasado 19 de octubre en la explanada del Estadio Akron). 

“Hicimos como 60 o 70 conciertos, lo que era la gira de salas pudimos hacerla completa y fue todo un éxito con el público. En ese momento dulce también estábamos esperando los grandes festivales de verano, donde íbamos a presentar otro espectáculo, con algo más adecuado a públicos más amplios, y llegó esto de la pandemia y tuvimos que frenar.

“En verano estuvimos haciendo algunos conciertos, con esto que aquí llaman ‘nueva normalidad’, es decir, con aforos reducidos, y tuvimos la suerte de poder hacer 12 o 13 conciertos este verano, que eran extraños pero tenían un punto de emoción, porque la gente llevaba mucho tiempo sin acercarse a un espectáculo musical, y se nota que lo agradecían; a pesar de que no es el contexto para un concierto de rock, desde luego. Por ahora estamos a la expectativa y componiendo mucho, pero somos poco complacientes con nuestro trabajo, ya que podemos hacer muchas canciones, pero al final las que pasan la criba son las que aparecerán en el futuro disco”, afirmó.

PIENSAS DEMASIADO...

En un ejercicio de ping pong periodístico, Abraham Boba participa en un retrato hablado donde cada respuesta describe al ser humano detrás del personaje, en una suerte de charla de diván, a través del cuestionario de Proust, en una conversación diferente con un músico ídem.

—¿Con qué personaje de la historia te identificas?

— No lo sé si me identifico con alguno, pero es verdad que una de mis guías y quizá la que hace que yo pueda tener esta conversación contigo es el cantautor canadiense Leonard Cohen.

— ¿A quién te hubiera gustado conocer?

— Bueno, a Leonard Cohen, desde luego, y también me habría gustado conocer al cantante francés Serge Gainsbourg y también a un escritor americano que se llama James Baldwin.

— ¿Qué maestro te hubiera gustado que te diera clases?

— Clases de piano con Glenn Gould.

— Si no hubieras sido hombre, ¿qué mujer te hubiera gustado ser?

— Patti Smith siempre me ha parecido una mujer increíble y también hay una poeta canadiense, Anne Carson, quien me parece una persona fascinante.

— ¿Si pudieras elegir en quién reencarnar a quién escogerías?

— Creo que en mi mismo.

— ¿A quién le pedirías un autógrafo?

— No soy nada mitómano ni de pedir autógrafos, pero el último que pedí, para que me firmase un disco, fue a una rapera británica Kate Tempest, que ahora ha cambiado de sexo y se llama Kae Tempest, a quien vi un concierto en Estados Unidos en una sala muy pequeña.

— ¿Qué personaje del Mago de Oz serías?

— Muchas veces me han llamado León por confusión, pero quizá sería el hombre de hojalata.

— ¿Quiénes son tus héroes en la vida real?

— Héroes, no lo sé, pero sí conozco personas inspiradoras, que son anónimas muchas de ellas.

— ¿Qué fotografía o imagen nunca colgarías en tu sala?

— Ninguna de cualquier dictador.

— ¿Qué canción ajena te hubiese fascinado dar a conocer?

— Esta pregunta se la hice una vez a Nacho Vegas, tras un concierto y recuerdo que no supo decirme cuál. A él le dije que yo sí lo tenía claro y es Perfect day, de Lou Reed, una gran canción que encierra muchas canciones.

— ¿Con quién nunca trabajarías ni aunque te pagaran triple?

— Con (el cantante pop) Melendi nunca trabajaría, por ejemplo.

— ¿Qué canción crees que al escucharla varias veces puede ser equivalente a una tortura?

Hay una canción que no me gusta nada y es la canción más famosa de Antonio Flores, el hijo de Lola Flores. La producción me genera un tipo de tristeza que no me gusta nada.

— ¿Qué canción te genera inevitablemente el deseo de bailar?

— Con muchas canciones de James Brown me pasa eso y con casi todo el repertorio de LCD Soundsystem, porque recicla de una forma única 40 años de un determinado tipo de música.

— Si tuvieses libre albedrío y presupuesto ilimitado para armar tu dream team band, ¿a quién reclutarías?

— Siempre que he visto a Nick Cave con Bad Seeds, pero, sobre todo, en la época en la que estaban Blixa Bargeld (guitarrista) y Warren Ellis (pianista).

— Si tuvieras el DeLorean de Volver al Futuro, ¿irías al pasado o al futuro?

—  Me habría gustado conocer el París de los años 20, con todo el movimiento surrealista y me habría gustado ver en directo todo lo loco que estaban.

— ¿Cuál es tu mayor extravagancia?

— Soy maniático y perfeccionista.

— ¿Qué es lo que menos te gusta de tu aspecto físico?

— Mido poco, pero siempre me ha dado igual. No hay nada que me disguste. Creo que yo me fijo más en mis defectos que no son físicos.

— ¿Qué hábito ajeno no soportas?

— Me molesta bastante la gente que habla muy alto o que pone el teléfono móvil a todo volumen sin auriculares.

— ¿De qué palabra abusas?

— Hay temporadas en las que uno siempre acaba usando coletillas y posiblemente en esta conversación lo este haciendo. “En fin” es una expresión que uso bastante.

— ¿Qué platillo comerías antes de ser fusilado?

— Varios mariscos de las ollas gallegas.

— ¿Cuál ha sido tu concierto favorito?

— Hay muchos propios y uno en el Teatro Metropólitan con Nacho Vegas, y concierto ajeno que no he podido olvidar es uno del pianista Ryūichi Sakamoto con un músico de electrónica Alva Noto.

— ¿De qué canción tuya con León Benavente te sientes más orgulloso?

— Yo más que como una estrella del rock, me veo como un escritor de canciones. Creo que sería Ser brigada, del primer disco de León Benavente, es una canción fundamental y que abrió muchos caminos y que para mí tendrá vigencia toda mi vida.

— ¿Cuál es tu placer culpable en la música?

Seguro, hay megahits muy comerciales que me encantan, como la de I follow rivers, de Lykke Li; al igual que Voyage, voyage, de Desireless; hay un grupo catalán, que se llama Hidrogenesse, que hacen una música alejada de la que me gusta, pero es uno de los proyectos de aquí de los que más me gustan.

— ¿Qué canciones propias y ajenas describen tu personalidad?

— Propias, supongo que todas, porque las escribo yo y al final parten de una visión propia.

Canciones ajenas no sabría decirte, pero seguro volvería a alguna de Leonard Cohen, quizá las de un disco bastante denostado que hizo con Phil Spector, Death of a ladies’ man; también la música de Michael Nyman, que me transporta a lugares bastantes difíciles de describir.

— ¿Quién es el mejor actor del mundo?

— Harvey Keitel.

— ¿Qué película marcó tu vida?

— La dolce vita, de 1960, y 8 1/2, de 1963, ambas de Federico Fellini.

— ¿Cuál fue el último libro que leíste?

— Sobre mi cabeza (Just above my head), de James Baldwin.

— ¿A qué político le darías un pastelazo?

— De los de España, prácticamente a todos, se salvan muy pocos.

— Si fueras presidente de España, ¿cuál sería tu gabinete ideal?

— No lo sé. Lo único que sí te podría decir es que el ministro de cultura fuese Santiago Auserón (otrora vocalista del grupo Radio Futura).

— ¿Ante qué personaje que coincidieras en la calle optarías por cambiar de acera?

— No lo sé, se me vienen a la mente otra vez políticos.

— ¿Cuál es tu máxima favorita?

— “Quisiera no pensar en nada, quisiera no pensar en nada, pero no puedo”, de Rafael Berrio, un compositor vasco fallecido en marzo pasado, de los mejores escritores de canciones de este país.

— ¿Qué estarías haciendo si el dinero no importara?

— Posiblemente lo mismo que hago ahora.

— ¿De qué te arrepientes?

— El arrepentimiento... he pensado en él a la hora de tomar decisiones, pero es un sentimiento que no arregla nada, sino todo lo contrario, pues hay que errar muchas veces para poder llegar a donde lo deseas.

— ¿Cuál es tu idea de la felicidad perfecta?

— Es difícil, sino imposible, encontrar la felicidad plena.

— En la última cena de tu vida, ¿quiénes serían tus 12 hipotéticos invitados?

— Mi familia y mis amigos, no desearía a nadie más.

— Y como tú Judas, ¿quién sería el invitado?

— Eso no lo sabría hasta después de la cena, pero espero que nadie me traicione.

— ¿Qué diría tu epitafio?

— En la lápida que sólo tuviese un símbolo japonés, que sería el de la nada. Aunque yo prefiero que me incineren y me tiren al mar.

— ¿Qué opinas de un periodista?

— Más qué opinar sobre periodistas, yo lo que he visto después de muchos años es que las mejores entrevistas son las conversaciones. 

Ahí tiene que estar la maestría del periodista, en saber editar las preguntas comunes y generar un tipo de vínculo con el entrevistado, para que deje de ser entrevista y pase a ser una conversación.