Cuando salí de la Habana válgame Dios

Por Gerson Gómez Salas

Arriba de la aeronave el sigilo de las miradas cruzadas.

Cada uno de los pasajeros toma su asiento. Es todo un lujo viajar en avión. Solo unos pocos, los ejecutivos y las familias con capital constante, lo hacen para evitar la central de autobuses o la lentísima fórmula del regiomontano, el tren con salida de Monterrey a las 18 horas y llegada a las 9 de la mañana del día siguiente.

En el abordaje, no pasan desapercibidos un grupo de muchachos. Llegan dispersos. Hay algo en su ser incómodo y extraño. 

Los dos primeros minutos, al tomar el avión la pista en el ascenso, son los más impactantes, muchísimo, si es la primera ocasión. Truenan los motores al romper la velocidad del viento. Hasta subir donde el oxígeno es sumamente delgado y casi no existe fricción. Algunos, muy pocos, leen un libro. Casi la mayoría se distrae charlando o con una revista de chismorreo, de las notas de los artistas.

Tal vez por ello, no alcanzaron a distinguir las intenciones de los más jóvenes. Gran parte de la vida de ellos, en la clandestinidad, como acostumbran a llamar al pensamiento marxista. El trayecto del viaje a la Ciudad de México no es tan largo. Con prisa y nerviosismo, de los maletines de mano, cada uno extrae su arma y algunas granadas de fragmentación.

La lucha política es idílica. En el extremismo dispuesto a ofrendar la vida, de ser necesario, por llamar la atención de las autoridades y de los medios de comunicación.
Entre la confusión, el personal aéreo, las azafatas, distinguen la posibilidad real del zafarrancho o la explosión de la nave. Desatrancada la cabina de pilotos, les hacen saber el secuestro de la aeronave.

Con lujo de facilidad de palabra y de conciencia de clase, los piratas, pertenecientes a la Liga 23 de Septiembre, deciden regresar al puerto de partida. Usando el sistema de audio de la nave, les comunican a los pasajeros el plan.

-Todo saldrá bien si las autoridades y ustedes cooperan. Nos urge recuperar la libertad de nuestros compañeros. Algunos de ellos son presos políticos. Objetores de la burguesía y el capitalismo.

-No estamos en contra de ustedes. Sino de las desigualdades de oportunidades. Si nacieron en cuna de oro y con pañales de seda les corresponde pagar el impuesto revolucionario por su rescate.

Al tocar tierra en el Aeropuerto Internacional Mariano Escobedo, los esperaban la comitiva de patrullas de la policía judicial. Al mando del comandante más férreo. Mucho se ha escrito sobre los separos en las instalaciones. Sus métodos de tortura para los criminales. La predilección por los jóvenes. 

En la policía judicial no hay poder más absoluto con su sonrisa diabólica y la predilección por los cigarrillos raleigh. La maestría en la técnica de investigación preventiva incluye casos donde los testigos detenidos ingresan al Hospital Universitario con quemaduras en los genitales y explosión de testículos.

El gobernador y el secretario de gobierno negociaron con los secuestradores. Momentos de tensión  en cada una de las propuestas y las contrapropuestas. Por estar internados en el Topo Chico, en el área de presos políticos peligrosos, aun se les achacaba el intento de secuestro del mayor empresario de la zona norte del país.

Al llegar la van con el intercambio de pasajeros por los internos, colocaron la escalinata. Poco a poco descendieron los primeros. La muestra de buena fe.
Reconocieron desde la cabina de pilotos a Medellín. 

-¿Lo dejamos subir? Corrió el rumor entre los aeropiratas. Había sido ya expulsado del grupo. Incluso del PC.

-Ese cabrón es oreja de gobernación. Nos delató con los judiciales. No es camarada ni nada por el estilo. Es un cerdo. Si se sube aquí mero lo tronamos. 

El segundo contingente de pasajeros descendió. En la nueva negociación, desde la cabina, los antiguos compañeros le extendieron el derecho de admisión en la comunidad de los pares.

Mientras los primeros guerrilleros subieron al avión, Medellín fue apartado en la línea. Le colocaron de nuevo las esposas. 

-Vas para atrás mi chavo, a seguir mascando garrote en el Topo Chico. Lo cargó en vilo el comandante investigador. Aguántame tantito, cuando lleguemos vamos a darte una nueva calentadita, del comité de readmisiones.

-Ni tus compas te quisieron, ellos ya se van para Cuba con las muchachas, a tomar ron y bailar mambo todas las noches. A vivir en la isla de su utopía. A ti te quedan muchos años cabrón en Monterrey. Te vas a podrir en nuestro palacio negro.

Importante: Este contenido está redactado en sentido literario y es responsabilidad de quien lo escribe, no refleja la línea editorial del Diario de México