Daniel Habif: Un alma “inquebrantable”

Por Carlos Meraz

A los 37 años, Daniel Habif ha tocado el cielo y ha caído en el infierno, ha comido en “banquetes y banquetas”, ha ganado millones y se ha quedado sin un duro en el bolsillo. Su madre le enseñó a volar y su esposa lo guía para mantener los pies en el suelo. Es alguien que vive intensamente, sea con risas o lágrimas, que perfeccionó la mente, sanó el alma y pulió el espíritu para ser un referente aspiracional, la encarnación del “sí se puede”.

Su discurso es convincente, pasional y persuasivo como un uppercut al inconsciente, con una retórica tan certera como un cross al ego y un lenguaje no verbal tan natural como un jab para detonar la inspiración; un fajador entrenado para no claudicar antes de que suene la campana de los doce rounds. Un guerrero que en sus videos, con millones de reproducciones, sentencia: “Rodéate de gigantes, de gigantes espirituales y no de enanos mentales”.

Pero, sin duda, lo que más impacta de este self-made mazatleco —con barba de hipster-renacentista para ocultar su cara niño con expresión de Daniel El Travieso— en su faceta de conferencista, motivador o speaker, es la seguridad de sus palabras, la actitud de líder y un carisma para hacer de cada mensaje experiencias “inquebrantables”, como se titula su actual ponencia que ofrecerá, el 11 de septiembre en la Arena Monterrey y el 19 y 20 en el Teatro Metropólitan, en una gira por el interior de la República Mexicana, Estados Unidos, Centro y Sudamérica, con una abultada agenda como la de un rock star.

BRUTALMENTE INTENSO
“No soy ningún predicador, ni un coach, ni conferencista, definirme sería limitarme... Soy brutalmente intenso. Estoy súper conectado con mi parte femenina, sin ninguna duda, he sido educado por una mujer y llevo 18 años con mi esposa, son las dos columnas fundamentales de mi vida. Y digo columnas porque mi base es la espiritual, Dios... Me han roto el hocico, pero nadie me ha borrado la sonrisa, incluso sonreiría igual sin dientes.

“Yo no soy un tipo que exhorta a la gente a vivir en una felicidad de papel. Tampoco mis presentaciones son un culto a mi personalidad, ni un adoctrinamiento ni ando agarrando a bibliazos a nadie... Yo pongo a pelear las ideas, no los corazones.

— ¿Qué le dirías al que en el ascensor de la vida está en el penthouse y qué a quien está en el sótano?
— Creo que eso es el éxito (estar en esos dos). Yo lo defino como alpinistas y sherpas. Creo que el alpinista se enamora de la vista y por eso se muere en la cumbre y el sherpa (guía del Himalaya) ha subido tantas veces que dice: ¡Carajo ya la vi! Mejor voy por los que están abajo, porque todo mundo merece ver esto.

— ¿Fracasamos como humanidad?
— El único fracaso es el exitoso en lo equivocado, como los narcotraficantes, los dictadores o todos esos personajes que alcanzan cumbres, pero en realidad terminan en el peor fracaso del mundo, que es no haberse dedicado en lo que realmente les apasionaba.

— Ante tantas habilidades, ¿qué diría tu tarjeta de presentación?
— En construcción.

UN MENSAJE DE “ALTO VOLTAJE"

En un ejercicio de ping pong periodístico, Daniel Habif participa en un retrato hablado donde cada respuesta describe al ser humano detrás del personaje elocuente y gesticular, en una suerte de charla de diván sobre la receta de la vida que le enseñó su progenitora: “que lleva muchos ingredientes, pero sobre todo huevos”, a través del cuestionario de Proust, en una conversación diferente con una persona diferente.


— ¿Qué maestro te hubiera gustado que te diera clases?
— Jesús.
— Si no hubieras sido hombre, ¿qué mujer te hubiera gustado ser?
— Nina Simone o Sor Juana Inés de la Cruz.
— ¿Si pudieras elegir en quién reencarnar a quién escogerías?
— Pedro Calderón de la Barca o Francisco de Quevedo.
— ¿A quién le pedirías un autógrafo?
— Leonardo Da Vinci.
— ¿Quiénes son tus héroes en la vida real?
— Mi madre y mi padre, no crecí con él pero también su ausencia me educó.
— ¿Qué fotografía o imagen nunca colgarías en tu sala?
— La de Kevin Carter, del buitre con el niño en África. Pero sí la colgaría para recordar qué hay detrás de esa fotografía. Su autor se quitó la vida por esa imagen, por el juicio de otros, al no soportar que le llamaran: ¡Eres un miserable, por qué no salvaste la vida de ese niño! Pero en realidad el niño estaba a tres kilómetros de un centro de desnutrición de la Unicef... Vivió más tiempo que el fotógrafo.
— ¿Cuál es tu mayor extravagancia?
— Los relojes. Me apasiona todo el proceso que hay detrás para darte un segundo.
— ¿Cuál es tu pasatiempo?
— Estar con mi gatos: Polilla, Lucio, Luca, Rorri y Stevie, por Stevie Wonder, pues aunque no tiene ojos es el líder.
— ¿Qué es lo que menos te gusta de tu aspecto físico?
— Un lunar, al lado de la mejilla, al que llamo Miguel.
— ¿De qué palabra abusas?
— Carajo, coño y querido.
— ¿Cuál es la canción más motivacional que recomendarías?
— “La Cabalgata de las Valkirias”, de Richard Wagner.
— ¿Cuál película?
— “Sueños de Fuga”.
— ¿Qué libro te cambió la vida?
— “La Biblia” y “El Archipiélago Gulag”, de Aleksandr Solzhenitsyn.
— ¿A qué político le darías un pastelazo?
— A Nicolás Maduro, Daniel Ortega y a Juan Domingo Perón.
— Si fueras presidente de México, ¿cuál sería tu gabinete ideal?
— ¿Me estás dando carta abierta? ¿Qué maravilla! Churchill, Mandela, el pequeño bastardo Napoleón, José Antonio Meade, Alejandro Magno, Margaret Thatcher y en finanzas pondría al presidente de Singapur, Lee Kwan Yew, que sacó a su país no solamente de la pobreza sino del analfabetismo.
— ¿Cuál es tu máxima favorita?
— Lo que se fue no hace falta y lo que hace falta ya vendrá... Es de mi autoría.
— ¿Cuál consideras es la virtud más sobrevalorada?
— Sonreír.
— ¿Cuál es tu idea de la felicidad perfecta?
— No existe la felicidad perfecta, existe el contentamiento. Puedo estar contento todos los días, por supuesto que sí. Pero si tú no progresas no hay felicidad.
— En la última cena de tu vida, ¿quiénes serían tus 12 hipotéticos invitados?
— Mi esposa, mi madre, Jim Morrison, Leonardo Da Vinci, Winston Churchill, El rey David, Salomón, San Pablo, Walt Disney, Neil Armstrong, Charles Darwin y el malo o Judas sería el dictador camboyano Pol Pot.
— ¿Cómo te gustaría morir?
— Arriba de un escenario.
— ¿Qué diría tu epitafio?
— Aquí yacen un billón de abrazos.
— ¿Cuánto cuesta un boleto del Metro?
— ¿Ocho pesos?
— No, querido, vale cinco. Gracias por la entrevista, Daniel.