Espada de Dos Manos: El crimen de Fátima

Por Marcelo Fabián Monges / Escritor y periodista
 

Importante: Este contenido es responsabilidad de quien lo escribe, no refleja la línea editorial del Diario de México

La imagen de López Obrador con la cara pintada, con la leyenda “NI UNA MÁS”, pertenece a la artista mexicana Fariba, cuya cuenta de Twitter es “@lachilangart” Y que además escribió arriba de la foto: “Para no pintarle su puerta, entonces le pinté la cara.” Y además se lo copió a López Obrador.

Fátima era una niña de siete años, a la que el martes pasado la dejaron afuera del colegio Enrique Rébsamen, en Xochimilco, porque la madre todavía no había llegado a buscarla. Llegó una mujer y se la llevó, la secuestró, le sacaron los órganos y el sábado pasado su cuerpo apareció dentro de una bolsa de basura. Seis días después de su desaparición, después de que la niña apareció muerta sin sus órganos, después de la indignación generalizada que este crimen ha provocado, la Fiscalía de la Ciudad de México, difundió el video en el cual se puede ver cómo una mujer se lleva a Fátima, mientas va mirando hacia atrás permanentemente que nadie la siga.

A Fátima la secuestraron y le sacaron los órganos afirmaron familiares de la niña ante medios de comunicación. Después la tiraron en una bolsa de basura[1]. Para sacarle los órganos, obviamente con la intención de venderlos, hace falta toda una red de complicidades, que comienza con la secuestradora, involucra a médicos, alguna clínica, enfermeros o enfermeras, y al menos, entre otros, los compradores de órganos.

Pero a la barbarie que significa el crimen de Fátima, se le han ido sumando otras infamias.

Ernestina Godoy, Titular de la Fiscalía de la Ciudad de México, salió a decir que la madre de “Fátima no está bien de sus facultades mentales.” Una canallada de proporciones cósmicas. Si la madre de Fátima está bien o no de sus facultades mentales, o tiene un IQ de cien, o de dos, nada tiene que ver con la obligación de la Fiscalía a cargo de Ernestina Godoy de resolver el crimen,de hallar a todos los responsables y de meterlos a la cárcel. Pero a sabiendas de su inutilidad, Ernestina Godoy prefiere victimizar a las víctimas, culpar de algo que nada tiene que ver con el crimen de Fátima a su madre, para justificar que para comenzar durante seis días la Fiscalía a su cargo no hizo absolutamente nada para encontrar a Fátima.

Pero la noche de este miércoles la Fiscal de la Ciudad de México, salió a decir que a Fátima no le quitaron los órganos, que ese era el resultado final de la necropsia. Para creerle a Ernestina Godoy, cuando a la vez, desde la Fiscalía a su cargo, se daba a conocer un expediente del DIF de la Ciudad de México de 2015 donde se habla de maltrato y descuido en el entorno familiar. Está claro que la intención de Ernestina Godoy Fiscal de la Ciudad de México responde a las peores de las miserias, trata de culpar a la familia de la niña para tapar las ineficiencias de búsqueda de Fátima que no hicieron. La hermana de la menor asesinada declaró ante los medios de comunicación que cuando fue a denunciar la desaparición de Fátima le dijeron que debía esperar 72 horas, el eterno cuento para no tener que ponerse a trabajar.

La inutilidad de la Fiscalía de la Ciudad de México, a cargo de Ernestina Godoy no tiene nombre y es propia de un país africano, donde la justicia, con suerte, podrá ser facultad de alguno de los jerarcas de la tribu, sin que se tenga más esperanzas de que se llegue a ella de otra manera.

¿Y dónde están los defensores de derechos humanos de siempre, los que por años se han sentido dueños del tema de derechos humanos?, ¿Qué no se les ve exigir la renuncia de Ernestina Godoy o levantar la voz para exigir que desde la Fiscalía de la Ciudad de México no se revictimice a las víctimas?, como se está haciendo en este caso. Muchos de ellos callan como momias esperando que les caigan algunas migajas de la 4a Transformación.

Como si fuera poco, en su conferencia mañanera, el presidente López Obrador, cuando le preguntaron por el crimen de Fátima, culpó al neoliberalismo. Para peor de males, tenemos autoridades que no les importa el tema, no les interesa la vida de sus ciudadanos, y tampoco saben ni tienen voluntad de resolver problemas tan graves y serios como la inseguridad, las matanzas de niños y los crímenes de mujeres que continúan en aumento en todo el país.

Con López Obrador lo que ha llegado al gobierno es la deshumanización del país. No debería extrañarnos si no fuera porque es un asunto extremadamente grave. Tan grave, que no puede haber cosa peor que deshumanizar desde las instituciones a un país. Cuando digo que no debería extrañarnos, es simplemente porque López Obrador ha hecho desde que asumió el gobierno, todo lo contrario de lo que prometió, y hace todo lo contrario de lo que dice.Entonces, cuando se dice humanista, lo que se puede esperar de él son barbaridades como estas, como lo que respondió cuando le preguntaron por los feminicidios y dijo que no lo distrajeran del tema de la rifa del avión presidencial.

A las infamias vinculadas al crimen de Fátima, se suma la terrible negligencia de las maestras de su colegio, quienes la dejaron sola afuera en la calle, cuando la madre se demoró en buscarla. En un país donde la justicia funcione, a los directivos del colegio, como a las maestras que la dejaron sola y que con eso hicieron posible que Fátima fuera secuestrada, les fincarían responsabilidades penales, no administrativas, por medio de la SEP.c Tantos las maestras que la dejaron sola a Fátima como la dirección del colegio tiene una responsabilidad porque ellos tienen la obligación legal de cuidar a los niños. Los padres no le entregan a los niños para que quedan librados a la suerte, sino que están en el colegio bajo la responsabilidad del cuidado de quienes se encargan de su educación.  Pero en un país donde nunca hay responsables de nada, donde prevalece la cultura del “¿Y yo por qué?”, seguramente las maestras y los directivos del colegio sufrirán el repudio generalizado de los padres del colegio y de la sociedad, pero nada más.

Tenemos un presidente que está más preocupado por los delincuentes que por las víctimas. Las mujeres asesinadas no le importan, no le importó Fátima, ni le enerva su asesinato como lo demostró en la conferencia de prensa de este martes, a él lo que le preocupan son los delincuentes.

Cabe preguntarse qué clase de patología hace que un individuo tenga más empatía con los delincuentes que con las víctimas. Es digno de un buen ensayo de algún psiquiatra o psicólogo experto en el tema. Pero en el terreno práctico, lo que tenemos que concluir, es que como ciudadanos, un presidente así no nos sirve. No ha servido hasta ahora ni servirá López Obrador para resolver el problema de la inseguridad. No servirá alguien para resolver este enorme problema que tiene México, que como Comandante de las Fuerzas Armadas, siga prodigando abrazos y no balazos para los delincuentes, y tenga mucha más empatía con los delincuentes que con las víctimas.

El delincuente es alguien que ha decidido romper el pacto social, saltarse las leyes, el bien común, el hecho de trabajar dignamente para ganarse su vida, y ha cambiado esas normas de convivencia por el hecho de aprovecharse de otros, de robar, violar, asesinar, sin que le importen las leyes ni las normas que se da una sociedad para poder vivir civilizadamente. Tener más empatía por los delincuentes que pro el resto de los ciudadanos de bien, es algo profundamente enfermo.

Mientras López Obrador permanezca en el poder, estos problemas solo se agravarán. Los delincuentes tendrán todas las ventajas y beneficios a su favor, incluyendo la misericordia y la compasión presidencial, por encima de sus víctimas.

Como sociedad, por encima de los errores del presidente, o de la tragedia que significa que quien conduce a la sociedad tenga predilección por los delincuentes y no por las víctimas, debe llevarnos a buscar soluciones sin esperar que un día López Obrador cambie de parecer, que por su manera de ser, seguramente no lo hará nunca. Y esas soluciones están en organizarse, en exigir, en forzar al gobierno a brindar soluciones, a resolver los casos, o a obligarlos a renunciar.

La palabra renunciar, en México, una sociedad que aún padece el mito de la autoridad produce una especie de mareo en quienes la escuchan. Metafórico, pero mareo al fin. Algo así como un pequeño sismo personal. El temor ancestral al Tlatoani. La imagen del Tlatoani intocable aún permanece en muchos encumbrados personajes de la vida nacional, incluyendo algún director de un periódico importante que en estos días salió a pedir respeto por la “investidura presidencial”, pidiendo que a López Obrador ya no le digan ese apodo que se puso él solo.Algo que no parece caberle en la cabeza a los defensores del mito del Tlatoani. Sin embargo, cuando quien está al volante te va a conducir a un barranco, es mucho mejor sacarlo del volante y que maneje otro, al hecho de por no ser capaz de cuestionarlo, se terminen muriendo todos. 

En la Ciudad de Buenos Aires la noche del 30 de diciembre de 2004, un incendio en una disco que tenía por nombre Cromañón, donde esa noche tocaba la banda de rock Callejeros, provocó la muerte de 194 muertos y al menos 1432 heridos.

Esta tragedia hizo que las reiteradas movilizaciones terminaran produciendo la destitución del Jefe de Gobierno de la Ciudad en ese momento que era Aníbal Ibarra. Es que en la falta de medidas, hay responsabilidades. Y muchas veces esas responsabilidades también son políticas y deben llegar hasta los puestos más altos.

Lo mismo sería lo más conveniente para los habitantes de la Ciudad de México que sucediera con Claudia Sheinbaum. No se puede decir, pero Fátima era una sola, Fátima no son los 194 muertos de Cromañón. La magnitud de la barbarie basta. Una niña de siete años. Le sacan los órganos vitales. Y mientras tanto las autoridades de la Ciudad de México, como de costumbre, tienen toda clase de pretextos para trabajar, hasta que el asunto le explota en las manos.

En medio de tanto dolor, de tanta tragedia, que desde el gobierno de la 4aTransformación se esfuerzan en normalizar, para justificar su ineptitud y su inutilidad, como gobierno, surge una indignación ciudadana furibunda, en primer lugar encabezada por las mujeres, que protestan por los feminicidios, de los que las autoridades no se ocupan, y lo hacen más allá de la corrección política. Es que a estas alturas la corrección política ya es lo de menos. Cuando está en juego la vida, no puedes estar reparando en la corrección política. Y ahora se suma la indignación por el crimen de Fátima, de sus vecinos y de personas cercanas, que se solidarizan con su familia y exigen justicia.

Ojalá que frente al crimen y a la barbarie sepamos poner la indignación de moda. Ojalá que a cada respuesta ridícula y a cada excusa de las autoridades para cumplir con su trabajo como sociedad le sepamos responder con tal indignación, que se vean obligados a dejar de decir discursos, a brindar resultados, o a tener que renunciar.