Espada de Dos Manos: Se le derritió la máscara a López Obrador

Marcelo Fabián Monges/ Escritor y Periodista

 

Importante: Este contenido es responsabilidad de quien lo escribe, no refleja la línea editorial del Diario de México

 

Con el caso de la absolución a Manuel Bartlett se le derritió la máscara a López Obrador y su cuarta transformación. Lo peor de todo no es únicamente que ahora cualquier ciudadano pensante tiene perfectamente claro la farsa que es la 4a Transformación. Lo peor de todo son varias cosas. En primer lugar, el fin de la esperanza. La mayoría de los 30 millones de ciudadanos que votaron por López Obrador lo hicieron con la esperanza de que terminara con la corrupción. Lo que fue su principal bandera durante las sucesivas campañas electorales de López Obrador. La absolución a Manuel Bartlett, por su emporio inmobiliario, que ha puesto a nombre de su pareja sentimental y de sus hijos, y que no tendría legalmente cómo justificar de ser tenidos en cuenta todos juntos, ni su familia cómo explicar de dónde lo sacaron ni cómo fueron obtenidos, significa por un lado que López Obrador ha sido todo el tiempo un lobo disfrazado de oveja, es decir para el caso, que disfrazándose de un férreo combatiente anticorrupción, es más corrupto y más falso que sus predecesores.

Para analizarlo en este solo caso, porque hay muchos más sin duda, tantos como las mentiras cotidianas de López Obrador. La diferencia en el tamaño de la corrupción de López Obrador con Enrique Peña Nieto está en una casa, la “Casa Blanca” de Angélica Rivera, de la que Aristegui habló 60 días seguidos en MVS, algo que si no era por consigna directa de López Obrador, a través de Yeidckol Polevnsky, quienes se frecuentaban asiduamente, tendría que ser porque la periodista tomó el caso como una cuestión personal, y las 25 casas de Bartlett, y sus numerosas empresas no le producen para nada la misma indignación.

Cuando Virgilio Andrade decidió o se prestó para la exoneración del caso de la Casa Blanca, López Obrador lanzó su jauría enardecida para condenar hasta el infierno a los principales actores de esa obra. Hoy, una vez que Irma Eréndira Sandoval, titular de la Función Pública, un vulgar súbdito de Palacio Nacional, se prestó para lavar y bañar a Manuel Bartlett de sus actos de corrupción, la jauría de López Obrador es lanzada para apoyar la operación de encubrimiento y de lavado.

Acá son varias las cosas que asombran e indignan. Por un lado, el total cinismo de López Obrador de vestirse con la bandera anticorrupción, y a la primera de cambio, cobijar y encubrir a un corrupto que tiene el tamaño de los dinosaurios más grandes de la historia, por el simple hecho de que ahora pertenece a sus filas. Por otro lado, el total descaro de López Obrador, quien ante los cuestionamientos y la indignación, se muestra junto a Bartlett al día siguiente en una foto, comiendo juntos, acompañados de Rocío Nahle, y Santiago Nieto, “luego de pasar por la central eléctrica El Sauz”, de donde se fueron “a comer la barbacoa de Santiago de Palmillas”. Una foto que luego de la exoneración a Bartlett solo puede ser interpretada como que el personaje que la hizo pública, que es López Obrador, está diciendo: “la realidad es lo que yo digo y lo que yo decido y fuera de eso no hay ninguna otra realidad”.

Todo problema o toda situación va a depender de cómo una persona lo procese. El problema acá es justamente ese, cómo López Obrador procesa los acontecimientos y las decisiones. Desde que asumió el poder, López Obrador ha estado más preocupado en demostrar que es él quien manda, haciendo lo que le viene la gana, incluido sus caprichos más irracionales, en vez de implementar las soluciones necesarias para cada caso. Esto exactamente fue lo que hizo con el Aeropuerto de Texcoco. Contra todo cálculo, contra toda conveniencia a favor de México, canceló una obra a lo bruto, sin medir costos, beneficios, perjuicios para el país, y sin tener un plan real para sustituir ese aeropuerto. Aún en el presente la Sedena no ha podido mostrarle a la justicia un proyecto completo terminado para el Aeropuerto de Santa Lucía. Y mientras tomaba esta decisión, en donde por su capricho y para mostrar quien manda, lo cual habla del tamaño de sus complejos, tiró a la basura cintos de millones de dólares de todos los mexicanos, publicaba un videíto en donde se mostraba al lado de un libro que se titula ¿Quién manda? La decisión de exonerar a Bartlett, López Obrador la toma de la misma forma. Por encima de todo y de todos. Incluso del sentido común. Cree que ya no le afectan los costos políticos ni absolutamente nada, porque en el fondo ya se siente el Emperador que todo lo puede viviendo en el Palacio.

En realidad, López Obrador, quien se ha postulado siempre como un adalid anticorrupción, no es tonto, confía que todos los cuestionamientos, los costos políticos y demás obstáculos que puedan encontrarse en el camino electoral, podrán ser resarcidos por los 30 millones de votos cautivos que obtendrá con sus planes clientelares, con sus becas para ninis, sus apoyos a los adultos mayores, apoyos a familias huachicoleras, etc. En realidad, este plan de compra de votos es la mayor muestra de la profunda corrupción de López Obrador. Comprar votos es corrupción, se cansaron de denunciarlo ellos mismos, solo que ahora en vez de despensas, pantallas de televisión, lo que se reparte es dinero, y en vez de hacerlo como antes, con el dinero de los partidos políticos, o con el que estos “pudieran conseguir” de empresarios y demás, ahora se hace con dinero del Estado, proveniente de todos los contribuyentes.

Los casos de corrupción en el gobierno de López Obrador se cuentan por montones, y van desde los funcionarios que han sido nombrados sin tener capacidad para el cargo, que son la mayoría, incluidos los miembros del gabinete, hasta la Ley que pretende confiscarle las propiedades a cualquiera acusado de haber otorgado una factura falsa, aun antes de que exista una sentencia judicial firme en contra del acusado. Por supuesto que es corrupción quitarle los bienes a alguien antes de saber si es culpable o no. No solo es corrupción, es rapiña. La corrupción en el gobierno de López Obrador se puede ver en todos los ámbitos, y se verá también en las escuelas, con ese proyecto que se dispone a aprobar el Congreso de la Ciudad de México para que los niños y niñas puedan cambiar de sexo, algo que, visto desde el punto de vista jurídico, no es otra cosa que corrupción de menores.

Pero el caso de la exoneración, el bañado y el lavado de Manuel Bartlett, realizado por Irma Eréndira Sandoval, titular de la Secretaría de la Función Pública, la Virgilio Andrade del gobierno de la 4a Transformación, derritió todas las máscaras de líder que todos los días, desde todas las tribunas, en todos los poblados del país, y ahora todos los días desde el púlpito presidencial, se ha erigido como el dueño de la moral, el dueño de la razón, y el tiempo dirá de la suma de todos los errores.

La absolución a Bartlett también significa el fin de las esperanzas. Los mexicanos hoy saben que no habrá combate a la corrupción en todo este sexenio, sino todo lo contrario. También debemos saber que no habrá tampoco soluciones para el tema de la terrible inseguridad durante todo el mandato de López Obrador, porque en este terreno no tiene ninguna estrategia, y todo lo que sabe al respecto es hacerle al cuento, decir discursos, y pactar con los criminales. Alguien podrá decir, ehh ¿Cómo? Y es muy simple si siendo la autoridad no los persigues, es porque has pactado con ellos.

Lo terrible con el caso Bartlett no es solo que se le derritió la máscara a López Obrador, sino lo que se ve, como la verdadera cara. Lo que se ve es un ser cínico, burlesco, que se jacta de hacer lo que le de la gana, por encima de principios e instituciones y que además se dispone a destruir a cualquier adversario político o a cualquiera que quiera competir con él en el terreno electoral.

Lejos, muy lejos, está de ser López Obrador, el presidente que México necesitaba y necesita para terminar con la corrupción.

Desde el gobierno, para acompañar la absolución de Manuel Bartlett, han enviado a un enorme coro de funcionarios a hacer el ridículo, defendiendo lo indefendible, la actuación de Irma Eréndira Sandoval. Entre ellos, la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien escribió en su cuenta de twitter: “En la #CuartaTransformación de México, es prioridad la lucha contra la corrupción, @Irma_Sandoval, titular de SFP  es clave en este proceso por un México mejor”.

Y la titular de INN Mujeres Nadine Gasman, escribió en su cuenta de twitter: “La secretaria @Irma_Sandoval sustenta su trabajo en los valores de la 4 T. Cualquier desacreditación a su trabajo basadas en la misoginia, representan el tamaño del cambio que debemos impulsar para que la toma de decisiones de las mujeres no sea cuestionada desde el machismo”.

De este tuit debemos deducir que la 4 Transformación no tienen valores, en primer lugar. Porque si Irma Sandoval absolvió de toda corrupción a Manuel Bartlett basándose en los valores de la 4 T, es porque no tienen valores. En segundo lugar, la respuesta más sensata y moderada a la titular de Inmujeres se la dio el usuario de Twitter con una cuenta a la que le ha puesto el nombre de Juan T. Torres, cuya dirección es @juanTTorres9, le escribió, “la corrupción no tiene género”.

Acá la pregunta es, a estas funcionarias, ¿No les importa hacer el ridículo, con tal de vociferar hacia el mismo lado que les indica el patrón? O tal vez la pregunta debería ser ¿Tal es el despiste de la titular de Inmujeres, que no le importa desprestigiar a ese organismo y hacerlo quedar en ridículo, para cobijar y solapar a una Secretaría que está encubriendo a un corrupto por consigna?

Si el gobierno de López Obrador combatiera de verdad la corrupción, y tuviera principios, Bartlett estaría siendo enjuiciado, la titular de la Secretaría de la Función Pública ya habría sido destituida, y la titular de Inmujeres Nadine Gasman ya habría sido reemplazada por alguien sensato, o sensata, y habría pasado al olvido.

La absolución de Bartlett ha permitido también dejar claro quiénes son los periodistas chayoteros, pero del otro lado, vendidos a la 4 transformación, a los que no les importa la verdad, sino su círculo de complicidades, amistades y “benefactores”.

La absolución de Manuel Bartlett por parte del gobierno de López Obrador, es tan grave para la democracia mexicana, como lo ha sido el Culiacanazo para la seguridad nacional.

La descomposición institucional y social que significa la 4 Transformación de López Obrador para el país llega a todas las áreas, pasa por la vida pública y alcanza todo los rubros. Incluye la transformación de muchos indignados de antes contra los corruptos, que ahora, con el caso Bartlett, han pasado a ser defensores del corrupto y de sus encubridores. Va desde echarle la culpa permanentemente en todo a los demás, al estilo chavista, como en el caso de la inseguridad a los gobernadores, hasta la utilización de la cuenta de la @SFP para darle RT a los twi de apoyo a la secretaria Irma Eréndira Sandoval, encubridora de Manuel Bartlett. Como lo alertó la periodista y escritora Denisse Dresser desde su cuenta de twiter, al escribir: “Ojo: la cuenta de la @SFP_mx no debería ser utilizada para retuitear mensajes en defensa de su titular @Irma_Sandoval . Es una cuenta institucional del Estado mexicano, no una cuenta personal para ser usada políticamente. Ojo: la cuenta de la @SFP_mx no debería ser utilizada para retuitear mensajes en defensa de su titular @Irma_Sandoval . Es una cuenta institucional del Estado mexicano, no una cuenta personal para ser usada políticamente. Vía @Enea_Salgado”.

Pese a la tragedia que significa López Obrador que ha pasado de adalid contra la corrupción a paladín de la corrupción, desde este espacio, les deseo a todos una muy Feliz Navidad y una bonita Noche Buena. Esto vale para los que están solos, en los hospitales, en las cárceles, en las calles, y para los que la pueden pasar con sus seres queridos. Porque al fin y al cabo, la Navidad se trata de eso, de reconocer y honrar el nacimiento de alguien que ha sido luz y amor del mundo.

 

El Buen Gusto:

Recomendación para estas fechas- Si en esta Navidad y para Año Nuevo la quiere pasar a lo grande, en cuanto a sabor y calidad, les recomiendo ampliamente contactar al Chef Tomás González Font al teléfono 55.59.09.46.31, quien se encuentra en el Mercado de San Genaro, ubicado en la esquina de Mariano Escobedo y Laguna de Mayrán, al frente de la torre de Bancomer. El espacio gourmet de Tomás, este Chef que cocina como para los Dioses, está en el local número 52 del Mercado de San Genaro y se llama Meridiano 52. Su especialidad son los pavos al horno, piernas, strudel de manzana, pay de queso con zarzamora o chocolate. Así que puede ahorrarse problemas para organizar la cena de Navidad, llamar a Tomás y encargar todo lo necesario para la mesa.