Espada de Dos Manos: A un año de gobierno de López Obrador

Marcelo Fabián Monges/ Escritor y Periodista

 

Dos grandes eventos se sucedieron el día de ayer en México al cumplirse un año desde que López Obrador asumió el gobierno. Uno, el de la marcha contra lo que ha hecho López Obrador y lo que quiere seguir haciendo, comenzó con ansias, con mucha gente que llegó mucho antes de la hora de partida, como quien espera cualquier acontecimiento fundamental en su vida. Con rostros alegres, esgrimiendo razones de sobra en el andar y en las manos, la marcha fue tomando color y forma, hasta convertirse en un río de gente que ocupaba la Avenida Reforma en todos sus carriles. Así, con pancartas que decían “Fuera Evo”, “Fuera el dictador”, “Mr. Fracaso”, y que llevaba del presidente ganso, la marcha comenzó a caminar, como una forma de decir, México aun existe, está vivo, pese a los atropellos a las instituciones por parte del gobierno, pese al crimen organizado, a pesar de la complicidad del gobierno con estos grupos a los que se niega combatir. La marcha era una estela blanca de gente con buenos sentimientos por el país y su gente. Un río de sonrisas y empatía que mostraba la alegría de estar ahí, de ser muchos, de que la convocatoria fuera amplia y de poder decirle: Así No, a López Obrador, ya no solo en las redes sociales, sino ahora en las calles, con la voz fuerte y la frente en alto.

Del otro lado, López Obrador festejó un año de fracasos. Algo que no hace cualquiera, hay que reconocer. Algo que difícilmente suceda en muchas partes del mundo, al menos en esa dimensión. Como si los datos y el panorama que ofrece la realidad fueran poco, o favorecedor, López Obrador decidió tratar de tapar los efectos políticos abrumadores de la marcha opositora a su gobierno organizando su AMLOFest, con miles de acarreados. Marco Levario Turcott, director de la Revista Etcétera, documentó en video un diálogo con un chofer de Tabasco, quien narró que desde ese estado llegaron 150 camiones para el festejo del presidente ganso en el Zócalo. El mismo periodista da cuenta de haber contado 621 camiones provenientes de Guerrero, Veracruz, Michoacán, incluyendo los de Tabasco. Lo que significa decir que el gobierno sabe perfectamente que sin un acarreo masivo, descomunal, desmesurado, López Obrador hoy no llena el Zócalo solo ni de casualidad.

Este evento era el rostro del fracaso. Con un López Obrador preocupado por sus críticos, con un discurso que destila odio, división e hipocresía. Con una visión en la que nunca se enteró que su primer año de gobierno, “es el año de la muerte”, como consigna hoy en su columna el escritor y columnista Héctor de Mauleón en El Universal. En su columna De Mauleón hace un recuento de las promesas de López Obrador en materia de seguridad desde su campaña, su errático derrotero a la hora de ofrecer resultados ya en el gobierno, y de las masacres y de los muertos durante lo que va de este gobierno. En el mes de agosto se superaban los cien muertos por día. Al terminar el mes de noviembre, la cifra de muertos en el país superaba los 32 mil, consigna De Mauleón. Una cifra que bate todos los récords desde que hay registros oficiales de la violencia en México.

A esto le podemos agregar, el crecimiento cero en economía, una amplia batería de promesas incumplidas, incluyendo la venta del avión presidencial, que aún no se ha podido vender, y como todos sabemos, el gobierno paga fortunas por su mantenimiento en Estados Unidos. Todos logros de él, según López Obrador, quien sigue jactándose y pavoneándose, en cada gesto, en cada evento, en cada conferencia, tal vez por ser un ganso que ahora vive en un Palacio, y que como ya llegó a Presidente, ahora puede hacer lo que quiere, incluso con las Leyes, con el presupuesto, con los organismos autónomos, total, ya lo eligieron presidente y al que no le gusta lo que él decida, que se aguante. Esta es la actitud y la “filosofía” con la que gobierna López Obrador.

Un gobierno para el que el fracaso y la realidad se resuelve con curitas, o grandes parches, con acarreos masivos y con encuestas pagadas, que le sigan dando eternamente el 63% de aprobación, mientras en la práctica no lo siguen ya ni siquiera quienes lo votaron.

El problema es que de no cambiar el curso el gobierno de López Obrador, de querer continuar por esa senda los cinco años que le faltan de este mandato, y si por él fuera, al estilo Evo y Maduro todo lo más que pudiera, incluso décadas, los problemas de México se profundizarán hasta extremos de una sociedad en descomposición.

Por todo esto la gran importancia de la marcha opositora de ayer.

 

La marcha de amor por México.

La marcha de ayer, opositora al gobierno, era para decirle fuerte y claro a López Obrador que “Así no”, que no se va a permitir el atropello a las instituciones, a la democracia, pero también era una marcha de amor por México, y así lo decían una y otra vez quienes caminaron sobre Avenida Reforma hasta el Monumento a la Revolución.

Desde las diez de la mañana había contingentes completos listos para marchar en el Ángel de la Independencia. A las primeras que me encontré fueron a las Hijas de la Mx, y a Fernanda Betancourt, una de sus líderes, quien me regaló una gorra como integrante de los Hijos de la Mx. Eran muchas, todas alegres, con buena organización y enormes mantas.

Cuando los contingentes partieron, todos comenzamos a ver que la Avenida Reforma se fue llenando en todos sus carriles por cuadras y cuadras, y a festejar la convocatoria y la participación de la gente.

En medio de eso, un dron, probablemente de la Secretaría de Seguridad Pública, del gobierno de la Ciudad de México, o, seguramente de otra fuerza de seguridad del Estado, “cazó” a un dron más pequeño de las Hijas de la Mx y lo destruyó. Al parecer, lo mismo hicieron con otro dron de un medio de comunicación. La intención está muy clara, querían impedir que se mostrara la verdadera extensión de la marcha por Avenida de la Reforma. A esto hay que sumarle otras múltiples “trampas”, o mala voluntad de parte del gobierno de la Ciudad de México que preside Claudia Sheinbaum, como que no cortó el flujo de los ciclistas que gozan sin dudas de privilegios por encima de las demás personas, o que tampoco cortó el tránsito del Metrobús.

Ya en el Monumento a la Revolución, dos piezas de oratoria serían para la posteridad. La de Beatriz Pagés, directora de la revista Siempre, que con sus editoriales en video y con el discurso del día de ayer, se ha convertido en una pieza central de la resistencia en contra del gobierno de López Obrador, y la de Julián LeBarón, a quién el crimen organizado le mató a seis niños y tres mujeres integrantes de su familia.

Julián LeBarón dijo, contundente, que “después de tantas masacres, seguir viviendo como si nada sucediera, es un acto de cobardía infinita”. Esta frase, ante la crisis de derechos humanos y de violencia que vive México, deberían enseñarla en los colegios, ponerla en letras de oro en el Senado de la República, y debería ser el apotegma de cabecera del gobierno de López Obrador, si de verdad tuviera un compromiso con las víctimas, y con los ciudadanos mexicanos frente a la violencia. Pero López Obrador en realidad es parte de esa cobardía y es también parte de la indulgencia con los criminales.

Pero eso sí, empujado por la probable declaratoria de Estados Unidos de nombrar como grupos terroristas a los grupos del crimen organizado y a los carteles del narco mexicanos, ayer, justo ayer, antes de la reunión en la que López Obrador reciba a los integrantes de la familia LeBarón, el gobierno detiene a uno de los personajes clave que participaron en la masacre contra la familia LeBarón. ¿Cómo cuando quieren pueden, no? Lo que está claro es que no pueden porque no quieren.

 

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