Los no-lugares del turismo

Por Aranxa Albarrán Solleiro

En la Francia de los noventas, un antropólogo llamado Marc Augé compartía una teoría poco analizada por varios sujetos sociales acuñada como “los no-lugares”, ésta se relaciona a la ausencia de identidad de los lugares a través de sus representaciones simbólicas. Entendido de mejor manera por una serie de establecimientos con intenciones de lucro para el arribo o convergencia de personas en un destino. Como ejemplo están: los hoteles, los aeropuertos, las autopistas, el transporte público, centros comerciales, entre otros adjuntos a la semántica.

A través de la construcción de dichos espacios, la identidad de las personas se metaboliza, así como sus relaciones con otros y su historia. Un sitio heredado, por darle un nombre al patrimonio, conserva una identidad en sí misma, una historia, una relevancia que deviene en la potencialidad de la cultura a la cual se pertenece. Un espacio construido después de la decadencia de aquellas edificaciones o sitios, por el contrario, perpetra lo ya mencionado.

Las ciudades conservan un destello de los “no-lugares”, especialmente en términos turísticos, en tanto que el modernismo se tuvo que apropiar de espacios para la construcción de sitios que beneficien la masificación de grupos sociales con el fin de contribuir a la motivación de turistas para visitar destinos.

En México, se tienen al menos 32 ciudades, de las cuales cada una cuenta con un aeropuerto y una estación de autobuses, algunas incluso conservan estaciones ferroviarias, cuya imagen ha sido también adueñada por empresarios turísticos. No solo eso, sino que para entretenimiento se han creado centros comerciales que forman parte esencial del turismo convencional para su descanso, sitio-servidor de comida rápida por aquello del lamentable temor a enfermarse en un mercado y la oportunidad de conexión a internet, misma que ha sido auspiciada por el “sobremodernismo”.

No obstante, con el paso del tiempo, los citadinos y sujetos visitantes, propician una vivencia constante que les permite apropiarse de éstos para hacerlos parte por igual de un inventario turístico, lo cual modifica la historia y el tiempo de las urbes sobrepasando solamente tomarlas a consideración como sitios históricos.

Derivado de ello, la actividad turística en las ciudades se ha enramado de tendencias con el objetivo de atraer a visitantes de cualquier edad y perfil, resultando en diversas problemáticas: maltratos a la arquitectura y suelo del destino, robo de identidad de los locatarios, apropiación del espacio, cambios demográficos, destrucción de zonas que en su momento eran relevantes para la interpretación simbólica, daños al ambiente y por ende una sobrepoblación.

El turismo en las ciudades por supuesto, a pesar de sus daños, ha provocado que al menos el país mexicano sea el único considerado como el mejor país del mundo para visitar más de una sola ciudad, de acuerdo al medio Travel + Leisure, el cual año con año realiza una encuesta sobre las preferencias urbanas de los viajeros. Oaxaca, San Miguel de Allende, Guanajuato, Ciudad de México y Mérida son las mejores ciudades del país para ser visitadas, solo después de urbes de Estados Unidos, Tailandia y Japón.

A diferencia de ciudades extranjeras como Barcelona, Sao Paolo, Roma y Londres, el turismo de ciudades en México no se ha visto todavía como un “anti-turismo” o “turismofobia” sino por el contrario, se han sabido abrazar de él para su comercialización a través de campañas de promoción turística. Empero, personas locatarias en los destinos, han debido de acomodarse a lo que demanda la oferta turística, viéndose en cierto momento afectadas e incluso excluidas o marginalizadas por ello.

Oaxaca aun teniendo a la ciudad más visitada del país, conserva un 66.4 % de nivel de pobreza en su población de acuerdo a Coneval, y la comunidad zapoteca, siendo de las más numerosas en la entidad, resulta ser excluida socialmente, bajo el lema gubernamental siguiente: “no deben depender de políticos para que los salven”, viéndose algunos de ellos en las calles principales de la capital para vender artesanías, en tanto que establecimientos turísticos no contemplan en su oferta laboral a los originarios, causando que la actividad turística desfavorezca mayoritariamente a dicho grupo social.

El turismo en ciudades debe -como todas las vertientes que contempla- ser enfocado idóneamente para que su distribución de actividades incluya a los residentes, respetando consigo su historia y tradiciones. Los no-lugares existirán teóricamente, sin embargo su reconceptualización será posible cuando el turismo deje de ser visto como un factor enemigo. ¿Sucederá?

Confesiones en: Twitter: @aranx_solleiro, Instagram: @arasolleiro y aranxaas94@gmail.com