De paradiso, leer en los aviones y el cuarto jinete

Foto: Especial

Por Gerson Gómez

“PARADISO”, DE JOSÉ LEZAMA LIMA
Esta edición revisada sigue la que Cintio Vitier hizo para la colección Archivos, la primera hecha a partir del original de mano de Lezama, que elimina errores y erratas, y restaura la novela a su estado primigenio.
A José Lezama Lima podrían aplicársele las palabras por él consagradas a Luis de Góngora: “Pregonero y relator de la gloria alza en sus manos las formas del esplendor para que Dios y las criaturas las reencuentren y contemplen”.

En Paradiso, momento definitivo de la literatura de América Latina, el esplendor se desdobla y multiplica para dejarnos simultáneamente con el enceguecimiento y la lucidez que toda gran obra de arte obtiene y deposita entre nosotros. Monumento verbal, reflexión sobre el mundo, indagación de finalidades y principios, Paradiso es, al mismo tiempo, el reencuentro con la deslumbrante riqueza del idioma, la contemplación de un acto poético de gravedad y gracia, el vislumbramiento de dimensiones y realidades negadas o desdeñadas por una literatura vanamente realista. Libro capital, esencial de nuestra lengua, obra de amor y de constancia, mito en sí mismo y tratado sobre el mito, música y ceremonia, Paradiso, indica Julio Cortázar, “vuelve visible por la imagen el universo esencial del que sólo vivimos usualmente instancias aisladas”.

“EL CUARTO JINETE”, DE VERÓNICA MUNGUÍA
Esta novela nos sumerge con inaudito realismo en aquel momento terrible. Vemos a los frailes dirigir doloridas preguntas a Dios, a los fanáticos flagelantes culpar de todo a los judíos, a pecadores sanos o moribundos clamar su arrepentimiento. En un París desolado, los niños huérfanos mendigan y roban para sobrevivir, los sepultureros cristianos y los judíos de la Hevra Kadisha se apresuran en su fúnebre y multiplicada tarea, mientras otros, rebosantes aún de vitalidad, se entregan al disfrute sin pérdida de tiempo o intentan vanamente huir de la epidemia. Y están los que procuran paliar el sufrimiento y la soledad de los incurables: las monjas enfermeras y Abu Alí Ibn Mohamed de Ronda, médico sabio y compasivo disfrazado como Pedro de Hispania, y su joven discípulo, cuyo aprendizaje de la compasión será una ardua conquista del alma.

Con una erudición discreta pero asombrosa, Verónica Murguía otorga poderosa vida al horizonte espiritual de finales de la Edad Media, pero también a la atmósfera, los enseres, prendas y muebles, y hasta al color, la textura, el olor de aquel mundo lejano, vuelto próximo en la consoladora belleza de estas páginas.

“LEER EN LOS AVIONES”, DE ANA GARCÍA BERGUA
En la narrativa de Ana García Bergua, con su exposición siempre tranquila y sin prisas, van emergiendo, entretejidas, la melancolía y la comicidad de las vidas humanas.

Los fascinantes relatos reunidos en este libro cuentan historias de travesías, desplazamientos, transiciones. Acostumbrados al viaje o a la idea de éste, los personajes encuentran poco a poco una zona vital nunca visitada, que en ocasiones los transforma y en otras permite que llegue a sus extremos la falla, la manía, la particularidad o debilidad que los identifica.

Historias de amor clandestino, viajes que terminan separando matrimonios, recorridos cotidianos pero desastrosos, pueblos insólitos, fantasmas viajeros, perros que se pierden en aviones, inquietantes cuartos de hotel, pequeños desvíos en la ruta que cambian por completo su destino: anécdotas y personajes se despliegan en una prosa clara y fluida que se burla sin saña y describe con ironía pero sin estridencias ni juicio las acciones más disparatadas o más normales, las peripecias más estrambóticas o las más leves deformaciones de la cotidianidad.

“EL MONSTRUO SILENCIOSO”, DE MARIANA RODRÍGUEZ
El cáncer es la transmutación más dolorosa que puede sufrir una persona, ya sea hombre o mujer, porque después de eso no se vuelve a ser la misma persona. Es tan dolorosa y agotadora la lucha, que algunos no logran vencerlo; pero quienes sí, resurgen más fuertes, más seguros… pero muy heridos.

Todos tenemos una misión de vida específica, aunque para algunos el costo de vida es muy alto. Para quienes que fallecen en el proceso de sanación y tratamientos (como mi madre y tantas otras personas) esa era su misión, ahí terminaba su estancia en este plano: significa que sus seres queridos tenían algo que aprender de tal situación, para eventos futuros.

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