La zona ardiente

Foto: EFE

Por Gerson Gómez

Fuera de las metrópolis del norte, las franjas rurales y mixtas, son territorio en disputa. Sin importar el día o la noche, las células de delincuentes, de los grupos del crimen organizado, habitan desde sus madrigueras.

Asechan a lo largo del camino. Su alimento es la carroña, el miedo. El desprecio por la vida. Enloquecidos en el mundo de los desechables. En sus familias el dolor es próximo. Conocen la palabra abatido como sinónimo de asesinado. Las vivencias del mal comer, de la adrenalina a tope, perros de caza, rabian en la demencia de los aparatos de comunicación.

A sus patrones no les importa el bienestar de sus empleados. Ya tienen quien les supla. Los escalafones del infierno desde Tijuana hasta Matamoros, solo cambia de acuerdo con quienes pasan la mercancía al país más enfermo del mundo.

Si hay suerte, la carga llega a su destino. A la inversa, el flujo de dólares mantiene la estructura demoniaca de los carteles.

Todos debemos en de pagar la cuota, el derecho de piso, la protección. Ese es el pensar de la tropa de malvivientes. Si no consiguen los recursos, ponen a funcionar la voladora, como llaman a la justicia de sus necesidades.

Viven en hormigueros, la sed de sangre es la vacilada cotidiana. Los convoyes de la fuerza pública no los atemoriza. A morir han venido. Niños y mujeres son solo estadísticas. Difuntitos, de su régimen de terror.