Entrometido sin saber qué decir

Por Mike Volta

Tod@s estimad@s lectores, sin excepción, hemos perdido a seres queridos. Estas ausencias a través de nuestra vida y en diferentes circunstancias y edades, sabemos que son inevitables y nos asumimos como seres que eventualmente en algún momento podremos sobreponer el dolor de la ausencia y continuar con nuestra propia vida, teniendo y transformando envuelto en amor, el recuerdo de ese ser querido como algo imborrable, asumir cariñosamente la cercanía actual o pasada y cómo haya tocado particularmente nuestra vida.

Así, nos ha tocado ver partir (y últimamente mucho más) o enterarnos de que han fallecido nuestros maestros, nuestros amigos de la infancia o de tiempos de estudiante, padres o madres de entrañables amigos, sacerdotes reconocidos, algunos buenos vecinos, actores o músicos que con su obra hayan tocado nuestros corazones, amores pasados, compadres, primos, hermanos, abuelos, padres, espos@s e incluso, lastimosamente y la peor de las tempestades… los hijos. 

Y cada día cada vez más cerca y cada vez más dentro, y esa fragilidad que sentimos en esos terribles momentos permite que nos dominen los oscuros y siniestros pensamientos de mortalidad, y pareciera que comenzamos a experimentar nuestra propia muerte, se necesita mucha fortaleza, y es válido no siempre contar con ella, pero no se debe perder la Fe.

En estos días de maldita pandemia y contrario a la lógica o a la ley natural, la impotencia y desesperación de perder en menos de una semana a unos padres jóvenes y sobre todo buenas personas, familiares, imaginando la tristeza de uno llorando a quien primero se fue, siendo imposible despedirle y lidiar con el contagio dejando transcurrir una semana antes de experimentar la propia muerte, con la angustia e incertidumbre de que pasará con quienes estaban a propio cargo.

No, no hay palabras y, si las hay, muchos no las podemos ni sabemos pronunciar.

Lloramos… sí, y lo hacemos por nosotros al tener las memorias vividas con los seres queridos; que son recuerdos de lo que alguna vez fue la felicidad y sonrisa en un día como hoy.

Y ese hoy, lo tenemos, siiii lo tenemos aquí y ahora, con quienes aquí están, viviendo en el mismo techo, y con ellos diariamente estamos construyendo esas memorias, ¡¡no podemos ni debemos esperar más!!  Es importante y urgente vivir la vida, gozar de nuestr@ amada familia diariamente; antes de que nos toquen los inevitables designios previstos en las manecillas de la muerte.

Cuántas veces hemos visto que las personas se declaran más su amor y se animan a pedir perdón en las estaciones de trenes, en los aeropuertos, en los puertos, en los hospitales, y definitivamente... en los funerales. Siempre en las despedidas. Y sabemos y nos negamos que todo debe ser “en vida, hermano, en vida”.

¡¡Anda!! Dí y demuestra hoy que l@ amas, no pierdas ese valioso tesoro que es el tiempo, no pienses ya puede que hoy tengas una noche más, y debemos amar. 

No te arrepientas de buscar ese cariño, asumir y decir ese amor, anímate a dejar tu orgullo, a cambiar y perdonar. 

Al escribir estas líneas me enteré de otra falta, esta pandemia no es un juego, es una guerra y está agarrando parejo.

La procastrinación no es buena consejera en asuntos del corazón, no permitas que la desidia o tu zona de confort incidan en tu verdadero valor.

El cielo de día y noche, el calor del sol y la luz de la luna, el cantar de los pájaros, el olor del pan horneado, de la tierra mojada, tu perro ladrar, un chapuzón en la alberca, la risa de los niños, las notas de una canción, el suspiro de ver a la persona amada y esos encuentros de pasión, un vino, un queso, una buena película o programa de televisión. 

Cada minuto, cada respiro cuenta. 

Escucha tu corazón, a tu familia, ve y participa mientras es posible del milagro y la suerte de ver crecer a tus hij@s; de mirar a los ojos a tus padres y amigos, pide ese helado, haz ese viaje, esa llamada, esa locura; por favor ¡¡respira y vive!!

Pero, sobre todo, sé, trasciende y sé recordado por tus talentos, tus obras, tus palabras, tus bromas y ocurrencias, tus gustos, tus canciones favoritas, por tus enseñanzas, por tu pensamiento, por tu actitud ante la vida, por tu amor a ella, por aferrarte fielmente a aquello que te hace feliz.

Dios, tú sabes que está ahí, él te creó y aunque tú no lo asumas, tienes que darte cuenta que su propósito era simplemente que vivieras, para estar profundamente listo y preparado para el momento en que tengas que partir.

Quizá puedas pensar que no eres feliz, quizá tu vida y rutina diaria esté a tu juicio tan vacía que asumas que nada terrible podría ocurrirte ya, y muy probablemente en este momento de tu existencia podrías hacer mil malabares mentales imaginando posibles escenarios fatales en tu autodestructiva fantasía y nada será como la realidad.  Quizá no has experimentado aún cómo un evento de ausencia puede ponerte la prueba más difícil de tu vida; al grado tal de no querer continuar.

No te equivoques, debes estar segur@ qué hay porque vivir, por la vida misma, por tu existencia, por la esperanza del mañana, por ver, oír, tocar, oler y saborear lo hermoso que es vivir esta existencia.

¡¡Así que adelante y sin miedo al éxito!!!