Pablo Milanés: Se apaga la voz de los sin voz

Foto: EFE

Por Gustavo Mota Leyva

Mario Benedetti escribió para que lo cantara Pablo Milanés: “Uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere”. Tan sólo un ejemplo de las muchas letras que resumen la declaración de principios que fue la vida del mejor cantautor del mundo en lengua española que, junto con Silvio Rodríguez, fundó el movimiento musical Nueva Trova. 

No se explica ni se comprende la llamada canción protesta latinoamericana sin Milanés. Es época, actitud y vanguardia. Una música emparentada con la Revolución Cubana que fue espíritu y convicción de un afán que no llegó. 

De sus canciones más emblemáticas, El breve espacio en que no estás es más que un tema que todos coreamos, es también intenciones sociales de hacer de la protesta una manera de existir. Pablo cantó denunciando al imperialismo, al bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba, contra el capitalismo, el aislamiento y la censura.

El breve espacio es también un tiempo profundo que registra una época. Es sentimiento, actitud, olor y esperanza. Sus aromas son siluetas de promesa de un espacio que había que crear, inventando. 

Milanés nació en Cuba pero lo acogió nuestro país. Cantaba sin parar parando siempre aquí. México fue más cubano con Pablo y mejor país coreando sus canciones. Él sabía que si no era justo no sabía, ni de melodías, comuniones o amores. Nada del amor le faltó a su letra, negra, asilada y marginada, de quien supo que para llegar había que partir, partiendo con la derrota como posibilidad para vivir. 

Yolanda no es un nombre, es una intensión. No es una palabra, es enunciado que posibilita un mundo mejor. Pablo representa los convulsos años 60 y 70, de estudiantes, revueltas, ideas, del mayo francés y del octubre Tlatelolco. Un planeta donde  explotaba el llamado boom latinoamericano, cuando la mitad del orbe latía en su lado izquierdo. 

Ayudó a que Cuba pudiera ser universal, siendo el artista más influyente de la resistencia revolucionaria. Cantó a Fidel Castro y al Che Guevara, íconos de una era que la historia evaluará.  

Sin él se va una época que es espíritu, que formó un pensamiento crítico, donde idea y revolución eran inseparables. 

Milanés trascendió la letra política para convertir la palabra en oportunidad, y la revolución en causa. Contestatario e insumiso, cantó lo que no se puede ni debe callar: la injusticia, justo por amor. Combinó rebeldía, romanticismo, nostalgia y entusiasmo, denuncia, memoria y hallazgo, ganas y melancolía, cuando intentar no era suficiente y había que luchar con la bandera musical para un continente que clamaba justicia, igualdad y dignidad, en una época donde ser indiferente nunca fue la opción. 

Una melodía que nació desde una Habana aislada que tejió a todo un continente, bajo la bandera roja, cuyo himno era la música. Lo supo y lo hizo, unió y abrazó. Sus letras no sólo hablan de lo que pasaba, ayudan a comprender lo que pasó. 

“He tenido el privilegio de asistir durante años a la evolución de este milagro y hoy sé que no hay felicidad más pura que la felicidad de cantar”, dice Gabriel García Márquez en la introducción del disco Querido Pablo.

Pablo Milanés sabía que cuando algo falta, lo que falta es un amigo. El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos. El futuro algún día llegará. Rezando el credo que nos enseñaste, prometemos llenar el breve espacio en que no estás. Hasta siempre, Pablo querido. 

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