A propósito de Kerch y el dolor que no termina

Por Ricardo Córdova

¿Qué pasa por la cabeza de un chaval de apenas 18 años, que en lugar de vivir y elegir alguna de las múltiples posibilidades que le ofrece el ancho mundo para cumplir los sueños propios de los chicos de su edad, prefiera el terror y llevar a cabo una espeluznante masacre que lo orilla a acabar inclusive con su propia vida?

Hasta el momento las autoridades no han descubierto el móvil del ataque y quién sabe si lo descubran. Sin embargo, la ex novia de escasos 15 años de Vladislav Roslyakov, ese muchacho de tan solo 18 años que el pasado 17 de octubre irrumpió en las aulas de su propia escuela en la ciudad de Kerch, Crimea, para realizar una espeluznante masacre, ya deja ver algunas pistas que pudieron arrojar luz sobre los motivos del asesino: “era un chico atormentado que sufría bullying por parte de sus compañeros”, afirma la chica a medios rusos.

Por otra parte, en la cadena rusa de televisión RBC TV un amigo de Vladislav aseveró que "él odiaba tanto su escuela al grado de jurar venganza en contra de sus maestros”.

Otros compañeros afirman que él era una persona muy solitaria y que “casi no se comunicaba con nadie y hacía algún tiempo que había dejado de usar las redes sociales”.

Paralelismos de la masacre

Y es precisamente en las redes sociales rusas más populares Vkontakte (VK) y Odnoklassniki (OK) que los usuarios comenzaron a establecer paralelismos entre la terrible matanza de Kerch y la famosa masacre de Columbine (Colorado, EEUU), esta última sucedida en 1999 y que cobró la vida de 13 personas, dejando otras 27 heridas, así como el suicidio de los autores de la masacre Eric Harris y Dylan Klebold, ambos de 18 años.

Vladimir Putin, el presidente ruso, comentó sobre los hechos: “La matanza es el resultado de la globalización. En las redes sociales, en Internet. Vemos que se creó una comunidad. Todo empezó con los acontecimientos trágicos en las escuelas de Estados Unidos”. Y agregó: “No estamos creando un contenido sano (en Internet) para la gente joven, lo que lleva a tragedias de este tipo”. ¿Será en verdad todo culpa del Internet? ¿Se puede responsabilizar a otros países de lo que sucede en casa? ¿La realidad que vive Rusia desde unos años para acá no pinta para nada en este caso?

Por otra parte, la madre del atacante, en una cruel paradoja del destino estuvo recibiendo a los heridos que llegaron tras el ataque perpetrado por su vástago (ella se desempeña como enfermera en un Centro de Salud de la ciudad). Allí fueron a parar una gran cantidad de las víctimas y ella los recibió sin saber que su hijo era el victimario de esas personas.

Posteriormente fue llevada por las autoridades a prestar declaración para tratar de esclarecer lo sucedido.

Ciertamente es una terrible tragedia, pero hacía solo unas semanas Vladislav había obtenido el permiso para usar armas y posteriormente compró 150 balas, según lo comenta en medios rusos Irina Klyueva Representante para la Protección de los Derechos del Niño en Crimea.

¿Qué joven a su edad está preocupado u ocupado en obtener un permiso para portar armas, cuando debiera estar más preocupado en pedir permiso para salir con sus amigos, la novia o en tramitar la licencia del auto?

Cabe mencionar que a diferencia de la legislación estadounidense, en Rusia el uso y control de armas es muy, muy estricto y es necesario pasar test psicológicos para obtener el permiso de uso de armas, sin embargo, él accedió y no se le detectó como un peligro.

¿Por qué?

¿Qué motivó a este casi niño a realizar la matanza de sus compañeros y profesores de Instituto Politécnico de Kerch, así como a terminar con su propia vida?

¿Ira, resentimiento, desesperación, frustración, soledad? ¿Nadie lo detectó y si lo sabían, por qué no hicieron nada para evitarlo?

¿Qué podría haber estado pasando por su cabeza, su vida, para tomar una decisión de este tipo?

Hay tantas preguntas sin respuesta acerca de Vladislav Roslyakov. Lamentablemente sólo él la sabe las verdaderas razones que lo arrastraron a realizar una matanza de esas dimensiones. A su partida sólo deja víctimas, dolor y una terrible interrogante de lo qué está pasando con los jóvenes de su edad, pues no esto no es un caso aislado: sucede con terrible regularidad en otros lugares. ¿La violencia se ha normalizado? ¿Es algo cotidiano que debemos aceptar como parte de la vida moderna?

 

Pienso en los destrozados padres de los chicos y chicas sacrificados –para ellos toda mi consideración y respeto- también en las esposas, esposos e hijos de los maestros que perdieron la vida en este horroroso ataque. Pero también permítanme pensar en la madre del victimario (no veía a su padre desde hacía un tiempo considerable). Lo más sencillo es decir que ella es una infame por no haber puesto suficiente atención en lo que hacía su hijo. Creo que la cuestión es mucho más complicada. Ojo, no estoy justificándolo, sólo quiero reflexionar sobre lo que lo llevó a tomar esa terrible decisión.

En ese sentido quisiera retomar la entrevista realizada a Sue Klebold –madre de Dylan Klebold, uno de autores de la masacre de Columbine- por la reportera Emma Brockes del británico diario The Guardian y publicada el 19/02/2016 (para leer la entrevista completa da clic en el enlace https://tinyurl.com/jv8b2ww ).

“Han pasado casi dos décadas desde que su hijo Dylan y su amigo Eric Harris asesinaran a 13 personas en la escuela de secundaria de Columbine y luego se suicidaran, y desde entonces el sistema educativo de los Estados Unidos ha cambiado. El acoso escolar es ahora una prioridad para los responsables de los centros y se han impulsado medidas y protocolos en todo el país para evitarlo. Además, el control de armas también ha pasado a ser a una cuestión clave y algunas medidas de seguridad son comunes para todas las escuelas, como la organización de simulacros de cierre y la instalación de detectores de metales, en parte como consecuencia de lo que hizo el hijo de Klebold. Lo que no parece haber cambiado es la percepción de que la culpa de que un adolescente mate a sus compañeros de clase es de sus padres, o mejor dicho, de la madre. Porque una madre debería haberlo sabido".

Lo cierto es que Sue Klebold y la madre de Vladislav Roslyakov lo descubrieron hasta que ya fue demasiado tarde. Y eso significó la muerte de más de una cuarentena de personas. ¿Pueden imaginar lo que significa sobrevivir a sus hijos, asimilar la pérdida que ellas también tuvieron, pero además, cargar con  el odio, el rencor, el desprecio unánime de toda la sociedad que las culpa por lo sucedido? ¿Cómo vivirán ellas la vergüenza por las atrocidades cometidas por sus hijos?

Supongo que el castigo es durísimo, ambas condenadas a vivir con un dolor que nunca termina, porque ya no son asesinos. Después de todo, parece ser que el amor de madre no es suficiente para educar o hacer de los hijos buenas personas. ¿Hace falta atención, disposición, disciplina, tiempo? Definitivamente no tengo las respuestas a lo sucedido, sólo preguntas, un sinnúmero de preguntas que me declaro incompetente para responder como corresponde.

 

Finalmente, esta es una de esas historias que no hubiese querido nunca compartir en este espacio, puesto que esta columna está pensada como mi happy place donde tengo el honor de compartirles aspectos amables o curiosos de mi proceso de inmersión y adaptación a la vida en Rusia.

Sin embargo, tomando en cuenta los últimos y lamentables sucesos acaecidos en la ciudad de Kerch, Crimea (provincia donde resido junto a Irina e Elizaveta) resulta menester comentar al respecto, pues el ya tan solo con mencionar el nombre de la ciudad donde sucedieron los tristísimos acontecimientos, me comprometerme a pronunciarme, pues es en este lugar donde está mi esposa, mi familia y eso que desde hace un tipo para acá, simplemente llamo mi hogar.