Abrir con broche de oro

Por David Jáuregui

El colchón sin base a veces es más cómodo de lo que parece. Estar más lejos del techo y del cielo da perspectiva sobre qué tan bajo está el suelo. Él está tirado en esa media cama, separado del piso por unos cuantos centímetros, a pesar de sentirse en un planeo como de hoja de papel cayendo. 

Flota en esa hamaca aérea más por buscar anestesiarse que por estar feliz. Eso de tirarse en la cama cuando se siente mal es para buscar un lugar seguro que no encontró fuera de su cuarto. Está herido, enojado, decepcionado. Y no lo sabe, o cuando menos no con esas palabras, pues en su pecho solo alcanza a formular dos vocablos: “mal” y “raro”. 

Mientras unos auriculares color cian le cubren las orejas, él envuelve un prendedor entre sus dedos. Lo encontró hace varias semanas a la vez que revisaba bolsas negras en busca de latas o vidrio para reciclar. En ese momento, pensó en regalárselo a su morrita preciosa. Incluso, con la intención de disimular que lo encontró entre basura, hizo las cuentas de cuánto reciclaje necesitaría vender para comprar un broche así y sus días como reciclador sí aparentaban cubrir el plazo. 

Pasó varios días con la mente fija en el broche, especulando sobre cuál sería la mejor fecha para entregarlo a su próxima dueña; de la misma manera que ahora, después del rompimiento inesperado, la pieza de oro le llena la cabeza. Ella se adelantó a toda planeación y lo terminó sin mayor señal. Algo como lo que hizo su hermano unos días después, cuando se fue de la casa. https://ipstori.com/munchip/29