Jugar con el video

Por David Jáuregui

Un hermano le grita a otro algo que suena como “jaruquen”. Realizan un movimiento de manos coreografiado, casi simétrico, con el que cargan energía en el plexo solar y luego la disparan contra su oponente, en forma de una gran esfera de fuego azul. Esta alharaca, en realidad llamada “hadōken”, es el ataque preferido de ambos hermanos en su lucha pantomímica. Ninguno de los dos ha jugado Street Fighter. 

Más tarde, uno de ellos menciona que acomodar sus útiles escolares en la mochila (amén de cuánto sentido tenga eso en estas fechas) es como jugar Tetris. La madre escucha y le reclama: “chamaco mocoso, tú ni habías nacido cuando ya se había descontinuado”. La madre, por cierto, les sigue insistiendo a sus hijos que no gasten el cambio de las tortillas “en las maquinitas”, sin saber que la tienda ya se había deshecho de su tragamonedas hacía años. 

La abuela de la casa, la verdadera patrona, repite la vieja queja cuando ve a sus nietos con el control en las manos: “¡ay, otra vez con su Nientiendo!” Lo mismo con los Pokémons, que todos se llaman Pikachu para ella. 

El primo chistorete pregunta por cómo es el sonido de las ambulancias en los videojuegos y, de inmediato, responde: “Wii U, Wii U, Wii U”. 

Como son tres hermanos y dos controles, el menor siempre queda fuera. 

El video se mueve en la pantalla. Alguien lo controla desde un mando lejano. Es quizá un burdo símil con los misiles dirigidos desde la comodidad de una oficina. Alguien, invariablemente, está a cargo. https://ipstori.com/munchip/17

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