Ser igual por siempre

Por David Jáuregui

Si nos bañamos en un río una y otra vez, ¿es el mismo río? Heráclito diría que el río cambia, porque el río fluye. Por eso nunca nos bañamos en exactamente el mismo río. Es lo mismo con respecto a nuestra realidad y nuestra historia: nunca podemos repetir el mismo hecho, la misma acción —como bañarnos en un río—, pues lo que hay alrededor nunca es exactamente igual —las aguas que fluyen son distintas—.

El oficio de contar historias está infestado del “cambio”. Walter White, el químico-narcotraficante de la serie Breaking Bad, lo resume con precisión:

“la química es el estudio de la materia, pero yo prefiero verla como el estudio del cambio. Los electrones cambian su nivel de energía. Las moléculas cambian sus enlaces. Los elementos se combinan y se transforman en compuestos. Eso es toda la vida, ¿no?”
Quizá sea cierto. Por mera naturaleza, siempre estamos en un ciclo de cambios: crecimiento y decaimiento; solución y disolución; permanencia y transformación; nacimiento y muerte. En el mismo sentido, la forma de hacer historias, ya sean para papel o para pantalla, normalmente exige algo similar: que los personajes experimenten un cambio. Si el drama que viven no les cambia en lo más mínimo, es porque ese drama no es bueno. Y la misma regla funciona tanto para novelas, películas, teatro, etcétera. Suele exigirse que los personajes cambien porque eso conecta con la audiencia. Quienes solo tienen una faceta, una idea, sólida y para siempre, son personajes más bien irreales.

El cambio parece invisible porque solemos observar sólo lo que hay antes y lo que hay después, y no todo el proceso de transformación. Pero en realidad no es así. El cambio ocurre en todo momento, en cualquier ámbito.

En las matemáticas, las sumas y restas, en el fondo, son modificaciones —hacia arriba o hacia abajo— de los números.  https://ipstori.com/munchip/8

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