Transmisión en vivo

Por David Jáuregui

Duda si cerrar o no la puerta. Solo quiere aparentar que se enclaustró. Sus hijos están en su cuarto jugando o haciendo cualquier cosa y él necesita conectarse. Ante la disyuntiva entre tener privacidad o cuidar a los niños, se inclina finalmente por dejar la puerta entreabierta. “Si prenden la casa en llamas, por lo menos podré olerla”, piensa lacónico. 

Deja su taza sobre el escritorio. En ella no lo espera un café, sino una bebida roja y alcohólica. Eso de tener que repetir su acto tantas veces frente a la pantalla es cansado. "Beber para aguantar es hacer trampa, pero también es necesario", se lamenta. 

Se siente perdido entre tantas transmisiones en vivo. Aunque tiene un nicho de visitantes, se da cuenta de que la atención que recibe decae poco a poco. Todo esto a pesar de que el boom de este tipo de eventos es reciente, desde que las reuniones masivas presenciales dejaron de ser sensatas, además de permisibles. 

Se dedica a platicar sus descubrimientos diarios a quien desee escucharlos, todos los días en distintos horarios, los jueves a las ocho de la noche y los viernes a la una de la tarde. Eso da igual, según él. Podría ser un músico, un cuentacuentos, un actor, un bailarín, un saltimbanqui, un bufón, un declamador o cualquier transmisor de emociones en tiempo real.  https://ipstori.com/munchip/26
 

Tags