De hombres y ratones

Foto: Especial

Por Francisco X. López

Cuando una obra sufre algún tipo de censura, invariablemente los medios hacen eco del suceso, principalmente condenándolo unánimemente y repitiendo hasta el cansancio los méritos de la obra atacada; obra que también, casi invariablemente no conocen.

La censura es por sí misma un acto preocupante, pero cuando se le saca de contexto es imposible dar el justo valor al trabajo censurado y, menos aún, señalar los errores u omisiones de la persona o grupo que consideró que una creación humana no merece ser difundida o conocida.

El último caso involucró a una de las vacas sagradas del cómic culto, Maus: historia de un sobreviviente. La nota era simple. La junta de un distrito escolar de Tennessee decidió retirar del alcance de los alumnos de primaria la novela gráfica que relata la vida del padre de Art Spiegelman, durante su estancia en Auschwitz y los años previos a la invasión alemana a Polonia.

En automático se acusó a los censores de reprobar una obra “Indispensable” y poco faltó para condenarlos por negacionistas, cuando el motivo del retiro fue la representación gráfica de un suicidio, algo que los padres y profesores consideraron no apto para niños pequeños. Si somos sinceros, estas temáticas son retiradas todo el tiempo de redes sociales y nadie parece molestarse por ello, al contrario.

Por otro lado, lo que indignó a un sector de los lectores de cómics fue que alguien atacara un trabajo que por años se ha colocado en un pedestal para demostrar el valor artístico y académico del medio. Maus, el único cómic que ha ganado un premio Pulitzer, que cambió la representación gráfica del Holocausto, que todo lector culto debe tener en su colección y que las publicaciones literarias se han encargado de establecer como uno de los más importantes de la historia.

Lo irónico es que esa indignación sólo ha puesto de manifiesto que muy poca gente ha leído este trabajo y menos aún conocen las circunstancias bajo las cuales ha alcanzado el estatus que tiene.

El gran mérito que se le otorga a esta obra es la representación de los judíos como ratones, los alemanes como gatos, los estadounidenses como perros y los polacos como cerdos. Una metáfora que para muchos lectores sin conocimiento histórico puede parecer de gran valor, pero si investigamos un poco en la historia del cómic, encontraremos que es algo bastante común.

Los animales antropomórficos son un elemento socorrido al momento de contar historias y un ejemplo claro de este tipo de metáforas lo podemos encontrar en una novela verdaderamente indispensable: Animal Farm (La rebelión en la granja), de George Orwell, de la cual existe una versión en dibujos animados. En los cómics, un antecedente muy claro es Súper Ratón, en cuyas historias, los gatos son la representación de los malvados.

Finalmente, quien ha leído los dos volúmenes de Maus, sabe que más que un recuento del Holocausto, la historia gira en el descubrimiento, por parte del autor, de la historia de su padre, el cual narra sus recuerdos de la guerra, lo cual limita el valor histórico de la obra, pues no hace referencia a hechos ni documentos, para centrarse en la anécdota.

No pretendo minimizar la obra, eso es decisión de cada persona, sólo señalar que durante años los cómics han sido censurados en mayor o menor grado, pero a pocos parece importarles, hasta que se publica una noticia como esta.

Amigos lectores, Maus está disponible en todas las librerías, ha sido traducido al español y es muy sencillo de conseguir. La invitación es a conocer la obra y que ésta sea el punto de partida para leer muchos más trabajos que han sido olvidados debido a que no se consideran “obras de arte”.

Al final, la consigna es la misma: Lean más cómics.