Las buenas influencias (Primera parte de tres entregas)

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Por Francisco X. López

Los medios masivos siempre han contado con personalidades, famosos personajes con cierto prestigio que se prestan para sustentar ideas. En los cómics siempre han existido personajes que funcionan como el rostro de grupos y de ideas políticas, económicas e incluso religiosas, pero quizá por ser un medio más abocado al entretenimiento, durante años el público no analizó o sobre analizó lo que estaba leyendo, esto fue tarea de comunicólogos, psicólogos y sociólogos.

Como mencionamos anteriormente, en la época de la Segunda Guerra Mundial, los héroes de los cómics apelaban al sentimiento patriótico y a los miedos de la población para recaudar fondos, pero esto era de esperarse por el ambiente. Principalmente, los personajes se han utilizado para vender y eso casi siempre ha tenido buenos resultados. Los niños gastaban sus centavos para formar parte de clubes o para comprar los productos que comenzaban a presentar a sus favoritos en todas las ideas comercializables posibles.

Incluso, algunos autores alcanzaron fama más allá de las páginas de los periódicos, pero era eso, simplemente fama.

George McManus, Chick Young, Siegel y Shuster, Bob Kane, Chester Gould, Lee Falk y Harold Foster, eran autores conocidos y reconocidos, pero nadie se preguntaba por sus posturas políticas o intelectuales. Probablemente, el primer influencer de los cómics fue William Moulton Marston, creador de la Mujer Maravilla, quien se apoyó en sus ideas sobre el feminismo y las relaciones humanas para establecerse como una voz calificada y respetada. En los 40s y 50s, autores de otras latitudes comenzaron a hacerse notar, mientras en Estados Unidos, la censura callaba a las voces mas “radicales” como William Gaines y Harvey Kurtzman.

Pero la situación cambió en los 60 cuando Marvel surgió como una fuerza creativa incontenible y los creadores comenzaron a influir realmente en sus audiencias. Stan Lee pasó de ser un escritor y editor a una voz que entendía a los adolescentes y les entregaba historias con las cuales se identificaban, el ejemplo perfecto de un Head of Marketing, antes de que existiera el concepto. Jack Kirby transformó su arte para convertirse en un ilustrador reverenciado, cuyo estilo sigue imitándose hasta la fecha y cuyo nombre en una portada era razón suficiente para comprar un cómic, simplemente porque El Rey lo decía. Finalmente, Steve Ditko, dibujante de Spider-Man, se convirtió en un temprano opinador, pues al adoptar como propias las ideas del objetivismo de Ayn Rand, comenzó a plasmarlas en sus historias y en sus personajes, además de tomarlas como reglas de vida. Después de renunciar a Marvel, en 1966, trabajó en Charlton, donde creó a The Question, un justiciero que tomaba la ideología de su personaje Mr. A, donde cada episodio era una declaración de principios.

Algunos otros creativos adquirieron el nivel de celebridades, ya sea por la calidad de su trabajo o la popularidad de sus series, pero pocos llegaron a tener un peso específico en la mente del público en general, más allá de los lectores regulares.

El caso más significativo es Neal Adams, quien era un verdadero súper estrella en los 70s y quien al involucrarse en la demanda de reconocimiento de autoría por parte de Jerry Siegel y Joe Shuster, usó su fama y prestigio para presionar a Warner Bros. a evitar un desastre de relaciones públicas y conseguir que los créditos de las películas incluyeran a los verdaderos autores. Los autores se hacían escuchar y esto era apenas el principio.

Continuará...