Los límites —¿absurdos?— del coleccionismo (1 de 3)

Foto: DC Comics

Por Francisco X. López

La Real Academia define colección como el conjunto ordenado de cosas, por lo común de una misma clase y reunidas por su especial interés o valor, y al coleccionismo como la técnica para ordenar adecuadamente una colección. Una definición más amplia lo califica como una forma de ocio consistente en reunir, conservar y mostrar todo tipo de objetos por motivos de conocimiento; reunir, rodearse y disfrutar de objetos bellos, raros o valiosos, dándoles un fin para el que nunca fueron concebidos.

Actualmente vivimos en una sociedad dominada por el consumo de información y contenidos de entretenimiento, pero además dedicada como nunca antes al coleccionismo, con un sentido de pertenencia y de jerarquización social.

Los cómics comenzaron a ser coleccionados por el simple deseo de conservar todas las historias y aventuras de los personajes favoritos, sin afán acumulativo o de especulación, pero, como todo producto de la cultura popular, con el tiempo las viejas historietas comenzaron a convertirse en objeto de deseo, sobre todo para los nuevos lectores que anhelaban leer las historias que se habían perdido.

En 1939 surgió en Kansas el primer negocio basado en la compra y venta de cómics y revistas usadas. El creador fue Harvey “Pop” Hollinger, un profesor retirado que notó que los cómics usados tenían buena demanda entre los clientes de su tienda de segunda mano, por lo cual comenzó a comprar varios ejemplares de cada serie y a organizarlos. Apenas un año después ya surtía a varios locales en Kansas y comenzó a anunciarse en los mismos cómics ofreciendo comprar los ejemplares viejos y usados. Poco a poco su negocio fue creciendo, pues más allá de su imaginación, muchos adultos buscaban los cómics que leyeron cuando niños. El volumen de ventas creció y tuvo la idea de crear un club, en el cual por una cuota mensual, los miembros recibían en sus casas de 5 a 10 cómics de su elección.

Con la censura de los 50, los cómics redujeron drásticamente sus tirajes, y no fue hasta los 60 cuando una nueva generación de lectores comenzó a buscar y comprar aquellas viejas revistas.

Las primeras convenciones o reuniones de fans contribuyeron a construir una comunidad de coleccionistas y con ellos llegó la primera guía de precios en los 70. Poco después surgieron las tiendas de cómics, como las conocemos en la actualidad, y la compra y venta organizada de ejemplares viejos y/o raros se estableció más que como un negocio, como una industria. En los 80 era común encontrar anuncios de compra venta, pero también era relativamente fácil conseguir los llamados “Santos Griales”, como referencia podemos decir que en 1973 un Action Comics #1 se vendía en 300 dólares. Con la aparición de mayoristas como Mile High y Midtown Comics, casi cada ejemplar publicado se podía conseguir, además de que los números nuevos se vendían por paquetes de suscripción a precios más bajos que los de portada, pero a finales de los 80 llegó la verdadera revolución.

La batimanía lo cambió todo y por un momento todos querían leer y saber sobre los superhéroes, a las publicaciones especializadas se sumaron nuevas revistas que no sólo daban información, también eran vehículos de promoción para las editoriales y los creadores. La más famosa fue Wizard Magazine, publicación que no sólo presentaba entrevistas, noticias y artículos, también promovía a ciertos dibujantes y personajes con un Top Ten mensual y además incluía una guía de precios que se actualizaba constantemente, como una bolsa de valores, impulsada por las ventas esperadas de ciertas series o la popularidad que se presumía a alguna serie o personaje.

La era de la especulación había nacido.

Continuará…

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