Los límites, ¿absurdos?, del coleccionismo (dos de tres)

Foto: Especial

Por Francisco X. López

A principios de los 90 se dio el boom del cómic, en un mercado dominado por Marvel y sus franquicias del Hombre-Araña y los Hombres-X, vendiendo cientos de miles de ejemplares cada mes. 

En 1992 todos querían una rebanada del enorme pastel. Image Comics inició operaciones buscando que los creativos obtuvieran las ganancias por su trabajo. Para celebrar el 30 aniversario del Hombre-Araña se lanzó una línea de títulos ambientados en el futuro: Marvel 2099. Dark Horse y Valiant se abrían camino entre las preferencias, pero fue DC Comics quien cambió el juego para siempre. 

La muerte de Superman generó una expectativa y cobertura de medios nunca antes vista, logrando que en noviembre se alcanzara el récord histórico de 30 millones de dólares en ventas combinadas en un sólo día. Superman murió y regresó, a Batman le quebraron la espalda, Magneto le quitó al Adamantium a Wolverine, Linterna Verde se volvió un villano. Peter Parker tenía un clon, Los Vengadores y los 4 Fantásticos renacen en un nuevo universo, Había una nueva Mujer Maravilla, Thanos se apoderaba de las Gemas del Infinito, Marvel y DC se enfrentaban en la madre de todas las batallas. 

Todos parecían comprar y leer cómics. La gente en las oficinas, escuelas y en transporte público, llevaba sin vergüenza sus “cuentitos”. Por fin había convenciones y tiendas de cómics en México y los fans ya no eran “raritos”, ahora iban en camino a convertirse en parte del mainstream

Miles de nuevos lectores notaron que el cómic era una mercancía deseada que podía aumentar su valor en poco tiempo, pasando de ser un hobby a convertirse en una inversión. No bastaba comprar un ejemplar, había que conseguir varias copias para guardarlas esperando venderlas en un futuro cercano. 

Como referencia, el Action Comics #1 ya se cotizaba arriba de los 150 mil dólares y muchos ejemplares de los años 60 y 70 comenzaban a ser buscados activamente por los coleccionistas antes de que se disparara su valor.  Todo se valía con tal de incrementar las ventas: portadas alternativas, cómics en bolsas selladas, tarjetas de colección incluidas, muertes, regresos de la muerte, nuevos personajes, nuevos protagonistas, revelaciones impactantes y muchas series nuevas, muchos cómics con un número 1 en la portada que prometían ser los nuevos tesoros para los coleccionistas. 

Comenzaron a aparecer revistas especializadas, guías de compra y coleccionismo, tablas de valuación y las listas de precios eran la herramienta principal del coleccionista. 

El lado amargo fue que apareció lo que después se conocería como gatekeeping. Los “verdaderos fans” menospreciaban y relegaban a los novatos, aquellos que “no habían sufrido” y ahora se subían al barco. Los comerciantes se aprovechaban de su desconocimiento para venderles mercancía cara y sin valor, pero la voracidad y la precipitación crearon una burbuja que se desinfló lenta e inexorablemente. 

Las ventas cayeron, editoriales quebraron, series fueron canceladas, personajes olvidados, muchos lectores tiraron la toalla y ejemplares que prometían venderse en cientos o miles de dólares, ya sólo valían el papel en el que estaban impresos. El panorama era de un gris oscuro. Cientos de cajas con “Ediciones para Coleccionistas” permanecían en las tiendas y en las bodegas, esperando por mejores tiempos; pero las semillas de una industria multimillonaria, que haría girar los engranajes del entretenimiento masivo en el nuevo siglo habían sido sembradas. Además, una serie de eventos inesperados que comenzó con la salida a bolsa y posterior quiebra y venta de Marvel, haría que nuevos actores entraran a escena. 

La era de los superhéroes estaba por nacer. 

Continuará…