"Justicieros", una arma de doble filo en la capital

Por: Diego Ríos

@diegorioz

El último asalto que cometió Humberto Javier Villalobos Mejía, de 33 años de edad y originario de la colonia Morelos, fue en los festejos por el día del padre. Una bala calibre 9mm entraría por su axila derecha y le atravesaría el corazón hasta salir de su cuerpo. Según los peritos de la Procuraduría de Justicia (PGJ) capitalina, su muerte fue al instante. Esa noche su esposa y sus dos hijos se enterarían de su paradero por las noticias, ya que su víctima, Juan Carlos Lora Abraham, aprovechó un descuido de Humberto para defenderse mientras caminaba con su esposa y sus dos hijas por los alrededores del parque Lincoln, y repeler el intento de asalto con una pistola calibre .380.

Juan Carlos se puso a disposición del Ministerio Público, en donde se determinó que su actuar había sido en legítima defensa, ya que Humberto cortó cartucho, él, velando por su propia vida y la de su familia, y tras demostrar que tenía permiso para portar armas, fue puesto en libertad.

El caso anterior, de acuerdo a Erik Rauda, doctor en Derecho Penal por el Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas, Juan Carlos libró la cárcel, porque en este caso quien murió era un presunto delincuente que lo apuntaba con un arma de fuego. “Para que la legítima defensa sea válida debe ser en respuesta de una agresión sin derecho ni provocación, también debe haber la necesidad de defensa; es decir, que sólo procede cuando no hay otra opción, te defendías o te causaban un daño a ti o a un tercero, además debe ser proporcional”, explicó.

Itzel de 15 años fue amenazada con un cuchillo, privada de su libertad y atacada sexualmente por más de dos horas por Miguel Ángel Pérez Alvarado. Las agresiones ocurrieron en las inmediaciones del metro Taxqueña. “Salí de la escuela temprano y fui a buscar a mi papá. A una cuadra de tomar mi camión me abordó un tipo, comencé a correr con la esperanza de que hubiera gente que pudiera ayudarme y fue cuando este tipo llegó y me amagó con un cuchillo. Me dijo que caminara con él, llegamos debajo de un puente y abuso de mí varias veces”.

“Me decía que me iba a morir, que yo me lo había merecido. Entonces comenzó el forcejeo, el tipo comenzó a quererme quitar el cuchillo y zafó el mango, empezó a decir que me iba a matar, que de todos modos ya me había violado, fue entonces cuando sentí que el cuchillo se enterró”.

“Me lo quite de encima; el tipo se subió arriba de mí y me dijo que lo acababa de picar en el pecho. Llegaron dos motociclistas que empezaron a verme. Después me llevaron al tipo, parecía como desmayado, no creí que el tipo estuviera muerto, me enteré dos días después”.

Itzel mató a su agresor en legítima defensa; sin embargo, la Procuraduría General de Justicia capitalina le abrió una carpeta de investigación por el homicidio de Miguel Ángel Pérez Alvarado.

Luego de 26 días de que Itzel fue atacada, la PGJ emitió un boletín donde se expuso que “derivado de las diligencias integradas en la carpeta de investigación se determinó que la víctima quedaba libre de toda responsabilidad, debido a que actuó en legítima defensa, en virtud de que su integridad física y su vida estuvieron en riesgo”.

Los requisitos para justificar la legítima defensa, puntualizó Rauda, “deben ser muy estrictos, porque prácticamente es un permiso que da la ley para matar o lesionar a otra persona sin consecuencia alguna, y si los facilitan es permitir que una persona mate a otra simplemente porque le pareció que se estaba defendiendo. Simplificar los requisitos desvaloriza la importancia de la vida de otro ser humano, no se trata de matar solamente a los delincuentes”.