La vida sin reparos

Por Gerson Gómez Salas

Despertó adolorido en un cuarto del Zambrano Hellion. Dos días inconscientes. Sedado con el apoyo de los mejores médicos del norte del país. Valió verga, pensó.

-¿Dónde chingados estoy?, el pulso acelerado detonó en la estación de auxilio. Llegaron las enfermeras a tranquilizar al ingresado. El médico residente le pidió paciencia para explicar cada uno de los detalles.

Del accidente en la frontera del centrito de San Pedro. Entró también el principal de sus guaruras. En la nebulosa de la memoria, la fiesta en el bar. El poder del house music.

Cada ida al sanitario para aspirar la cocaína de tu confianza. Lavada y con sabor a coco. Al trópico como tu casa en Miami, la fortaleza de cristal donde te recluyes cada depresión.

Vodka raspberry absolut, cocaína y el grupo de amigas de tu novia.

-Pudimos evitar las fotografías del Ferrari, fue pérdida total el auto. El seguro no va a cubrirlo, te lo mencionó Adalberto, tu guarura con formación en el Mossad.

-Se va a encabronar mi papá, le respondiste. De seguro va a tratar de internarme otra vez en la clínica. No soporto otra rehab.

La llamada en la extensión del cuarto. Respondió Adalberto. – Es su mamá patrón-

Ella lloraba rendida. Desde niño te conocieron como el león, por el cabello rubio y los gestos felinos de los ojos.

-Mamá, ya no puedo más, respondiste. Si te sirve de algo, como en muchas otras ocasiones, voy a cambiar. Solo no le digas nada a papá del auto. Fue la última idiotez de la vida.

-Ojalá hayas entendido como te protegió la Virgen, encomienda tu alma y cuerpo a ella, vas a encontrar mucha paz.

Lloraste del otro lado de la línea telefónica. Treinta y cinco años de excesos. De rumba por todas partes del mundo. El matrimonio con Patricia se fue a la mierda desde el segundo mes.

Procrearon como obligación. Hasta el momento en donde se esfumó cada una de las nubes de la paciencia. Los apellidos de ambos se desenlazaron en un acuerdo beneficioso para ella.

Te reventaste las siguientes tres vidas de tu felina existencia. Pusiste la máscara para las cosas feas. Eludir el trabajo o participar en el consejo directivo de cada una de las añejas empresas de la familia.

Cerveza, cartón, corcholatas, vidrios, de toda la familia es fundadora y con participación accionaria. Ingresos vitalicios asegurados por lo menos en diez generaciones.

En tus debruces conociste a Sabrina, divorciada del mismo nivel al tuyo. La amachinaste con los viajes en helicóptero para ir de compras a San Antonio. Hablaron mil veces de tener un hijo en común.

Compraron un cachorro de Husky y un gato egipcio. Ambos con permiso de importación desde sus países de origen.

La noche del enojo ella te pidió darse un break. Soy un hombre de 59 años no un chamaco. Esnifar es tu deporte favorito. El tigre ruge y todos tiemblan. El zarpazo del Ferrari contra la caseta de la policía te dejó inconsciente.

Sabrina gruñó de tu pendejada. A ver si aprende pronto a ser un hombre.

Te dieron de alta y te permitieron salir del Hospital Zambrano Hellion. La salud no tiene precio.

Adalberto te llevó en silla de ruedas por el sótano del estacionamiento alterno. Las luces apagadas y al fondo las luces de un Ferrari nuevo. Regalo de tu mamá, para no permitir un regaño más de tu padre.

La vida es justa. Ojalá Sabrina me extrañe. Al retirar el collarín, dentro del Ferrari, el motor rugió.

-Tiene el tanque lleno, mencionó Adalberto. Usted me dice para donde, les indico a los de la avanzada. Vamos a dar el rol hasta el atirantado. Luego, a Ritual a comenzar una serie de tatoos de animales y motivos orientales de meditación espiritual. Es hora de cambiar. A nadar contra corriente, como el salmón. Vamos a rescatar el tiempo perdido.

Importante: Este contenido está redactado en sentido literario y es responsabilidad de quien lo escribe, no refleja la línea editorial del Diario de México