Lo leí en Círculo de Poesía

La voz y el rostro

Por Mijail Lamas

Debe ser un síntoma de nuestros tiempos que muchos de los libros de poesía que ahora mismo pueden adquirirse en las librerías, aspiran a la unidad temática, así como al repertorio acotado de procedimientos; resulta poco frecuente encontrar a poetas arriesgando por la diversidad temática en un solo volumen, o el abordaje ecléctico del poema. ¿Será que en tiempos de incertidumbre los poetas ven en la unidad temática la posibilidad de una certeza?

Personalmente extraño encontrar más libros en los que, en cada poema, el autor apuesta por la construcción de un corpus diverso de textos, ensayos variables de su propia escritura. Pienso sobre todo en Como la lluvia, uno de los dos últimos libros publicados por José Emilio Pacheco, en que el registro temático se corresponde con una búsqueda de las variedades de los tonos, y una versificación que explora tanto la preceptiva clásica como el verso libre; o en tiempos más recientes Las correspondencias, libro de Alí Calderón que recupera este espíritu de exploración de ritmos, así como enunciaciones superpuestas. En estos dos libros cada poema es su propia apuesta, cada uno su propia indagación lírica.

En un plano más universal, me viene a la memoria la poeta Wislawa Szymborska, que construía sus libros a partir de una miscelánea colección de poemas cuyos temas y procedimientos le entregan al lector puntos de vista contrapuestos e íntimos, recogidos con mirada perspicaz de los espacios más habituales de la cotidianidad, de los que la autora extrae marcas perdurables de la emoción o la sorpresa.

La lista de poetas que trabajaron de esta forma su corpus poético va de Baudelaire a Tomas Tranströmer, de Ramón López Velarde a Nicolás Guillen. El poeta esloveno Aleš Šteger pertenece a esta estirpe y su libro Nunca nadie en ningún lugar (Círculo de Poesía, 2018) da muestra de ello.

Afirma Henri Meschonnic que el poema “es una actividad, no un producto” y en el libro de Šteger, que reúne una rica selección de su producción lírica, queda patente que dicha actividad hace que el lenguaje se desplace a diferentes coordenadas: de las escrituras del yo (autoficción, relato autobiográfico o autonarración) a las escrituras metapoéticas donde el sujeto de la enunciación se adelgaza para dejar actuar al lenguaje.

El libro está dividido en seis secciones, las cinco primeras tituladas como los libros de los que se extraen los poemas, y la última sección que incluye poemas inéditos. En cada una de estas se destacan impulsos diferentes, aproximaciones a procedimientos variables, por ejemplo, en “Cachemira (1997)” leemos una revisión paródica de la liturgia, la fábula o la canción de cuna.

5. Te ruego que me concedas algo que ya te he pedido en parte: éxito, éxito constante y firme, para que cuando tú te olvides, yo mismo pueda cuidar de mí y mi familia, llenar la nevera y el tanque.

(…)

9. Te ruego que me concedas risas en los días de enfermedad y sonoras carcajadas cuando se presente la muerte.

10. Te ruego que existas sin titubeos, de modo rápido y eficaz, para que al fin pueda cerrar los ojos y dormir.

Así como los poetas arcaicos, Šteger no desdeña el ritmo del paralelismo sinonímico apoyado en las repeticiones anafóricas, cuya reiteración podrían resultar en un texto previsible, sin embargo, el autor logra producir una sorpresa mediante la concreción de un lenguaje directo y conversacional, proveniente de las mitologías mediáticas y el arte pop.

En “El libro de los cuerpos (2010)”, uno de los más interesantes apartados del volumen, observamos un sugestivo contrapunto formal: por un lado el poema de reflexión cuya sintaxis vertical se acerca al silogismo y por momentos recuerda al Paul Celan de Reja de Lenguaje:

Piensa fuego.

Eres fuego.

Extínguete.

Piensa agua.

Eres agua.

Agótate

Piensa aire.

Eres aire.

Expira.

Piensa tierra.

Eres tierra.

Excávate.

Piensa pensamiento.

Eres pensamiento.

Olvida.

En el mismo apartado, por oposición a esta adelgazada sintaxis, conviven tres poemas en prosa, cercanos a la larga tradición del Spleen de París baudeleriano, pero cuya narratividad se sublima con una vehemente afirmación del yo y la búsqueda de una pequeña epifanía final.

En muchos momentos de este libro el sujeto mira a su alrededor y de cada escena extrae los diferentes síntomas de una anomalía que puede definir la crisis de nuestro tiempo, un

poema a la vez la esperanza puede fracasar, pero la poesía es presentada como antídoto, como salvación ante el desencanto por medio del humor.

Al final, como afirma Henri Meschonnic, “un poema es lo que un cuerpo le hace al lenguaje”, pero el cuerpo necesita de la voz para dejar constancia de su paso por la tierra, de ahí que este libro de Aleš Šteger nos convoca como lectores a repensar esta relación en tiempos en que la simultaneidad de los acontecimientos parece desvanecer las voces y los rostros:

La palabra

Necesita

El cuerpo

Para salvar

A la palabra

 

Libro disponible en: https://circulodepoesia.com/tienda/index.php/producto/nunca-nadie-en-ningun-lugar/