Lo leí en Círculo de Poesía

Lo leí en Círculo de Poesía

La pugna entre la despedida y el desvelo en Tres cartas de la memoria de las Indias

Por Fernando Salazar Torres

Al Berto (Alberto Raposo Pidwell Tavares, Portugal, 1948-1997) es una de las voces más significativas de la poesía portuguesa de los últimos tiempos, su obra, invadida por el miedo, la angustia, el desasosiego, la muerte, pero también por la memoria, la urgencia de huir, el viaje a través de la escritura misma y la autorreflexión. En 2016 se publicó un poemario, Tres cartas de la memoria de las Indias (Círculo de Poesía, Valparaíso México) con traducción del poeta Mario Bojórquez. Como nota, al principio del libro vienen dos referencias importantes: la primera que el poemario en cuestión fue escrito por Al Berto para un espectáculo del director Ricardo Pais, titulado Correspondencias; la segunda, que algunos fragmentos de tal poemario fue incluido en 1984 en el espectáculo “Ricardo Pais/Ballet Gulbenkian, Sólo lejos de aquí. Pensar en la construcción de una obra poética para ser empleada dentro del campo de la dramaturgia. Este vínculo modifica, me parece, ciertas dimensiones de construcción literaria.

Lápida, un poema, abre el libro, después vienen las tres cartas, poemas de largo aliento y cada una de tales misivas es precedida por un apunte, que especifica a quien va dirigida la carta y, también, distingue la naturaleza de la región a la cual corresponde cada árbol. La carta escrita a la novia, I. Carta del árbol triste (a mi mujer) se caracteriza porque el árbol de esa zona solamente florece en la noches y al salir el sol se le caen las flores; la segunda, II. Carta de la región más fértil (a mi padre) pertenece al lugar donde abundan múltiples árboles de frutas; y, finalmente, III. Carta de la flor del sol (a mi amigo) pertenece al escenario donde el árbol abre sus flores siempre a la luz del sol, es decir, el árbol de la flor del sol es el contrario al árbol triste. El amigo se contrapone, emocionalmente, a la mujer que abandona.

Y sí, al meditar sobre la estructura composicional, existe el escenario y la anécdota para creer en alguna dramatización.

El poeta sentencia en Lápida que la escritura es el destino de mirar el mundo desde la tiniebla, la predestinación de vivir y morir/ en ese simulacro de infierno. (Al Berto: 11). Pero la escritura también es y significa algo más que la angustia por vivir y el desasosiego por morir, infinitamente, como una secuela del mito de Sísifo, subir y bajar bajo el dolor de la escritura. Ésta es la memoria, pero no a manera de recuerdo ni como evocación, sino como construcción genuina. En cada una de las tres cartas redactadas, el campo de la textualidad y la escritura es el escenario de lo que está por venir, lo que es y lo que fue; la escritura es emoción, sí, como en Lápida, sin embargo, es memoria y tiempo de algo que no ha sucedido, pero que el poeta evidencia sucederá como es el caso de cada una de las acciones que hará la mujer abandonada, “cuando te levantes y abras las ventanas/la luz se esparcirá por toda la casa/ cubrirá suavemente los objetos y el mobiliario…[…]…serán tal vez las nueve/pero yo estaré irremediablemente lejos”. El árbol triste es el territorio de la destrucción del amor, el fin, el adiós sin despedida. También es un absoluto descontrol, o bien, alguna tentativa de locura.

También el libro es una confesión, el desvanecer del yo por externar aquello que sólo se medita. La carta dirigida al padre es el reclamo por el distanciamiento entre ellos, pero igualmente es la revelación casi diáfana de negar hechos realizados como el matrimonio y la dolorosa verdad de no amar más a esa mujer, porque a través de otro hecho se ha descubierto homosexual. Hago esta breve glosa para destacar el funcionamiento del yo en el poema como método lírico, la construcción es un yo hipotético a partir un “yo real”. En el periodo de la Modernidad la escritura del yo como meditación y autorreflexión vale para descubrir la autoformación. Esta caracteriza es natural a la narrativa y, en efecto, Tres cartas de las memorias de las Indias tiene marcas narrativas, las construcciones gramaticales, sintácticas, incluso semánticas, están dentro de la narración, los márgenes asociados entre la lírica y la narrativa son evidentes, pero esa unión también genera vértice con el teatro. La estructura de versículo cuya historia en realidad son tres para ser representadas en el escenario lo cual no se realizó total sino parcialmente.

Creo que en la poesía siempre está presente algo de autobiografía. En el caso de Al Berto es latente su inclinación sentimental por el amigo, remitente de la tercera carta. Es la más extraña de las tres, porque aquí, en el territorio de la escritura se cruzan un sueño y la voz de la mujer soñada. El espacio de la voz femenina puede ser otro poema dentro del poema. Al momento del fin del sueño, de la caída de la voz de la mujer comienza la carta para el amigo, el amante del cual también se despide con amargura y soledad.

El poemario, en su conjunto, es el viaje sin regreso, la huida, el adiós que da al mundo, la zozobra por vivir, la desesperación cuya forma no es unívoca, sino multiforme, polifónica, la desarticulación del yo en el poema. El lector encontrará en este breve pero sustancial libro temas vinculados al amor, el desencanto, la ruptura, tres historias cruzadas como fronterizos son los temas y las estructuras de los géneros, poesía, narrativa, cartas, drama, en una obras por demás angustiante.

Libro disponible en:

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