Lo leí en Círculo de Poesía

Anotaciones sobre Todo se transforma, de Eleonora Finkelestein

Por Adalberto García López

La metamorfosis en su acepción más científica es la capacidad que tiene un organismo en transformarse en otro. Si habláramos desde una perspectiva mucho más general, entenderíamos que se trata de un cambio, un desdoblarse en otro concepto, una reinvención.

En Todo se transforma, de Eleonora Finkelestein (Argentina, 1960) asistimos a la posibilidad del cambio. Ya el título nos indica que todo puede cambiar, transformarse, que la poesía es también la posibilidad de reinventarse pues quien verdaderamente ha sido herido por su luz nunca vuelve a ser el mismo. Así esta bella antología, que Círculo de Poesía y Valparaíso México publicaran en 2017, va trazando múltiples formar de transmutar, algunas veces desde un plano evocado, otras desde un plano más verosímil.

No sólo la lectura de la poesía es una transformación, la acción de escribir poemas es también un acto donde quien la realiza modifica por completo el sentido de su vida. La persona que decide tomar la pluma y comenzar la escritura de un texto con un rumbo aparentemente incierto, se va a enfrentar a un recorrido de máscaras en donde dejará detrás su propia identidad o personalidad.

A lo largo de la historia de la literatura la metamorfosis o el cambio ha sido una pieza fundamental como tema o principio de creación, los primeros ejemplos que nos vienen a la mente, quizás, son Las metamorfosis, de Ovidio y, más recientemente, La metamorfosis, de Franz Kafka, pues sus respectivos títulos ya nos indica de qué tratan estos textos. También Gonzalo Rojas reuniría su obra con el título, una bonita paradoja, Metamorfosis de lo mismo.

En este libro de Eleonora Finkelestein estamos ante poemas de diversos tonos, a veces iluminados por la memoria de la infancia, otras veces ambientados con música o referencias literarias, otras tantas salpicadas de reflexiones pesimistas y noticias desalentadoras y sórdidas. Su poesía es producto de la feliz conjunción del tono conversacional, la autoficción, el monólogo interior y un lirismo caótico. Apunta bien Mijail Lamas en la cuarta de forros: “(…) se mezclan canciones y sueños para que los poemas cabalguen, para que en ellos aniden memorias de viajes y uno que otro descenso al infierno. En este libro la poesía encuentra la raíz de la locura en las cosas sencillas y acepta, con luminosa melancolía, los frutos del azar.”

Los poemas están construidos a partir de cambios, entre la tensión de lo que fue y lo que ahora es, entre la esencia y la apariencia de las cosas, entre lo que se dice y lo que se calla, lo que puede ser visto y lo que permanece oculto: el yo lírico cambia su máscara o identidad, la narración sugiere modificaciones en los personajes o los espacios donde aparecen, las acciones de los personajes involucran nuevas destrezas que no sospechábamos. En algunos poemas es más evidente esta anotación. Por ejemplo, en el poema “Misterios de la naturaleza”, el yo lírico plantea cómo va adquiriendo sensibilidades, posturas que pertenecen a animales y que, por lo tanto, no le pertenecen. Al respecto de esta transformación dice:

Tiene que ver con arrodillarse y cavar.

Con andar en cuatro patas.

Con tener zarpas y pensar en carne cruda,

con tener miedo de los propios dientes.

Tiene que ver con perseguir algo y jadear.

Perseguir algo y reventarse el corazón.

 

Incluso, se trata de una transformación que involucra convertirse en un animal como fuera en La metamorfosis de Kafka: existe una incertidumbre en los motivos de este cambio lo que produce una angustia que raya en el delirio.

Otra manera en la que la metamorfosis o el cambio se hace presente en los poemas es cuando una persona ya no coincide en el tiempo presente con quien fue en el pasado es decir, pareciera que este nuevo “ser” es en todo contrario a aquel que fue antes. En el poema “La vida de los insectos” (recordemos que esta es la especie que tiene la curiosa capacidad de hacer metamorfosis) el cambio se produce en la fe, en la creencia de Dios; el yo lírico nos confiesa al final:

–Primo –le dije–, no puedo guiarte,

pero debo confesar algo incómodo:

últimamente rezo casi todo el tiempo.

Me parece que creo en Dios.

 

Uno de los efectos de la metamorfosis es que produce la sorpresa: el inesperado final, la compleja transformación. Estos versos finales son una clara demostración de la sorpresa que debe suscitar todo buen poema.

La poesía iberoamericana ha entendido que el tiempo actual es múltiple, fragmentario, y que se rige a partir de una reinvención constante. De ahí que el poeta deba asumirse como otro, transformarse en otro. Bajo esta noción se escriben mucho de los poemas de esta antología:

 

Estoy cansada de ser yo misma todo el tiempo.

De funcionar como una máquina.

 

Surgen entonces la mutabilidad de su expresión; por eso los distintos escenarios, las distintas voces, el constante cambio: siempre se busca mutar en otro. Desde esos muchos lugares se construye la enunciación poética que confirma a Eleonora Finkelestein como una de las voces más interesantes de la poesía panhispánica reciente. Su trabajo literario es un magnífico ejemplo de los alcances que puede tener esta poesía, una de las más vitales del mundo.

Decíamos que quien se ve sorprendido por la poesía no vuelve a ser el mismo jamás. De igual manera, quien lea este libro comenzará por ser otro, mutará en alguien distinto, más pleno.