Martín Hernández: Amarás el audio sobre todas las cosas

Por Carlos Meraz

En el cine, el sonido le otorga credibilidad a la imagen. Quizá por ello el director y productor George Lucas advirtió que “el sonido es la mitad” de la experiencia de ir a una sala. Recrear con fidelidad ese ambiente en el estudio es una labor creativa, fascinante, minuciosa y casi de precisión quirúrgica, apta sólo para un obsesivo del audio, como Martín Hernández.

Esa pasión por el audio cinematográfico empezó hace 20 años con Amores perros, la ópera prima del director Alejandro González Iñárritu, a quien conoce desde hace casi 40 en las aulas de la Universidad Iberoamericana y con quien a mediados de la década de los ochenta fundó la estación de radio WFM y luego la compañía Zeta Films.

En la radio, tanto en WFM como en la desaparecida Radioactivo, hizo época como su locutor estrella, con una voz con textura de transmisión radial que hoy es parte de un pasado irreversible a sus 57 años, ya que su fascinación atemporal es la narrativa del sonido cinematográfico, que le ha dado dos nominaciones al Oscar en Mejor Edición de Sonido por Birdman or (The unexpected virtue of ignorance) y The revenant, las laureadas películas de Iñárritu, así como ser ganador de un BAFTA, un Goya y un Ariel. Así, quién en su sano juicio osaría en cambiar de frecuencia.

“Por alguna extraña razón el regresar al género radiofónico no me llama ya la atención en ninguna de sus formas. Lo que me interesa del ejercicio de la radio es la creación y producción de historias, pero nadie invierte en ello, por ahora. Regresar a ese formato de radio cuando éramos jóvenes, pues se necesita volver a ser joven y ya soy un viejito de 57 años. La pura melancolía no es razón, es sin razón”, advirtió.

En su paso por el cine además de trabajar en las películas de Iñárritu también ha colaborado con figuras como Fernando Meirelles (City of God), Guillermo del Toro (El laberinto del fauno) y Sean Penn (Into the wild). Actualmente es editor y productor de audio en Cinematic Media, donde se ha encargado de series como Hernán, Oscuro deseo y Pan y circo, entre otras.

“Hace seis años regresé a México por cuestiones familiares y por la índole de mi trabajo no es necesario en mi negocio estar establecido en una ciudad como Los Ángeles, pues todo lo puedo hacer desde aquí. Desde hace dos años ingresé a la compañía Cinematic Media, del Grupo Argos, para abrir la división de postproducción de audio, que no existía, para series, películas y plataformas como Netflix y Amazon.

“Los procesos de las series y el diseño de sonido es similar al del cine, así que no estoy aprendiendo nada nuevo, sólo cambian los tiempos. Creo que el mejor y más grande premio es que el director te vuelva a invitar a otro de sus proyectos. Sé que ahora Alejandro (González Iñárritu) está preparando uno y hemos tenido conversaciones de otra índole, que me hacen sentir que probablemente esté pensando en desarrollar una idea para ese proyecto, pero en eso suele ser muy hermético y sólo da información de forma sesgada”, relató.

Incluso es tal la devoción por  su trabajo que, según cuenta la leyenda urbana, cuando El Creador dijo que se haga el sonido... Martín Hernández ya escuchaba, con un fervor cuasi religioso, el audio envolvente del grupo Steely Dan.

CONTAR HISTORIAS MEDIANTE EL SONIDO

En un ejercicio de ping pong periodístico, Martín Hernández participa en un retrato hablado donde cada respuesta describe al ser humano detrás del personaje, en una suerte de charla de diván, a través del cuestionario de Proust, en una conversación diferente con un experto en audio ídem.

— ¿Con qué personaje de la historia te identificas?

— No por parecerme, pero me identifico con la ideología de Julio Cortázar. Cuando yo era adolescente sentía que me decía cosas en las que me sentía involucrado. Por mucho que amo la música no me identifico con ningún músico y sí con personajes de la literatura.

— ¿A quién te hubiera gustado conocer?

— En el mundo de la fantasía, sin duda alguna conocer a Cristo.

— ¿Qué maestro te hubiera gustado que te diera clases?

— He tenido la fortuna de aprender mucho de los directores con los que he trabajado, sigues aprendiendo y eso me hubiera gustado que me pasara con John Cassavetes, por ejemplo, al igual que con Terrence Malick.

— Si no hubieras sido hombre, ¿qué mujer te hubiera gustado ser?

— Me la pones difícil, porque las chavas ya de por sí son superiores en todos los sentidos. El simple hecho de ser mujer ya te pone en otra estatura. Podría ser cualquier mujer.

— ¿A quién le pedirías un autógrafo?

— A nadie. Una vez un amigo me pidió que si le podría pedir uno a Ryūichi Sakamoto y me mandó sus discos. Y cómo ya tenía una relación cercana con él, cuando estábamos en el proceso de The revenant, no me pareció ridículo hacerlo. Pero yo no se lo pedí para mi por pena y un año después el propio Ryūichi me regaló una copia firmada de la reedición en vinil del disco de la película Merry Christmas Mr. Lawrence. Es un tipo generoso que no está consciente del tipo de genio que es y del impacto que ha tenido en la música contemporánea. Su ego es inversamente proporcional a su talento.

— ¿Qué personaje del Mago de Oz serías?

— Me caga esa película, la odio.

— ¿Qué superpoder te encantaría tener?

— Quisiera tener el poder de arreglar las cosas.

— ¿Quiénes son tus héroes en la vida real?

— Cuando trabajaba en Los Ángeles ibas a cualquier restaurante y en la cocina se oía el desmadre y hasta los albures, de cuates que han tenido una vida difícil; probablemente ellos o sus padres tuvieron que cruzar la frontera como indocumentados y ya que están ahí son felices. Esa actitud es heroica y lo vemos también obviamente en México.

Por la obra que hice con Alejandro, el corto Carne y arena, conocí algunos de ellos y de sus historias destaca la de una madre, que llegó por el desierto con pollero y todo dejando a sus cuatro hijos en México; trabajó y junto dinero y regresó por un hijo y así lo hizo otras tres veces más hasta tener a su familia consigo. Si eso no es heroico, no sé qué diablos lo sea.

— ¿Qué fotografía o imagen nunca colgarías en tu sala?

— Una foto en blanco y negro de una montaña, con una frase inspiradora.

— ¿Cuál estación no sintonizarías ni por error?

— En México escuchó muy poquitas estaciones, una de ellas es W dónde está Gaby Warkentin, la otra Aire Libre, Carmen Aristegui y párale de contar.

— ¿Con quién nunca trabajarías ni aunque te pagaran triple?

— Ahí sí que la lista es abundante. Si estuviéramos en abundancia, diríamos que tantita mugre no le hace daño a nadie, pero no es el caso; así que no se debería abonar más desechos, que le hacen daño al ya de por sí muy magro patrimonio intelectual de la humanidad.

— ¿Qué canción crees que al escucharla varias veces puede ser equivalente a una tortura?

— Cualquier cosa de reguetón, que son brutalmente ofensivas con las mujeres o con algo de la década de los setenta y ochenta en México, que era música muy fea que llegó aquí, como la de Camilo Sesto.

— ¿Qué canción te genera inevitablemente el deseo de bailar?

— Ninguna. Tengo dos pies izquierdos.

— Si tuvieras el DeLorean de Volver al Futuro, ¿irías al pasado o al futuro?

— Regresaría a varios momentos de mi vida nada más para arreglar ciertas cosas. A partir de 1974 para reparar ciertas cosas que evidentemente son irreparables.

— ¿Ante qué personaje que coincidieras en la calle optarías por cambiar de acera?

— No me gustaría toparme con Enrique Peña Nieto. En algunas fiestas, desafortunadamente, me he topado con esa clase de personas y prefiero fingir demencia y salirme.

— ¿Cuál es tu pasatiempo?

— Andar en bicicleta, sigo rodando en ruta y en montaña. El ejercicio siempre ha sido un tema terapéutico.

— ¿Qué es lo que menos te gusta de tu aspecto físico?

— Por dónde empezar... Soy tan feo, tan feo, tan feo, que hasta bonito se pone. Mientras le resulte interesante a mi mujer, ya con eso la hice.

— ¿Qué hábito ajeno no soportas?

— El desorden y no ser aseado, me llaman mucho la atención. No sabría decir si los soporto, sobre todo porque no sólo tengo oído de perro, sino también olfato de perro.

— ¿De qué palabra abusas?

— Del güey y cierro reflexiones con un sí o un no.

— ¿Qué platillo comerías antes de ser fusilado?

— Una sopita y un corte de carne de dos o tres pulgadas de grosor, conocido como tomahawk.

— ¿Cuál ha sido tu concierto favorito?

— Sin duda alguna la primera vez que vi a Steely Dan y a Peter Gabriel, y creo que ya nunca veré a Tom Waits.

— ¿Qué canciones describen tu personalidad?

— Your gold teeth, de Steely Dan.

— ¿Qué película marcó tu vida?

— Woyzeck (1979) y Fitzcarraldo (1982), de Werner Herzog; A woman under the influence (1974), de John Cassavetes; Drugstore cowboy (1989), de Gus Van Sant; Paris, Texas (1984), de Wim Wenders y Close encounters of the third kind (1977), de Steven Spielberg.

— ¿Quién es el mejor actor del mundo?

— Gary Oldman y muy cerca estaría Tom Hanks; en mujeres, Amy Adams y Glenn Close.

— ¿Cuál fue el último libro que leíste?

— Light at the edge of the world, de Wade Davis.

— ¿A qué político le darías un pastelazo?

— A Enrique Peña Nieto y a Felipe Calderón.

— ¿Cuál es tu máxima favorita?

— La tengo en un placa de madera que me regaló Randy Thom, con quien colaboré en The revenant, que decía algo así como “Si me estás preguntando si es muy temprano para comenzar a beber, eres un aprendiz y no podemos ser amigos”.

— ¿De qué te arrepientes?

— Tardaría tres horas... Nada más no me puedo arrepentir de haber nacido, porque yo no tuve la culpa.

— ¿Cuál es tu idea de la felicidad perfecta?

— Es perpetua mientras dure unos cuantos segundos.

— En la última cena de tu vida, ¿quiénes serían tus 12 hipotéticos invitados?

— Siete amigos, que ya saben quiénes son, mi familia que son tres y dejaría dos sillas vacías.

— Y como tú Judas, ¿quién sería el invitado?

— Habría que poner otras mesas al lado.

— ¿Cómo te gustaría morir?

— Como los santos, dormido en mi cama.

— ¿Qué diría tu epitafio?

— ¿No qué no, doctor?

— ¿Qué te inspira un periodista?

— Cuando hacen un trabajo excepcional, me inspira. Al igual cuando poseen paciencia y tienen el don de escuchar. Un buen reportero crea historias, lo demás ya está en internet. No hay que olvidar que la estupidez nunca ha dejado de estar de moda.