Metro, vía de subsistencia de vagoneros invidentes

Por Nadia Venegas

La vida de Vicente cambió cuando tenía 27 años, momento en que se le determinó ceguera legal.

El joven originario de San Luis Potosí había cambiado su residencia 11 años atrás, luego de su boda se fue a vivir a la Ciudad de México en donde trabajaba como chofer.

“Fui trailero y taxista, manejé de todo”, relata, “para los 27 ya tenía a mis dos hijos, Vicente y Emanuel, estaban chicos, uno no va a pensar que algo así le va a pasar”.

El problema inició cuando tenía 12 años, estaba en la secundaria cuando se percató de que tenía una mancha negra en su visión.

“Me sentía a veces como que me volvía loco, las líneas no las veía rectas, fue cuando comencé a ver unas manchas, era como si un pedazo de lo que ves no estuviera, pero no pensé que fuera grave y no había dinero para ir al doctor”.

“Sólo acabé la secundaria y luego empecé a trabajar de chofer, usaba lentes, pero me acuerdo que no me ayudaban mucho”, agregó.

Con el paso de algunos años, aquel síntoma que tenía anunciaba una extraña padecimiento llamada Stargardt, misma que 15 años después lo dejó ciego.

“Cuando pasó el tiempo era más grande la mancha en el ojo izquierdo, luego empezó el derecho con lo mismo, a los 25 ya no pude trabajar más”, cuenta, “es una enfermedad que no tiene cura, ni tratamiento; no se puede hacer nada”.

A diferencia de otras personas con ceguera y débiles visuales, la enfermedad de Vicente no es evidente, lo cual le ha provocado algunos problemas.

“Todo lo que sabía hacer ya no se podía más; algún tiempo traté de ayudarle a mi mujer con la venta de papas con salsa que ella tiene, pero es muy difícil, uno tiene que confiar en la buena voluntad y no, hay mucha gente mala”.

Ahora Vicente labora en andenes y estaciones del Metro.

De acuerdo con información del Sistema de transporte Colectivo (STC) se tienen aproximadamente 350 permisos para ventas que realizan invidentes dentro de las instalaciones, mismas que se dan a cambio de cuotas económicas, pero en algunas ocasiones incurren en faltas administrativas.

“Nosotros tenemos invidentes trabajando, les hemos dado espacios y un gran número de permisos”, dijo el director del STC, Jorge Gaviño.

“Nos hemos encontrado que muchos de ellos dejan a alguien encargado del negocio y se van con su bocina a tratar de seguir sacando dinero en los vagones y eso no lo vamos a permitir”, advirtió.

El caso de Vicente es uno de ellos, él no cuenta con permisos, pero con una bocina y un vaso recorre los convoyes de la Línea 3 para obtener recursos.

“En seis años, he tratado de hacer muchas cosas, pero no me han jalado bien, no es porque yo quiera estar aquí, pero no sé qué más hacer”, aseguró.

Gaviño indicó que por seguridad busca la forma de evitar que los invidentes recorran las instalaciones a fin de evitar accidentes, además de que se tiene un compromiso con los pasajeros de quitar a los “vagoneros”.

De acuerdo con información del STC, la Línea 2 que va de Cuatro Caminos a Taxqueña está libre de vendedores en un 85%, pero mediante un recorrido por la zona se constató que prevalece la presencia de ambulantes.

El Metro dio a conocer la forma de operar de los informales, quienes llevan bultos o bolsas y esperan hasta que se cierren las puertas para iniciar a ofrecer sus productos, lo cual, aseguran, hace más difícil detectarlos, pues en el momento en que el convoy llega al andén “se vuelven a disfrazar de usuarios y se van a otro vagón”.

El Metro tiene permisos para personas invidentes en la modalidad de Permiso Administrativo Temporal Revocable, a quienes cobran cerca de 3 mil pesos mensuales, por rentas de locales pequeños.

Algunas de las estaciones donde se les permite vender son Jamaica, San Pedro de los Pinos, Barranca del Muerto, Cuitláhuac, Gómez Farías, Zapata, entre otras.

Para Vicente, la medida contra los ciegos vagoneros es exagerada, pues considera que son personas con limitaciones para hacer otras actividades.