Poniatowska es Amor

Por Carlos Meraz

Sin temor al error es la última gran escritora de su generación y la intelectual femenina más vigente, famosa y querida de Hispanoamérica. A los 88 años de edad, Elena Poniatowska Amor divide la vida entre la computadora, donde alterna la literatura con el periodismo, con las llamadas telefónicas y con la ventana de su casa en Chimalistac por 37 años —a un costado del Parque de La Bombilla, en el barrio de San Ángel, donde en 1928 mataron al presidente Álvaro Obregón—, desde la que observa con emociones encontradas su mundo confinado, lejos de lo que más añora: el contacto con la gente, desde el pasado 23 de marzo de este pandémico año.

Si existiera un hipotético Real Diccionario Ilustrado de Intelectuales Mexicanos, en la palabra “escritora” sin duda aparecería el rostro con sonrisa a perpetuidad de la activista, escritora y periodista, quien cada vez que pone un pie fuera del hogar suele ser abordada por conocedores e inexpertos para el autógrafo o la selfie con la mujer de letras más respetada y entrañable, alguien que en el apellido materno delata una inevitable suerte de declaración de principios.

Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor nació el 19 de mayo de 1932 en París, Francia, siendo hija del último rey de Polonia, pero desde que llegó a nuestro país a la edad de 10 años decidió ser una mexicana más para poder vivir y contar la historia de la eclosión del México moderno, junto con sus eminentes contemporáneos: Carlos Fuentes, Octavio Paz y Carlos Monsiváis.

Poniatowska Amor se inició en 1953 en el periodismo en el diario Excélsior y dos años después se integró al periódico Novedades como una intrépida reportera que igual entrevistó a Juan Rulfo que a Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez. Es la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Periodismo en 1978; fue ganadora del IV Premio Alfaguara de Novela con La piel del cielo en 2001 y obtuvo el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes en 2013, entre muchas más distinciones.

Su obra ha sido traducida a 20 idiomas, con títulos indispensables para comprender a esta nación, desde Lilus Kikus, Todo empezó el domingo, Hasta no verte Jesús mío y La noche de Tlatelolco, hasta Nada, nadie, las voces del temblor, Tinísima, Eleonora y su novela más personal El amante polaco, erigiéndose como un baluarte de la escena intelectual y último bastión de un período en que los pensadores eran respetados, conocidos y, como ella, hasta queridos tanto por el público que lee como por el que no.

“Yo le puedo contar lo que acaba de suceder aquí, hace 10 minutos en la calle de San Sebastián: llegaron unos estudiantes, unas muchachas muy bonitas vestidas de Catrinas coronadas de cempasúchil y vestidos negros, y unos muchachos de smoking, con unos músicos que se pusieron a tocar y a cantarme. Fue una enorme sorpresa, yo no sabía lo que estaba sucediendo, lo agradecí muchísimo y también trajeron un perro negro, que se llama Akaal, porque está la leyenda de que los perros si uno se agarra de su pelaje te ayudan a atravesar un río para llevarte a la muerte, y todo esa representación fue para mi muy significativa.

“Pese a la pandemia sigo escribiendo todos los domingos un artículo de plana entera en La Jornada; pero también hago cuentos, novelas y ahora estoy en la segunda parte de la novela El amante polaco, que saldrá al inicio del próximo año.

“La visita de estos jóvenes me dio mucha fuerza e ilusión. En general he visto que la gente se ha quedado en su casa, ha guardado la debida distancia, hay pocas personas en el super, los comercios y también he visto, a través de mis nietos, que le ponen mucha atención a sus clases, se levantan temprano para tomar clase a través de internet; así que sí creo que hay una buena actitud, de no dejarse ir, de vencer y ser victoriosos ante la pandemia, no he visto derrotados. En el parque veo menos parejas que se besan, pero incluso eso sería un buen indicio porque quiere decir que se están cuidando”, sentenció en entrevista telefónica la autora, quien desde hace 14 años preside la Fundación Elena Poniatowska Amor A. C., ubicada en la colonia Escandón de esta ciudad.

MUJER DE LETRAS

En un ejercicio de ping pong periodístico, Elena Poniatowska Amor participa en un retrato hablado donde cada respuesta describe al ser humano detrás del personaje, en una suerte de charla de diván, a través del cuestionario Proust.

— ¿Con qué personaje de la historia se identifica?

— Con Juana de Arco.

— ¿A quién le hubiera gustado conocer?

— Obviamente a Albert Einstein.

— ¿Qué maestro le hubiera gustado que le diera clases?

— Con los grandes, como Víctor Hugo, con un mexicano de la talla de Carlos Pellicer y tuve la suerte de conocer, tratar y recibir cartas de Octavio Paz y Carlos Fuentes, de conocer a Juan Rulfo, Rosario Castellanos, Elena Garro y Guadalupe Dueñas.

— Si no hubieras sido mujer, ¿qué hombre le hubiera gustado ser?

— Me hubiera gustado ser un científico o astrofísico, como lo fue Guillermo Haro (su desaparecido esposo), también un descubridor o un ciclista, como Louison Bobet, quien ganaba todas sus carreras.

— Si pudiera elegir en quién reencarnar, ¿a quién escogería?

— Le diría que en mi madre, pero ella no fue muy feliz. Me gustaría reencarnar en alguien que sabe darle a los demás, en alguien que sabe escuchar, que tiene capacidad de entrega, alguien muy inteligente como Sor Juana Inés de la Cruz.

— Yo creo que las futuras generaciones dirán en Elena Poniatowska...

— ¡Ay, Dios mío! Muchas gracias.

— ¿A quién le pediría un autógrafo?

— Le pedí una vez una autógrafo a Cantinflas y se puso muy enojado, le caí mal, porque le pregunté: ¿por qué había canjeado su camiseta y su pantalón, que se le caía y se lo amarraba en las nalgas con un trapito, por dinero? Y solo me puso un garabato. Creo que no le gustó mi pregunta.

— ¿Qué personaje del Mago de Oz sería?

— Me gustaría mucho ser la beneficiaria del Mago de Oz: la que recibe los dones y es transportada a otro mundo, es decir, Dorothy.

— ¿Qué fotografía o imagen nunca colgaría en su sala?

— Creo que nunca colgaría una imagen de crueldad, porque no la aguantaría. Me sería muy difícil colgar un naufragio o una pérdida; aunque, por ejemplo, un pintor tapatío que se llamaba Chucho Reyes, pintó miles de calaveras y de muertos, con calacas azules y las llenaba de flores que mucha gente las colgaba en su sala o comedor y de Juan Soriano, otro pintor también, que hizo un cuadro realista, que se llama La niña muerta, que da mucha tristeza.

— ¿Que obra ajena le hubiera fascinado escribir antes que el autor original?

— Me hubiera encantado escribir como León Tolstói o Fiódor Dostoyevski o como la escritora belga Marguerite Yourcenar, una gran novelista y una mujer muy sabia.

— ¿Con quien nunca trabajaría ni aunque le pagaran triple?

— En mi época nunca hubiera trabajado con Fidel Velázquez (desaparecido líder histórico de la CTM), porque la verdad no creo que haya cuidado a los trabajadores, él siempre cuidó a los distintos gobiernos, como el de Adolfo Ruiz Cortines.

— ¿Qué canción le provoca inevitablemente bailar?

Me gustas tú y tú y tú / Y solamente tú y tú y tú... (canturrea el tema Piel canela, de Bobby Capó).

— Si tuviera el DeLorean de Volver al Futuro, ¿iría al pasado o al futuro?

— El futuro lo desconozco, no puedo imaginarlo, y no me imagino como astronauta; pero en el pasado, pues me hubiera gustado ser parte de un gobierno en el que se puede ayudar a tomar buenas decisiones. 

Me hubiera gustado muchísimo ocuparme de niños y de mujeres, siento que a las mujeres en México no se les da el suficiente respeto y no se les dan las oportunidades que tienen los hombres. En eso sí me hubiera gustado trabajar, pues no soy una feminista enloquecida que sale sin brasier a la calle a gritar por el Paseo de la Reforma.

— ¿Ante qué personaje que coincidiera en la calle optaría por cambiar de acera?

— Es una buena pregunta... pero fíjese que yo tengo mucha facilidad para querer a la gente y para encontrarle siempre una excusa si hizo algo malo. Pero bueno el (luchador profesional) Cavernario Galindo o ante un asesino de Lecumberri sí me cambiaría de acera.

— ¿Cuál es su mayor extravagancia?

— Dedicarme al trabajo en forma a veces desmedida. En ocasiones estoy demasiado tiempo delante de la computadora, sin darme poco tiempo para mi misma. Por ejemplo, en mi vida me han dado un masaje o ese tipo de cosas.

— ¿Qué es lo que menos le gusta de su aspecto físico?

— Cuando fui joven me dio tristeza ser chaparrita, pero ahora no me molesta nada por que resultó una ayuda enorme para ser periodista, porque podría entrar a todas partes y nadie me tenía horror ni miedo, todo el mundo era cálido y me contestaban las preguntas, se reían, así que para mi oficio fue una bendición. Si yo hubiera sigo una güerota, altota y chichona hubiera ofuscado a la gente, lo he visto en las reporteras de televisión, que además preguntan en imperativo categórico metiéndote el micrófono casi en la cara. Yo tuve muchísima suerte por mi pequeña estatura.

— Con todo respeto, usted es la chaparrita más grande que ha tenido este país...

— De verdad, qué amable, ya me levantó el ánimo para todo el año que entra. 

— ¿Cuál es su sentimiento favorito?

— La alegría y la solidaridad. Que los demás tengan sentimiento de apoyo hacia los demás, es algo que me gusta mucho, sentir esa unidad.

— ¿Qué platillo comería antes de ser fusilada?

— Algo muy nutritivo... posiblemente pediría un plátano. 

— ¿Qué libros propios y/o ajenos definen su personalidad? 

— Lilus Kikus tiene mucho de mi niñez o de una niña que tiene mis aspiraciones o mis gustos. Hasta no verte Jesús mío, aunque se trata una mujer de la Revolución Mexicana, morena, distinta, siento una enorme identificación y admiración hacia a ella.

— ¿A quien le hubiera dado el premio Nobel de Literatura?

— Me dio mucha tristeza que no lo tuviera Jorge Luis Borges. Juan Rulfo también lo merecía, aunque solo tuvo dos libros (El llano en llamas y Pedro Páramo) o Jaime Sabines, de quien los jóvenes saben sus poemas de memoria, como una vez es un teatro mientras él no encontraba el poema de Los amorosos, le gritaron desde gayola: ¡página 127!

— ¿Qué libro marcó su vida?

— El que me gustó mucho es la primera novela de Rosario Castellanos, que trata de una niña que ni siquiera tiene nombre, no se lo puso a lo mejor por modestia total o porque no creyó en sí misma, que se titula Balún Canán.

— ¿Cuál fue el último libro que leyó?

— Pues ahora estoy leyendo libros sobre Polonia para lograr terminar esta novela de El amante polaco, que resultan un poco difícil pues están en inglés, francés y otros idiomas que no conozco, pero se hace la lucha. 

— ¿A qué político le daría un pastelazo?

— A Gustavo Díaz Ordaz. 

— Si fuera presidenta de México, ¿cuál sería su gabinete ideal?

— Pondría una feminista para ayudar a las mujeres, con ayuda inteligente y no complaciente. Para lograr una mayor educación pondría a Marta Lamas, y en cultura también escogería a alguien de mucho carácter, que tuviera capacidad de entrega. 

— ¿Cuál es su máxima favorita?

— "Para todos sale el sol, por más tarde que amanezca".

— ¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta? 

— ¿Se acuerda de la canción de Cri-Cri? Ahí en la fuente había chorrito / se hacía grandote se hacía chiquito... Así es la felicidad, decía mi mamá.

Si uno fuera feliz todo el tiempo se volvería estúpido, perdería cualquier criterio, capacidad de crítica o reacción ante una injusticia o atropello. La felicidad existe solamente en ciertos momentos.

— ¿Cómo se titularía la película de su vida? 

— La película de mi vida debería tener la palabra amor, porque es mi apellido materno y siempre me quitan a mi mamá. Soy Elena Poniatowska Amor y ese amor tiene muchísimo que ver con mi actitud hacia la vida.

— En la última cena de su vida, ¿quiénes serían sus doce hipotéticos invitados? 

— Mis amigas María Consuelo Mejía, directora de Católicas por el Derecho a Decidir; Marta Lamas; la hija del doctor Ignacio Chávez, fundador de la cardiología en México; mi ahijada Ximena; mis diez nietos; mi hija Paula y la gente que me ha acompañado a lo largo de la vida.

— ¿Y quién sería su Judas?

— Sería un hombre que me ha hecho daño... pero no tengo mucha posibilidad de rencor, no sé guardar dentro de mi el nombre y apellido de alguien que me haya lastimado o traicionado.

— ¿Cómo le gustaría morir? 

— Todavía tengo que hacer algunas cosas... así que no me gustaría morir antes de lograrlas.

— ¿Qué diría su epitafio?

— No he pensado en ello, pero diría una frase ligada a la felicidad y al amor.

— ¿Qué opina de un periodista? 

— En México se discrimina a los periodistas. En muchas ocasiones he visto que mis entrevistados suelen echarle la culpa a los periodistas, quedando ellos como reyes, siendo que se tienen hoy en día grabadoras con las citas exactas.

Ser periodista es una lección de humildad enorme, porque te la vives esperando, haciendo antesala para que te den la noticia, aún cuando hayas subido un poco más de puesto.

En México no hay un clima ideal para ser periodista, porque no hay respeto sino miedo, y se habla de ellos como si no fueran escritores y sí lo son. 

Algunos se dicen periodistas solo porque ganaron mucho dinero, sin saber hacerlo, diciendo lo que ellos querían o les pedían que dijeran, haciendo del periódico lo que se les antojaba y también pagaban por su silencio, como en la época de Carlos Denegri o Julio Ernesto Teissier que estaban como columnistas en Excélsior.