Ripstein: 'El comercio y la prisa me han abolido la mirada del cine'

EFE

MÁLAGA.- El veterano director de cine Arturo Ripstein necesitó poco más de media hora para dar una clase magistral de guión, personajes, composición, rodaje y montaje de películas y lo hizo tras agradecer "humildemente" que el Festival de Málaga le otorgara su 23 Premio Retrospectiva.

"Empecé siendo un cinéfilo rabioso y lo que más me gustaba era ir al cine para tener una mirada; esto de pronto me lo han abolido el comercio y la prisa", denunció el maestro, que en unos meses cumplirá 75 años.

Cómodamente sentado en la biblioteca de su casa de Ciudad de México, Ripstein —acompañado en la sombra por su mujer Paz Alicia Garcíadiego, que saludó a última hora— se conectó vía telemática con el Festival de Málaga para charlar con la prensa y agradecer la Biznaga a toda una vida de cine que recibirá esta noche de manera virtual.

Rey del plano secuencia, Ripstein confesó al director del festival, Juan Antonio Vigar, que le dio la bienvenida, que filmar sin cortes se hace de dos formas, o con la cámara inmóvil mientras se mueven los personajes o al revés, y "en los dos casos el sentido del movimiento es ondulante, como el mar".

"Pero cuando se hace con cortes, la emoción está en la yuxtaposición, y esa ya es otra manera de entender el cine", dijo.

En ese momento, el autor de Profundo carmesí (1996) señaló que "últimamente no hay ni una cosa ni otra" y agregó que "el cine comercial y el virtual nos están acostumbrando a un lenguaje que solo tiene velocidad, la mayor enemiga del montaje".

Vigar admira en el creador "la minuciosidad de los guiones, la fluidez de sus planos secuencias, el ritmo pausado y a la vez preciso que permite analizar y al tiempo seguir a lo personajes" y su modo de introducir en sus películas "un análisis profundo de la vida y los sentimientos".

"Estoy muy honrado de darte el premio, sobre todo en estos tiempos tan feroces", señaló el director.

Desde su debut a los 22 años con Tiempo de morir (1965), el mexicano se ganó a pulso el reconocimiento del cine español, que le dio sus premios más importantes; del Nacional de Bellas Artes, en 1997, el segundo cineasta tras Luis Buñuel que lo tuvo; a dos Conchas de Oro del Festival de San Sebastián con Principio y fin (1993) y La perdición de los hombres (2000).

En 2003 obtuvo la nacionalidad española.

NOS HEMOS VUELTO MARTECINOS, MÁS NO MARCIANOS

Dotado de un crudo sentido del humor, el mexicano es famoso por sus arrebatos de genio; según sus amigos, un rasgo que imprime carácter también a sus películas.

Hoy también lo demostró cuando ha contestado al protocolario '¿como te encuentras?' con un "pues mal".

"Después de 160 días encerrados, las cosas se distorsionan, aquí no es como en la cárcel que se puede pensar en que cada día es un día menos. No se sabe, no hay mañana, no hay ayer, lo que hay es espacio y el espacio se deforma por completo cuando carece del tiempo", filosofa.

"Todos los días son martes y el martes es un día perfectamente idiota. Y nosotros nos hemos vuelto martecinos, cuando no marcianos", bromea el septuagenario.

Ha lamentado "con mucha tristeza" no poder estar en Málaga, ciudad española que le encanta, y dijo que "no puede pedir más", ahora que le darán una Biznaga.

Vigar le recordó una frase suya en la que el maestro aseguraba que las películas "se cuentan con el corazón, los ojos y las tripas de quien las hace, y por ello son, en cierto modo, autobiográficas".

"Enigmas de la historia, conocerse a sí mismo", respondió el cineasta, quien contó que, de jovencito, una tía le explicó que, cuando creciera, se "encontraría a sí mismo", lo que le produjo una gran turbación, "como si no existiera en ese momento. Llevo 62 años buscándome y aún no lo logro", asegura.

Así, siguió su vocación y creció en una profesión que le dejó "muchos momentos de júbilo, pero muchos más de fracaso. Ahora —señala—, conocerme a través de mis películas, pues no; ahora sé que algunas cosas que narro son por alguna realidad que me da miedo y la quiero transformar".

Tan particular este cineasta como sus películas: 34 largometrajes, algunos, documentales, la mitad de ellos, con premios internacionales, de Cannes a Sundance, además de una decena de series de televisión, pero de cuando no existían las plataformas.

Y antes de despedirse, otra sentencia magistral: "Las carreras de cine no se hacen con talento, sino con buena suerte".

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