Se conmemoran 50 años de los Olímpicos México 68

Los  Juegos  Olímpicos  de  México  68  iniciaron  un día como hoy de hace 50 años, una justa que era un reto para demostrarle al mundo que el país tenía capacidad para organizar uno de los eventos deportivos más importantes, pero que estuvo marcado porque 10 días antes fue la matanza de estudiantes en Tlatelolco.

Desde 1948 comenzó el deseo de organizar los Juegos Olímpicos, pero  Melbourne 1956  fue  la  ciudad  elegida;  en  1955  se  pidió  la  sede  para  la  edición  de 1960,  no  se  avanzó  mucho  en  el  tema,  ya  que  la  opción  fue  descartada  en  la  primera  ronda,  con  sólo  seis  votos  a  favor.  El  evento  fue  otorgado  a  Roma  y  cuatro años después a Tokio.

olímpicos México 68

Sin embargo, en 1963 se reveló que México sería anfitrión de los Juegos Olímpicos para la justa de 1968, al imponerse a Detroit (Estados Unidos), Buenos Aires (Argentina), y a Lyon (Francia), en una elección polémica, porque hubo países que se molestaron con la designación de un país tercermundista.

Había mucho   trabajo   por   hacer,   aprovechar   las  instalaciones  con  las  que  se  contaba,  remodelar,  construir  algunas,  planear  y  estar  listos  para  el reto de organizar el primer gran evento para el país,  dos  años  después  también  sería  sede  de  la  Copa del Mundo de futbol.

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LA LLAMA OLÍMPICA

México 68 fue el primero en la historia donde una mujer portó  la  antorcha  con  el  fuego  olímpico  para  después depositarlo en el pebetero del estadio.

Exactamente fue el 12 de octubre de 1968, cuando un repleto y eufórico Estadio Olímpico Universitario albergó la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos, donde por primera vez una deportista hizo los honores de portar la llama olímpica, llena de simbolismo y esperanza, en un país aún triste y sacudido por la matanza de estudiantes, 10 días antes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

Esa  tarea  le  fue  encomendada  a  la  atleta  bajacaliforniana, Enriqueta Basilio, quien cumplió el último relevo y recorrió la pista. Su único objetivo  era  llegar al pebetero y encenderlo. Era su meta en la vida, dice, dado que en ese año 1968, el mundo occidental se  encontraba  en  plena  efervescencia  de  un  movimiento por los derechos de la mujer.

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Subió decidida y con elegancia los 90 escalones hacia el pebetero,  saludó  al  mundo,  por  los  cuatro  puntos cardinales, y depositó el fuego para encender y arrancar el alarido del público emocionado que abarrotaba las gradas del Estadio Olímpico Universitario. “No sólo prendí el fuego olímpico, encendí el corazón de las mujeres”, reflexiona Basilio Sotelo en entrevista para ‘Deporte UNAM’, después de cinco décadas de haber ingresado  a  la  historia  olímpica,  sentada  al  pie  de  ese pebetero que la marcó de por vida.

Enriqueta Basilio asegura que también había otros significados en el hecho de que una mujer encendiera el fuego olímpico: “La lucha por la justicia, por la solidaridad,  por  no  seguir  permitiendo  que  nos  sigan  rechazando  o  haciéndonos  menos, también en el deporte, ahora el deporte no es amateur; es profesional, por donde quiera que lo vean”, finalizó.