Al caer la tarde los puestos de Tepito cierran y los únicos que se quedan son los auténticos tepiteños, pues para ellos el día apenas comienza. Divertirse, hacer las compras y hasta cortarse el cabello es lo cotidiano cuando cae el sol en el Barrio Bravo.
Dan las ocho de la noche y las calles Toltecas, Rinconada, Caridad, Jesús Carranza, Aztecas, entre otras, ya se observan tenebrosas para quienes no son del barrio. Entre la oscuridad algunos adolescentes inhalan algún solvente, otros ingieren alcohol. Las luces delanteras de los automóviles y de las motonetas son las únicas que alumbran esos pasillos con olor a mariguana.
Se observan niños y niñas de ocho años jugando sin miedo entre las sombras de la noche, “es su casa” dice Alfonso Sarquis, popular habitante y comerciante de Tepito.
Al igual ocurre en la calle de Ferrocarril de Cintura, denominada La Costera de Acapulco, ya que “es lo mismo pero sin playa, ahí se agarra viejo o vieja, depende de lo que busques es lo que encuentras, o si vienes a buscar pedo también” asegura.
En dicha calle el rugido de las motocicletas suena por todos lados, entre ellos hay niños que se divierten sanamente y otros que son una amenaza. “En la noche te encuentras lo bueno y lo malo. Hay gente ‘cábula’, porque en la noche salen los que en el día hicieron otras cosas; no a trabajar específicamente, sino a echar su desmadre”.
En tanto, las adolescentes visten con faldas cortas y atuendos ajustados al cuerpo. Se les ve muy maquilladas y despiertas. Entre ellos se saludan, se observan, coquetean y así se eligen; pueden pasar una noche juntos y al otro día buscar a alguien más.
En otras calles se observan lujosos autos de colores chillones: amarrillo, azul, naranja y blanco. Sus conductores también son jóvenes, escuchan música y visten al estilo del reggaetón.
“Aquí cada quien sabe quién es quién, o quien vende qué, pero hasta ahí”, indicaron los jóvenes.
El recorrido sigue y en la calle de Panaderos se juntan a los que les gusta el “chupe”, el lugar es conocido por la venta de micheladas y otro tipo de bebidas alcohólicas.
Quien hace un “tour” de noche por Tepito conoce “La Fortaleza”, considerada años atrás como guarida de delincuentes, pero ahora sólo lo habitan comerciantes.
“México es el Tepito del mundo y Tepito es la síntesis de lo mexicano”, dice un mural ubicado en el lugar. En dicha pintura ubicada en la calle Rivero retratan a las siete mujeres más reconocidas de la zona, una de ellas es Doña Queta, creadora del santuario de la Santa Muerte en la calle Alfarería número 12; otra es Lourdes Ruíz, mejor conocida como La Reina del Albur.
¡Los tepiteños crecemos como los bisteces, a putazos! Se lee en otra pinta. Para quien no vive ahí, los disparos y fuegos artificiales son fáciles de confundir. “A Dios le debo la vida, a Tepito la comida”, se lee en otro graffiti.
En la calle de Toltecas se ubica el puesto más reconocido de migas de Tepito, el de “La Güera”. En Matamoros y Tenochtitlán también están los tacos dorados de la suerte, su nombre obedece porque es suerte si tiene carne; también el puesto de champiquesos, queso y pollo, el cual es ambientado con dj. A las 12 de la noche es común encontrar tiendas, recauderías, peluquerías y servicio médico, parece que ahí el tiempo no transcurre.
En un recorrido realizado por Diario de México se devela que mientras los habitantes de otras colonias y delegaciones duermen, en Tepito aún hay vida; gente haciendo su quehacer, preparando la cena, bailando, cantando, enamorándose, recorriendo las calles. Para los residentes, el temor de la noche no existe en el barrio más temido de la capital, ya que aquí ellos se sienten más seguros que en cualquier otra parte de la ciudad.
“Desde plebe me ha gustado la aventura los favores yo se los pido a San Judas, tomé los consejos que quise tomar y siempre tome el ejemplo de mi apá, hoy me siento fuerte y sumamente rico cuando estoy junto a mis hijos”… canción de Los Plebes del Rancho de Ariel Camacho, la cual estuvo de fondo en diferentes puntos, calles y vecindades de Tepito durante el recorrido.
