Una antología pedagógica de Rafael Mondragón

Por Aarón Cruz Soto 

Repensar la educación es una labor necesaria para cambiar la situación del país, Rafael Mondragón invita a considerar ideas atrevidas para la labor docente, es por eso que publicó La escuela como espacio de Utopía, Algunas propuestas de la tradición anarquista, una antología que cuestiona el papel de la escuela, los profesores, los padres y los niños.

¿Cuál fue la génesis del libro?

Tiene su origen en en el 2015, cuando recibí la invitación para preparar un libro, se estaban dando las condiciones para la realización de una reforma educativa neoliberal en el país. Se había pasado por una época de mucha lucha social y entonces yo dije: tenemos que hacer algo desde la universidad para pensar esta reforma, que nos permita decir más allá de lo que no queremos, lo que si queremos, que sea un horizonte que sea muy amplio.

Eso para mi era reivindicar una parte del pensamiento anarquista, sobre todo el dedicado a las escuelas, yo quería hablar sobre el aula. Pues en algunos espacios de lucha social que reivindican la enseñanza en casa esta muy instalado un sentido común que sin querer puede terminar haciendo el juego a algunas proposiciones que vienen del neoliberalismo.

A mi interesa presentar que el anarquismo a inicios de siglo rescataba ese espacios que es la escuela, que estaba vinculado a la educación como un derecho colectivo y construir escuelas de otro tipo.

La otra circunstancia que se me cruzó, fue en movimiento que se dio en el Instituto de investigaciones Filológicas de la UNAM que reivindicaba el repensar el papel de los investigadores, lo que llevó a  hacer libros de divulgación,

Esta colección Xoc Na tuvo polémicas buenas y malas, por ejemplo, hubo investigadores que se quejaron de que los investigadores iban a descender haciendo libros para niños y maestros.

Y ahora en este contexto se vuelve a abrir el debate y creo vale la pena difundir el libro.

 

La mayoría de los textos en el libro son latinoamericanos ¿Porque esa selección?

No muchas veces hablamos en nuestros espacios de lucha, de la dimensión colonial que tienen nuestras prácticas, nuestros accionar y nuestro pensar. Yo vengo de una formación que tiene que ver mucho con el marxismo, me tocó ver y escuchar como activistas en las comunidades que quería ayudar, terminaban produciendo un daño. Gracias a la pedagogía popular me fui acercando al anarquismo, un pensamiento en el que mi filio.

Pero en el trabajo de comunitario anarquista vi muchas actitudes coloniales que terminan haciendo más daño. Eso paso mucho en el trabajo campesino-indígena, también pasó en el feminismo y me parece que parte de rescatar este pensamiento, debe de partir de cómo fue el enfrentamiento con esta realidad, tanto en lo que lograron como en lo que sí. Busco presentar como este anarquismo se hizo cargo de su realidad y lo que lograron a pesar de sus contradicciones.

A mí me preocupa ver más en México una izquierda cada vez más doctrinaria, encerrada en verdades ya descubierta e incapaz de ver su realidad.

 

En los textos se lee una visión sagrada de los niños, como los portadores del porvenir ¿Qué tanto es así?

Me parece que una cosa que aporta el anarquismo es su visión respecto a la infancia, que por un lado para transformar el mundo hay que trabajar con los niños y creo que es una contribución decisiva, frente al marxismo que llega a esto, después.

También está vinculado a la idea que el niño es un sujeto político y que tiene derechos y que el lugar del adulto es poder ayudarle a tener cierta capacidad de autonomía para que pueda desarrollar su potencialidad. Está diciendo que hay que pensar el futuro no solamente para los niños, sino con los niños. Esto permite salir de la visión asistencialista propia de la tradición cristiana y de otras formas de trabajo que son loables pero que siguen teniendo una visión paternalista.

Es importante señalar que muchos de los derechos que plantea la Organización de las Naciones Unidas viene de los movimiento populares, nosotros empezamos a hablar de los derechos de los niños en el marco de los espacios de cuidado, pensándolos como una relación bidireccional, entendiendo que esa vida - la del niño-, nos interpela y nos obliga a cuestionar nuestro lugar, pues es uno de desigualdad, pues ella es constitutiva del cuidado.

No importa que tan buena onda seamos como papás, como maestros, siempre va haber una jerarquía pero no se trata de borrar la jerarquía por la jerarquía misma, no pensaban -los anarquistas- que el papa tuviera un lugar diferenciado de los hijos o los alumnos del maestros, se trata de asumir que hay responsabilidades distintas y desde ahí intentar construir condiciones para que los niños se puedan hacerse cargo de sí mismos. Esa parte se me hace muy importante, para desfetichizar a la infancia.

Rafael Mondragón

Tengo la impresión que muchos de los textos en el libro entablan una conversación en la concepción de niños en la ilustración ¿Qué tanto es así?

Me parece  que el anarquismo y en general el pensamiento socialista tiene una posición de crítica a la ilustración y de continuidad. Lo podemos ver en la relación que hay entre anarquismo y modernidad o socialismo y modernidad, que lleva la emancipación más allá del pensamiento moderno.

A diferencia de Rousseau, este pensamiento considera al niño en sus condiciones de pobreza o marginalidad, eso sin dejar de lado el elemento de potencia que tiene. Eso implica que el trabajo es invitar al niño a hacerse cargo de sí mismo, que implica que es uno para transformar la sociedad.

Sobre las propuestas anarquistas ¿Qué se retoma en la educación actual, tanto en la educación básica como superior?

Yo creo que el neoliberalismo nos dejó a los profesores en un espacio en que son más vulnerables, han perdido su condición de intelectuales, como personas que asumen que es su responsabilidad es transformar su realidad en la que están y piensan y elaboran y no solamente aplican.

El trabajo docente es cada vez más precarizado y la evaluación ha  quedado reducida a un trabajo de disciplinamiento de la labor docente. En ese sentido son necesarios los espacios de reflexión colectiva de los maestros, tanto de la educación formal como no formal.

Este libro está dedicado a ellos, para que se empiecen a juntar y que en el proceso de transformación son los educadores los que deben orientar la política educativa, hacia un lugar distinto al que nos dejaron.

Tienes razón, que los alumnos mientras más avanzan en sus estudios dejan de ser esos “seres sagrados” y se vuelven jóvenes a la deriva. Pero también es cierto, que conforme van transcurriendo en sus estudios, los profesores dejan de ser vigilados masivamente y tiene cada vez más libertad. Un profesor de un CCH tiene más posibilidad de una práctica intelectual creadora que uno de una primaria pública.

Yo creo que hay que hay construir espacios de libertad, sin que ello signifique abdicar de nuestra responsabilidad y función.

¿Me podrías contar un poco de la experiencia del trabajo hemerográfico que implicó este libro?

Este es un libro que le falta un capitulo y que espero regalar en redes sociales, trata sobre las biografía de los autores, ahí se presenta el trabajo hemerográfico.

Hacer un libro como éste implicaba que muchos de lo importante no iba a estar a la vista, para hacer el libro aproveche, un trabajo de viaje y de instituciones que se han dedicado a la salvaguarda de estos documentos por ejemplo el CeDInCI y la Fundación Ferrer I Guàrdia, pero también archivos de jóvenes militantes como la Biblioteca Social Reconstruir.

Me parece importante señalar que existen estas personas, que han hecho un gran trabajo, que no hacen nuestras instituciones.

ACS