Edictos reales que parecen broma: herencias perdidas, nombres mal escritos y más

Por Gustavo Montes
¿Qué es un edicto?
Un edicto es una notificación legal que se utiliza cuando no se puede localizar directamente a una persona involucrada en un juicio. Sirve para avisar públicamente sobre situaciones como una herencia, una demanda, un emplazamiento o cualquier otro proceso legal que requiere la presencia o respuesta de alguien.
En México, para que un edicto sea válido, tiene que publicarse en dos lugares:
- En un periódico impreso autorizado, como Diario de México,
- Y en el Diario Oficial de la Federación (DOF).
Su correcta difusión es clave para que el procedimiento avance sin contratiempos.
Pero, entre trámites, también hay lugar para lo insólito
Aunque suenen a cosa seria (y lo son), algunos edictos parecen sacados de un guion de comedia. Aquí recopilamos algunos de los más curiosos e inesperados, basados en casos reales o inspirados en situaciones verídicas.
Porque sí: a veces los edictos tienen más drama que una telenovela.
¿Sabías cuál fue el primero impreso en México?
1. El heredero perdido en Japón
“Se busca al señor Juan Pérez, originario de la Benito Juárez, visto por última vez abordando un vuelo a Tokio en 2002…”
Un clásico de los tribunales: el abuelo deja una casa en herencia, pero el nieto consentido y heredero principal desapareció del mapa hace décadas, ya que no la llevaba nada bien con el resto de su familia.
Como nadie sabía de él, el abogado hizo lo que marca el procedimiento: emitir un edicto para notificarlo.
Juan nunca apareció. La propiedad terminó en manos de la hermana, que siempre dijo:
“Te apuesto que el Juanito no regresa.”
Seguro algo le sabía la hermana que los demás no. Pero tenía razón.
2. Heredar una casa… que ya se había vendido
Doña Lolita falleció y dejó dicho en su testamento que le heredaba a su hija “la casa ubicada en calle Flor de Loto número 12”. Todo parecía en orden… hasta que el abogado fue a buscar la propiedad y descubrió algo inesperado: la casa ya no era de Doña Lolita.
Resulta que la había vendido años antes, quizá por necesidad, o tal vez porque ya no la usaba, pero nadie actualizó el testamento. Así que, aunque legalmente ya no era parte de la herencia, el trámite sucesorio tenía que atenderla como si lo fuera.
¿La solución? Publicar el edicto correspondiente y presentar pruebas de la venta para que el juez descartara formalmente ese bien del proceso.
Porque así es esto: aunque la casa ya no esté, el edicto sí tiene que aparecer.
3. Un juicio detenido… por una letra
El testamento decía claramente que el departamento debía ir para Luis Ávila Morelos. Pero cuando llegó el momento de publicar el edicto para notificarlo, alguien escribió mal el apellido y se publicó como:
Luis Ávila Morales.
¿Y qué pasó? Exactamente lo que imaginas: nadie respondió.
Ni Luis, ni su abogado, ni ningún posible interesado. Y claro, si el edicto está mal, legalmente no hay aviso válido.
¿Qué pasa si no se publica correctamente?
Pasaron semanas sin avances hasta que un lector de Diario de México —uno de esos que no se pierde los edictos— notó el error y avisó a la familia.
El abogado tuvo que volver a publicar todo desde cero, ahora con el nombre correcto, y el juicio por fin pudo avanzar. Una sola letra bastó para frenar todo.
Y es que, con los edictos, como con las herencias: hay que leer hasta lo más chiquito.
4. “El Güero” no se presentó… porque nadie sabía quién era
En un testamento, el abuelo dejó escrito: “A mi nieto ‘El Güero’, le dejo mi terreno de Tepotzotlán.”
Y como la instrucción era clara (al menos para la familia), el abogado la siguió al pie de la letra.
El problema fue cuando llegó el momento de publicar el edicto.
En lugar de poner el nombre completo del heredero, se usó el apodo tal como aparecía en el testamento:
“Se cita a ‘El Güero’, heredero del señor Matías Rosales...”
¿Resultado? Nadie se presentó.
Ni el tal Güero, ni nadie que dijera conocerlo legalmente.
Pasaron semanas hasta que un familiar fue al juzgado a preguntar por el juicio y se enteró de que ya se había publicado el edicto… pero con ese nombre.
Hubo que repetir el trámite, ahora con el nombre legal completo del nieto, y justificar ante el juez que “El Güero” y Rodrigo Rosales eran la misma persona.
Moraleja: Los apodos sirven para los afectos… Pero los edictos necesitan nombres con acta de nacimiento.
5. “Si conocen a Mauricio, díganle que su papá le dejó una casa”
La redacción del edicto era tan informal que parecía sacada de un grupo de Facebook:
“Se cita a Mauricio Gómez Pérez, quien al parecer reside fuera del país, para que se presente a conocer disposición testamentaria a su favor.”
El tono sorprendió a más de uno, pero el texto cumplía con los requisitos legales, así que el edicto se publicó tal cual.
Y funcionó. Un amigo de Mauricio lo vio en el periódico, le tomó foto y se la mandó.
Días después, Mauricio —que llevaba años viviendo en Canadá— llamó al juzgado. Su papá le había dejado una casa en Cuernavaca. Gracias al edicto, pudo reclamarla a tiempo.
Porque sí: a veces leer el periódico cambia vidas.
Edictos curiosos, sí. Pero siempre importantes
Detrás de cada edicto —por más extraño que parezca— hay un procedimiento legal serio en marcha. Puede tratarse de una herencia, un emplazamiento, un juicio civil o familiar. Y aunque algunas historias parezcan salidas de una película, lo que está en juego es muy real.
En Diario de México hemos sido testigos de edictos que han cambiado el rumbo de un juicio, desbloqueado herencias o detenido procesos por un simple error de redacción.
Por eso insistimos: si te toca participar en un juicio donde se requiera publicar un edicto, hazlo bien.
Revisa los nombres, los datos, los tiempos... porque una sola omisión puede costarte mucho.
Y si alguna vez encuentras un edicto raro en las páginas del periódico —como los que Diario de México publica de manera oficial y responsable—, no lo ignores. Quién quita… y un día el nombre que aparezca ahí sea el tuyo.

