Eider Rodríguez: Una escritora con bisturí y no con brocha de maquillaje

Por Carlos Meraz

Para observar y tratar de discernir el mundo, Eider Rodríguez primero mira hacia adentro, hacia su entorno: la sociedad vasca, a la cual describe en Un corazón demasiado grande, con una prosa con la precisión quirúrgica del bisturí y no con la superficialidad de la brocha de maquillaje, mediante relatos donde importa más la trama que el protagonismo del personaje, en historias sencillas diseccionadas hacia lo complejo, de seres comúnes, clasemedieros y, en su gran mayoría, femeninos.

La escritora de 42 años se presentará mañana y el viernes en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2019, con la edición traducida por ella misma del euskera al español de su antología de relatos, publicada por Penguin Random House.

“Para mí escribir de estereotipos no tiene ningún interés. Me interesa mucho la gente de a pie, la común, pues considero que no hay nada más extravagante que una persona normal y moliente. Cuando te adentras en el mundo de cuaquier familia tiene una mitología que da para varias temporadas en Netflix.

“Me interesa llegar al corazón, con nuestros claroscuros y con esas matrioskas que somos”, sentenció.

LA LUCHA HORIZONTAL DEL FEMINISMO
El feminismo global del siglo 21, para Eider Rodríguez, no es para nada equivalente al machismo de toda la vida, “es un movimiento revolucionario interno de la mujer, con luchas más horizontales a nivel cultural, lengua y economía”.

“En los últimos 40 años, el timbre de voz de la mujer ha subido no sé cuántos decibelios, respecto al pasado. Hay que subir la voz para que se oiga y cada vez hay más gente interesada en escuchar esas voces”, expresó la también profesora docente de la Universidad del País Vasco, que decidió su futuro de niña “por culpa del aburrimiento”, que combatió principalmente con las lecturas de Marguerite Duras, Albert Camus y Julio Cortázar.

En 20 cuentos reunidos en Un corazón demasiado grande, la ganadora del premio Euskadi de Literatura ofrece su analítica y azul mirada, a veces tierna y casi siempre cáustica, ya que, según advirtió, “identifico más a la escritura con un bisturí que con una brocha de maquillaje”.

“Me gusta llegar a lo más profundo posible, hasta donde mis límites me lo permiten. Primero profundizo, construyo y luego escribo”, concluyó.