Hasta siempre, David Lynch 

David Lynch

Por Jesús Delgado Sánchez

Uno de los directores más importantes en la historia del cine, David Lynch, falleció a los 78 años. El cine negro, la novela policíaca y el surrealismo europeo le deben mucho a su riguroso y creativo trabajo. Sus películas están llenas de preguntas, desafíos y posibilidades, tal vez por eso son frecuentemente revisitadas y analizadas. Aunque no se ha dado a conocer la causa de su muerte, el cineasta el año pasado dio a conocer públicamente que fue diagnosticado con enfisema pulmonar, condición que desarrolló por su adicción al tabaco. 

Nacido el 20 de enero de 1946 en el Estado de Montana, Estados Unidos, Lynch vivió una infancia convencional, salvo constantes mudanzas, dentro de una familia trabajadora de clase media americana. Su primera vocación fue la pintura y estudió en la Escuela de Bellas Artes de Bostón un año, transcurrido el cual se retiró y viajó a Europa. 

De regreso a América entró a la Academia de Bellas Artes de Filadelfia y, luego de vivir de forma independiente en los suburbios de esta ciudad, conoció las dramáticas diferencias sociales de Estados Unidos, las cuales influyeron su obra de forma determinante. En los años sesenta comenzó a hacer animaciones y cortometrajes, en los que exploró con el lenguaje audiovisual, frecuentemente en torno al que se convertiría en uno de sus temas recurrentes: los sueños y las realidades oníricas, inspirado en el Surrealismo. 

Su primera película, Eraserhead (1977), cuenta la historia de un joven al que se le informa que su esposa está embarazada y que deberá casarse con ella, pero cuando la chica da a luz a una criatura bestial, el joven queda en solitario al cuidado del “bebé-monstruo”, atravesando una serie de conflictos morales que lo obligan a tomar una difícil decisión. Las películas de Lynch, en su mayoría, son ampliamente aceptadas y se consideran obras de culto. Su talento creativo era impresionante y lo hizo merecedor de un estilo claramente identificable. 

Una de estas películas representativas de su estilo es El hombre elefante (1980), en la que un médico rescata a un hombre deformado del circo, la cinta está inspirada en Joseph Merrick, hombre que padeció de graves malformaciones y que fue discriminado gran parte de su vida en el siglo XIX. La peculiar forma de contar historias de Lynch, generando estados de ánimo a partir de la fusión de la ficción y la realidad, con desparpajo, lucidez y profundidad, alcanza un nuevo umbral en películas como Blue Velvet (1986), Mulholland Drive (2001) y la serie de televisión Twin Peaks (1990-1991, 2017). 

En ellas, Lynch da rienda suelta a su genio con saltos temporales, un brillante uso del color, alegorías constantes y un cuidado trabajo de dirección de actores. 

Director en constante proceso de autodescubrimiento y experimentación, ganador de la Palma de Oro de Cannes, del Premio César, del León de Oro y del Oscar Honorífico, la vida de David Lynch culmina dejando un legado inestimable en el séptimo arte, así como un considerable número de seguidores y admiradores, lo que lo equipara, sin duda, con quienes fueron sus referentes confesos: Bergman, Kubrick, Tati o Herzog. Hasta siempre, maestro.

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