Historia del Drag King: Siglos de caballeros ilustres

Fotografías tomadas de Dragkinghistory.com y Archivo DDM

Por María Fernanda Delgado

Con sombrero de copa, traje a la medida, botas, camisa de seda, espeso bigote, abdomen marcado y pelo en pecho, o sólo haciendo gala de su actitud y sensualidad; el drag king se adueña de la noche, resignificando la rebeldía y cubriéndola de brillos.

 

Aunque podría considerarse que el arte drag pasa por su “época de oro” y gracias a proyectos de alcance mundial como RuPaul´s Drag Race este se encuentra cada vez mejor colocado en el gusto del público, basta con preguntar por las grandes figuras que abanderan esta floreciente escena para darnos cuenta de que las drag queens son los rostros más visibles. Ante esto miles de mujeres y personas queer se han preguntado si esta camaleónica disciplina está reservada para los hombres, y algunas de ellas han tenido la suerte de recibir como respuesta que existe otra criatura fantástica de los escenarios, hecha a imagen y semejanza del hombre especialmente para burlarse de sus vicios: El drag king.

Si intentáramos dar una definición de lo que es el término “drag king” valdría la pena dejar en claro que, aunque una de sus principales características es el travestismo con indumentaria típicamente masculina, implementado por mujeres cisgénero, trans o personas con expresón de género femenina; esto va mucho más allá e involucra disciplinas artísticas como la actuación, la música, la danza, la comedia, la poesía o el performance, que lo convierte en otra de las disciplinas teatrales.

SIGLOS DE CABALLEROS ILUSTRES

Los orígenes del drag king se remontarían varios siglos en el pasado y tendrían una aparición más visible durante el periodo conocido como “Comedia de la Restauración”, etapa posterior al régimen puritano en Reino Unido en la que las actrices tomaron su merecido lugar en el teatro. Y es aquí, durante la segunda mitad del siglo XVII, cuando la dramaturga y actriz británica Susanna Centlivre se convirtió en una de las primeras intérpretes en utilizar indumentaria masculina o hacer “papeles con calzones” en sus obras. Esta práctica se volvería un recurso escénico que trascendería hasta la ópera, donde volvería célebres a otras actrices, como las suecas Inga Aberg y Euphrosyne Löf.
 

El siguiente paso sería la llegada de los imitadores masculinos durante el siglo XIX. 

 

En medio de los “music hall”, en los que se ofrecían espectáculos de variedades fuera de los recintos culturales y por lo tanto lejos del academicismo, surgió, inspirado en los “lion comique” (personajes satíricos de los dandys y caballeros de clase alta) y armado con todos los atributos de un artista de teatro, la figura del imitador masculino. 

 

El primer gran nombre, por lo menos en Estados Unidos, es el de Annie Hindle, de origen británico, quien se consagró tras trasladarse a Nueva York y mantuvo una muy exitosa carrera de cuatro décadas. Dicho sea de paso, la vida de Hindle es aún más impresionante que la de los caballeros que interpretaba en el escenario. 

 

A la par de su éxito también se consolidó como imitador masculino la estadounidense Ella Wesner, quien hizo lo suyo en los teatros de vodevil, bailando e interpretando personajes masculinos de diferentes edades y perfeccionando su técnica en el teatro inglés. Wesner habría manteniendo una carrera casi tan longeva como la de su predecesora y llevado una vida abiertamente homosexual. 

 

Para finales de la década de 1860 llegaría a los escenarios quien sería considerada la imitadora masculina más importante de su tiempo, Vesta Tilley. Siendo la 13° hija de un célebre músico, Vesta incursionó en el teatro con sólo 3 años, y para los 5 ya estaba interpretando papeles masculinos. Resta decir que se convirtió en una de las mayores estrellas de habla inglesa de su tiempo, así como una de las artistas mejor pagadas, cuyas actuaciones en favor de la campaña militar durante la Primera Guerra Mundial habrían conseguido que cientos de hombres se enlistaran en el ejército. Estuvo en activo poco más de 50 años, tras los cuales se dedicó a la vida familiar como esposa del empresario y político conservador Walter de Frece.

 

Resaltan también los nombres de las imitadoras Ella Shields, Hetty King, Bert Whitman o Aida Overton Walker, (estas dos últimas, exponentes de la imitación masculina dentro de las comunidades afroamericanas durante la segregación de espectáculos en EEUU); quienes mantuvieron esta práctica viva a finales del siglo XIX y principios del XX en ambos lados del globo.

 

Con información de dragkinghistory. com e historyextra.com

MFDO.