‘Gavilán o paloma’, el secreto que José José logró llevar a la tumba

Colaboración especial de Alfredo Hidalgo Nieto

Aun cuando el cuerpo de José Rómulo Sosa Ortiz, alias José José, se halla en vilo su ubicación, y cuando todos los vaticinios indican que el cantante chintololo ya ha sido cremado sin la autorización de sus hijos mayores José Joel y Marysol, quienes mantienen disputas legales contra la hermanastra menor Sarita, bien vale decir que el nativo de la colonia Clavería, Ciudad de México, se llevó al más allá un secreto a voces en su canción más icónica, “Gavilán o paloma”.

De hecho su película más taquillera, rodada en 1985, llevó su nombre, y la serie que actualmente se transmite en algunos canales de televisión o en internet, también llevan este título. Si “El triste”, ejecutada en 1970, fue la catapulta musical que le lanzó al ruedo de los primeros planos, la gran interpretación de “Gavilán o paloma” fue el clímax que otorgó el boleto al mexicano, para consolidar su nombre en la permanencia desde entonces (1977) hasta la posteridad de nuestros días.

Pasaron 42 años, para desvelar el secreto. Hoy cuando la comunidad LGBTI es capaz de salir a gritar a las calles, presumir su existencia, y en todos los ámbitos existe “el inclusivismo” de este tercer sexo y los homosexuales de hecho acaparan ya los medios masivos de expansión con cantantes famosos, estrellas de tele, popstars, políticos, líderes, hombres viriles, mujeres maquilladas y muy femeninas, todos como si fuese una moda, liberados del closet donde se guarecieron por años, décadas o siglos.

Hoy, cuando uno de los más grandes intérpretes de la canción hispana se ha ido, la letra de dicha balada emblemática de José José, se puede revelar y difundir a los cuatro vientos. Aunque en su momento y en otras etapas esporádicas, en diversos medios, se trató de manera tímida de explicar el significado de la misma. Él siempre quiso darle otra connotación, o siempre defendió otro argumento por su tema tan delicado para la época.

Sin embargo, en los círculos gay o antros travestis, éste hit musical se mantuvo sonando en forma marginal. El “príncipe de la canción” se llevó a la tumba la verdad oculta en susodicha letra, que marcó el parteaguas de su carrera. Murió sin aceptar del todo lo que se entiende, pero cuando Rafael Pérez Botija, su autor se la propuso, Sosa Ortiz, siempre pensó en el encuentro de un hombre con una mujer muy experta en sexo. Bueno, por lo menos eso declaraba él, aunque el letrista español adujera que más bien se refería a un hombre que buscaba “experiencias más intensas”, lo cual viene implícito en dicha lírica.

Desde que Pérez Botija, la compuso en España, para que Pablo Abraira la llevara al gran éxito en 1977, la polémica se mantuvo apagada por la etapa conservadora y represora del franquismo. Y sucedió lo mismo que en México cuando la sociedad era sometida por el priismo acendrado. La canción era tocada como bandera travesti, sólo en clandestinos antros gay, pero también sonaba en el masivo mundo ¡heterosexual! al mismo tiempo, y en los dos países. Dos sentidos en una misma rola romántica: cada preferencia daba su acepción en dicho relato de amor.

Era la época en que se discriminaba cualquier barrunto de sexo alternativo, la gente no toleraba ni por error nada fuera de lo convencional, ver un afeminado en público era repugnante, y ver un travesti era asqueroso totalmente. Por ello José José nunca explicó la verdadera historia oculta en la canción, ya sea por desconocimiento o por temor a ser rechazado. Y tenía mucha razón, el público no estaba preparado para saber de semejante narración de un joven que acaba seducido por un travesti, por novicio en las artes del amor: “que fui paloma por querer ser gavilán”. Salir a cantar la experiencia de un galán que por andar sintiéndose conquistador, acaba ridículamente en la cama de un homosexual travestido, acaba todo frío, con un terminante “estate quieta, por favor”.

 
Lo más leído del día

¿Pero por qué triunfó semejante letra en medio de tanto puritanismo? Porque sus intérpretes nunca aceptaron el verdadero significado de tal tema. No cabe duda, que por los tiempos intolerantes del Estado y rigidez de la fanaticada, hubiera significado el divorcio con sus admiradoras (es) del cantante, el fin de la luna de miel con los medios masivos y quizás el veto comercial, radiofónico, televisivo y mediático, tal como se estilaba para entonces. La censura se acostumbraba, y cualquier aspecto “que atentara contra las buenas conciencias” en índole masiva, se liquidaba en un santiamén cuando “pudiera influenciar” al ser escuchado, ser visto o ser descubierto. Las “malas palabras” en la tele, las escenas desnudas en cine, los encuentros gay en la calle, todo era prohibido, así como las palabras obscenas en canciones eran censuradas. Entonces, una idea completa en una canción, si hubiera sido lapidaria para un artista tan famoso y tan de moda como José José.

En 1977, hablar de una aventura con travestis, de un personaje ya famosísimo a nivel latinoamericano, hubiera sido catastrófico y

quizás el fin de una carrera. Equivalía a ocultar la homosexualidad de Rock Hudson (el actor gringo) a como diera lugar, los amoríos de Kennedy a como fuera. Por eso Juan Gabriel, de la misma generación que “el príncipe”, jamás aceptó su condición de ser “del otro lado”, o como se dice en México “joto”. Porque “joto” era una terrible condición que indignaba profundamente y hería susceptibilidades en aquella sociedad.

Hasta la fecha, en México, “puto” es el vocablo más agresivo contra una persona, tanto que se usa en los partidos de futbol para intimidar al rival en turno. Y “puto” hubieran nombrado al originario de Clavería, si aceptaba tal historia, igual que al “Divo de Juárez” si lo descubrían. De hecho, Alberto Aguilera alias Juan Gabriel, también llevó a la tumba su secreto, siempre luchó fervorosamente por mantenerlo, tanto que era muy ávido para exhibirse con mujeres famosas y pedirles matrimonio en público, para alejar la más mínima sospecha. Trataba todo el tiempo de gritar que era heterosexual, cuando el secreto a voces indicaba lo contrario.

En aquellos tiempos descubrir a un gay equivalía a ser tratado peor que a un criminal, y así como “Juanga” negó siempre la cruz de su parroquia, José José interpretó su icónica “Gavilán o paloma” como si nada. Es muy probable que su

frase final en lugar de “estate quieta, por favor”, el original hubiera estado escrito “estate quieto, por favor”, por toda la narración, y porque tendría más lógica la secuencia después de “al mirarte me sentí desengañado, sólo me dio frío tu calor, lentamente te solté de entre mis brazos…”

Resulta curioso que sacrificar la letra “o” (quieto) por la “a” (quieta), hubiera cambiado todo el contexto del relato, pero también de una carrera musical en su pleno apogeo. Ya sea de manera deliberada o no, las dos versiones tuvieron y siguen teniendo su público cuantioso, gracias a ese doble sentido, y paradójicamente también gracias a ese pésimo hábito de una audiencia popular, que casi nunca comprende entre líneas una canción.

Y desde su silencio sepulcral, José Rómulo Sosa Ortiz, desde algún lugar, podría estar pensando: “qué bueno que no la entendieron en ésa época… pero qué bueno que hoy la entienden”. Es de suponerse que eso al “príncipe” le dará sin duda, el cariz de un artista de culto, para la posteridad, per saecula saeculorum.