Atlético sufre pero vence al Union Saint-Gilloise
Redacción.- Exigido siempre por el Union Saint Gilloise y amenazado por el 2-1 en el último tramo, el Atlético de Madrid sólo sintió suya la victoria con el 3-1 justo antes del pitido final del árbitro, entre sustos, inseguridades y la alerta general, ganador por la determinación de Giuliano Simeone, la visión de Pablo Barrios y los goles de Julián Alvarez, Conor Gallagher y Marcos Llorente (3-1).
No espabiló del todo el Atlético con el 1-0 creado en el minuto 38 por Giuliano y rematado por ‘La Araña’, que falló después el 3-1 en los instantes finales, ni fue capaz de cerrar de todo con el 2-0 de Conor Gallagher, con un certero derechazo a la escuadra ya en el 77. De nuevo, vivió al filo del empate hasta el final, por el 2-1 de Sykes, entre las dudas, entre la vorágine, resuelta en el tiempo añadido por el 3-1 de Marcos Llorente. .
Fue el noveno gol de la temporada de Julián Alvarez y la quinta asistencia de Giuliano, cuyo momento de esplendor es convicción para el Atlético. Esos cinco pases decisivos, más dos tantos, los acumula en las últimas siete victorias de su equipo, aferrado al Metropolitano también en la Champions: sus dos triunfos de esta edición son ante su público, que lo ha visto ganar once de sus doce lances europeos más recientes en casa.
Ya son siete victorias consecutivas del Atlético entre todas las competiciones en su estadio en esta temporada, con un aspecto invencible que puso en duda el Union Saint-Gilloise durante todo el choque, hasta el 1-0 y más allá de Julián Alvarez, que contribuye de manera imponente en esa racha. De sus nueve tantos este curso, ocho son en casa. Después, en el minuto 73, Gallagher aportó el 2-0, tras el enésimo susto. Aún quedó otro.
Ni antes ni después vino de turismo su rival ni se sintió intimidado. Ni por el Atlético ni por el Metropolitano. Ni siquiera con los dos 0-4 recibidos en las dos jornadas precedentes. Ni siquiera ante la dimensión del equipo rojiblanco en su estadio. Ni un solo complejo demostró el campeón belga, que no sólo miró a la cara a su rival, sino que lo compitió.
Más intenso que el Atlético en la puesta en escena, más claras sus ideas, con la profundidad de Niang por el carril izquierdo y con la velocidad, la agilidad y el atrevimiento entre líneas de Kevin Rodríguez y Ait El Hadj puso más que nervioso al Atlético. A los doce minutos, entre la agitación provocada en torno al área de Oblak, Simeone hablaba ya con Hernán Bonvincini, su ayudante, para rebuscar soluciones. No le gustaba el partido.
Un susto del portero belga, en su control en una cesión atrás de Ruggeri, un remate fuera de Kevin Rodríguez o cada despliegue veloz de los jugadores visitantes por cualquiera de los costados, en cuanto el Atlético perdía un balón, alteró aún más al equipo, a su técnico y a la grada, que no vio un remate de sus chicos hasta el minuto 22: el derechazo de Julián Alvarez acabó en las manos del altísimo Scherpen, 206 centímetros bajo palos del USG.
Pero el Atlético se movía a contracorriente, descentrado, unos segundos más tarde en cualquier sector en muchos de sus movimientos y unos segundos más tarde de lo que debía en soltar la pelota o ver el pase. Le faltaba velocidad en la transición. Mejor para su oponente, que cuando debía defender se compactaba, resguardado por cinco defensas.
Un lío entonces para el Atlético, que perdió por lesión a Le Normand -reemplazado por Giménez en el minuto 25 por una hiperextensión de la rodilla izquierda, pendiente de más valoración y pruebas- y que respiraba tanta tensión como inquietud. No era el partido que quería. Ni se acercaba. Ni en ritmo. Ni en descontrol, del que también se benefició el equipo madrileño en un contragolpe iniciado por Barrios y disparado por Giuliano.
Trepidante y fulminante, hay pocos defensas capaces de soportar una carrera con el extremo derecho argentino, que sobrepasó a su par y entregó el pase atrás a Julián Alvarez. El control se le fue un pelín alto. Nada que no tuviera solución para él. Tanto le dio a ‘La Araña’, que conectó la volea entre varios defensas.
Un alivio. Era el minuto 38. El 1-0 al descanso, al que se fue con otro gol de Griezmann, anulado por fuera de juego en el inicio de la jugada. Habría sido demasiado rédito, visto lo visto en el primer tiempo. Incluso pareció un exceso la ventaja. Es la diferencia entre un conjunto como el Atlético, con recursos e individuales decisivas, y un aprendiz en un torneo de la dimensión de la Liga de Campeones. La contundencia que pide Simeone.
Más aplicado en la segunda parte, solventados los desajustes, el Atlético tuvo atado el partido, pero eso tampoco fue una garantía absoluta. Ahí se palpó la diferencia entre los dos. La ocasión de Promise David, dentro del área, solo, lo puso en evidencia: su remate salió fuera. En la otra portería, en las botas de Julián Alvarez, por ejemplo habría sido gol.
La liberación del Atlético (y de Simeone, efusivo con sus brazos en la celebración) fue el 2-0 de Conor Gallagher, que tampoco aseguró del todo la victoria. Porque su derechazo a la escuadra, la única forma de sobrepasar tantos jugadores en tantas trayectorias diferentes (la jugada la originó una carrera al espacio de Sorloth), encontró respuesta en un cabezazo de Sykes, que apretó todo de nuevo con el 2-1. No fue más allá. Se quedó en un susto tremendo. El penúltimo balón lo atrapó Oblak bajo la línea. El último lo transformó Llorente en el 3-1.