Violencia en Avellaneda reaviva la memoria de las peores tragedias del futbol mundial

Avellaneda

Ciudad de México.- La reciente trifulca entre seguidores de Independiente de Avellaneda y la Universidad de Chile, que derivó en la cancelación de su partido de Copa Sudamericana, nos obliga a recordar los capítulos más oscuros en la historia del futbol.

El desastre del Estadio Nacional en Lima (1964)

Durante un partido clasificatorio para los Juegos Olímpicos, un gol anulado provocó la invasión del campo y la agitación entre los aficionados. Al usar gas lacrimógeno, la policía desencadenó una estampida que resultó en la muerte de más de 300 personas y cerca de 500 heridos, siendo considerado uno de los episodios más letales del futbol mundial

Port Said, Egipto (2012): una masacre entre tribunas

Tras el partido entre Al Masry y Al Ahly, hinchas atacaron brutalmente a seguidores rivales, mientras las puertas permanecían cerradas. El saldo: 74 muertos y cientos de heridos. La tragedia paralizó el futbol egipcio y dejó una huella indeleble en la conciencia del deporte en África.

Accra, Ghana (2001): un gol que desató la calamidad

Después de un gol tardío, la policía respondió con gas lacrimógeno. Esto generó una estampida en un estadio que excedía su capacidad, resultando en 126 muertes por asfixia, el peor desastre futbolístico en la historia de África 

Hillsborough, Inglaterra (1989): negligencia letal

Uno de los episodios más dolorosos aconteció en Sheffield. Por fallas en el control de acceso y disposición de espectadores, 96 personas perdieron la vida aplastadas en una semifinal de FA Cup. Este desastre sentó precedentes que transformaron la seguridad en el futbol inglés 

Kanjuruhan, Indonesia (2022): una tragedia moderna

En 2022, más de 125 personas murieron tras una invasión al campo que fue contenida con gas lacrimógeno, provocando una feroz estampida. Este episodio dejó al futbol asiático confrontado con la urgencia de justicia y reformas estructurales 

Lecciones que el fútbol no puede ignorar

Estos eventos de violencia masiva y negligencia estructural no solo cobran vidas, sino que también exigen una transformación hacia estadios más seguros y protocolos sanitarios y de emergencia sólidos.

La reciente tragedia en Avellaneda subraya nuevamente la urgencia de controles estrictos, medidas preventivas y sanciones ejemplares para restaurar la dignidad del deporte.

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