Bomberos en acción: la vocación detrás de las llamas

Por Julio Torres

De pronto suena la alarma. Víctor corre hacia los camiones al instante en que los demás “vulcanos” comienzan a descender por los tubos. La estación se torna un tanto caótica. Todos montan sus trajes especiales, mientras abordan los camiones para dirigirse hacia otro servicio. La piel se eriza al no saber la magnitud del evento. Salen a toda velocidad con la sirena abierta; a bordo Víctor afina los últimos detalles, se coloca una máscara especial y un casco de seguridad.

Avanzan por las congestionadas calles de la capital. Los bomberos se miran nerviosos al ver los autos no permiten el paso; de pronto, se nota un cambio de atmosfera al interior del bólido, se nota una seriedad abrumadora que cambia el semblante de los ocupantes, pues conducir por las entrañas de la ciudad es un desafío digno de los mejores conductores.

Al llegar, los vulcanos descienden de una manera estrepitosa, ponen en marcha sus protocolos de actuación, y una vez listos entran en acción. Algunos se quedan afuera del lugar operando las bombas, mientras que los que ingresan se rifan el físico abriéndose paso entre las llamas. Una vez adentro, comienzan a rociar agua a los lugares afectados, acabando con el fuego en tan sólo cinco minutos.

Una vez sofocado el incendio aplican trabajos de aseguramiento, suben de nuevo al camión y regresan con calma a la central. En ese momento, algo vuelve a ocurrir algo al interior de la cabina: el lugar se torna silencioso, se encuentran pensativos; tal vez sea el desgaste físico, la cotidianeidad de sus labores o algún mal recuerdo.

Una vez en la central, el equipo de Víctor baja del camión para quitarse su indumentaria. Se forman a un costado de las líneas de salida y enganchan sus cascos, cuelgan sus uniformes y acomodan sus botas para evitar cualquier contratiempo ante la llegada de un nuevo siniestro.

Víctor visita las oficinas de control, donde se encuentra su compañera Diana, quien sirve a la organización desde hace algunos años. Ella considera que como mujer es doble trabajo, pues es importante el hecho de realizar labores propias de un hombre. Desde su puesto y con una sonrisa que denota orgullo, explicó que ser bombero es sensacional debido a que las personas y los niños reconocen sus labores. Al caminar por los andenes reflexiona que los momentos más amargos es atender a un infante, pero que esto a su vez le ha servido para sensibilizarse.

A los vulcanos les gusta se trabajo, sin importar arriesgar su vida por la de otros.

Por la tarde, Víctor decide regresar al puesto de mando, mientras camina analiza las posibilidades de formar una Secretaría de Bomberos, con la cual buscan adquirir recursos, comprar unidades, medicinas, uniformes, una ambulancia que salga a las emergencias junto con el camión y otros materiales para brindar una mejor atención a la ciudadanía y continuar con las labores del Heroico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México, donde la cosa más difícil y preocupante es “dejar a la familia”.

Entre la nocturnidad, y después de una larga jornada de labores, nuestros “Héroes sin capa” se disponen a descansar, dejando detrás una historia más en el libro de su vida.