El exhorto a la solidaridad, igual a los llamados a misa

Por Omar González

El llamado a la solidaridad no basta, o bien, no es escuchado por todos. La pandemia está sacando lo mejor y peor de nosotros.

Hay historias que se podrían considerar comunes porque suceden con tal cotidianidad, que ya no asombran a más de uno, pero son crueles… estas reflejan la otra cara del mexicano, no del que ayuda a sus semejantes en situaciones de crisis. No es la visión del “pueblo bueno”, sino el rostro del azteca corrupto, clasista y prepotente. En esta narrativa no existe la bondad ni la maldad, lo que se pone en evidencia es al ser humano real, de carne y hueso, que día con día vive en un mundo lleno de etiquetas, discriminación y pertenencia… Comienzo el relato.

El contagiarse de coronavirus es, de sus preocupaciones, la menor de Petra, su necesidad primaria es sacar sus 300 pesos diarios porque si no su familia -tres hijos, dos nietos y hasta un yerno- no come. Cinco semanas sin poder salir a causa de la emergencia sanitaria y también de que sus patronas le pidieron, como lo ha hecho el gobierno, “quedarse en casa”.

Petra es trabajadora doméstica. Realiza sus labores en dos domicilios de la colonia Del Valle. Lo hace dos días en cada uno de ellos para poder sacar a la semana mil 200 pesos. Si Petra no trabaja, no hay pago, aún así sus patronas se han portado solidarias depositándole sus 600 pesos semanales, cada una de ellas, será por cariño, aprecio o por el valor que le han dado su desempeño durante los ocho años que lleva “haciéndoles el aseo en casa”.

Todo marchaba por buen camino para Petra, pero hace unos días su pareja sentimental, Armando, quien es albañil y trabaja por contratos “en la obra”, sufrió un accidente y el fémur de su pierna derecha se fracturó en varios pedazos.

Usos y costumbres… en una ciudad civilizada

“Siempre me han tratado bien, me dan de comer y cuando necesito dinero, me prestan”, así se expresa Petra de las familias con quienes a trabajado en estos últimos años.

Ella está a gusto cono “las señoras” porque “son buenas personas”, jamás ha pasado por su mente solicitarles acreditación al IMSS. Ella estaba inscrita al Seguro Popular, pero con la 4T quedó fuera de toda ayuda de salud pública.

Armando vive una situación similar. El contratista, para el cual trabaja, nunca “le dio” seguro social. Hoy está sufriendo de estas omisiones patronales.

De 15 a 30 mil pesos

La vida en el municipio de Chimalhuacán, Estado de México, no es de lo más de sencillo, sobre todo en la zona donde viven Petra y Armando.

Ellos habitan en un inmueble donde les rentan el cuarto, el cual sirve al mismo tiempo de cocina, sala y comedor. A la dueña tienen que pagarle, también al mes, los servicios de Internet, agua y luz que fluctúa entre los 800 y mil pesos.

Entre ambos, al mes llegan a sacar en sus trabajos 8 mil pesos mensuales, de los cuales 4 mil 500 se van en renta y servicios.

Ahora, tras el accidente del que fue víctima Armando, la situación se volvió crítica. El pasado domingo 19 de abril, Petra tuvo que llamar a sus patronas para informarles lo sucedido.

Les explicó que llevó a Armando al centro de salud más cercano, dónde sólo lo inmovilizaron -con dos tablas y cartón a los costados del muslo- pero ya no pudieron hacer más. Le informaron que era necesario que lo internara en un hospital porque el afectado necesitaba cirugía.

Una de sus jefas le sugirió trasladarse al Hospital General de Xoco, ella la apoyaría con el costo del servicio Uber. Petra y Armando llegaron al nosocomio al filo de las 22:00 horas, a pesar de las condiciones en las que iba el lesionado, en la puerta del inmueble les informaron que estaban saturados y que era imposible atenderlos. El empleado del hospital les dijo que habían ingresado dos pacientes con Covid-19 y estaban sanatizando el edificio.

Petra insistió para que le dieran atención, había recorrido 22 kilómetros desde su casa al nosocomio ubicado en la colonia General Anaya, alcaldía Benito Juárez, en la Ciudad de México. La segunda respuesta fue una pregunta: “¿Y quién va a pagar? La pura consulta sale em 3 mil 500 pesos y por lo que alcanzo a percibir es una multifractura cuya cirugía le costaría, al menos, 15 mil pesos”.

Petra al escuchar lo que le decían, les trató de hacer ver su situación económica, pero en Xoco le recomendaron buscar otra clínica… “sin paga no hay servicio”.

Entonces tuvieron que trasladarse, de nuevo en taxi, al Hospital General Balbuena, en la alcaldía Venustiano Carranza, pasadas las 23:00 horas. Armando con un severo dolor, que había soportado durante más de 48 horas, además de una segura infección que se estaba gestando por dentro de su pierna derecha.

En Balbuena, el trato fue similar a Xoco, sólo que en este nosocomio sí podían recibir al paciente, pero con la condición de pagar la módica cantidad de 22 mil pesos por la atención y cirugía. Como los solicitantes no podían pagar, se les recomendó regresar a su lugar de origen.

“¿Vienen del Estado de México? Pues debe haber un hospital cercano en Chimalhuacán donde posiblemente no les cobren. Aquí tienen que pagar, lo sentimos”.

El intento fue inútil. A media noche tuvieron que regresar a su casa, la pierna de Armando estaba tomando un color oscuro, como si se estuviera gangrenando.

Al día siguiente, el lunes 20 de abril, con la preocupación de que la su extremidad estaría en riesgo de pudrirse, Armando, acompañado por Petra, se dirigió a la zona de hospitales que se encuentra en la calle San Fenando, en la alcaldía Tlalpan. Ahí lo alertaron de que, si no era atendido quirúrgicamente de emergencia, su pierna sería amputada. Igual que en los otros hospitales “públicos” había un costo…. ahora de 35 mil pesos.

Petra y Armando siguen en la encrucijada, ya pasaron otros dos días y la infección no se detiene.

Esta historia tiene protagonistas y testimonios reales, pero con identidades distintas.