Contar historias

Un atributo de un buen candidato es su capacidad de contar historias con las que otros se relacionen. Las historias deben inspirar a los oyentes y lograr alterar la forma en que se conducen. Para medir el grado de influencia de un candidato sólo hay una herramienta: cuántos votos logra.

Recientemente, vi un video de la trayectoria política del triunfador de las elecciones presidenciales en Francia, Emmanuel Macron. Su historia es digna de contarse: un político de 39 años, que trabajo en finanzas privadas, después fue designado Ministro de Economía por su buena relación con el presidente Hollande y, una vez que Hollande señaló que no buscaba reelegirse inició su propio movimiento político.

Macron usó las redes sociales para acercarse a los jóvenes y propuso un modelo económico para que Francia continúe en la Unión Europea. Su contrincante en la elección sugería la salida del país de la comunidad política.

Su victoria fue por un amplio margen (más del 60%). Macron logró juntar a la gente que está harta de los sistemas actuales en los cuales los partidos políticos controlan el accionar de los países.

Contó una historia personal convincente y la relacionó con la importancia de un buen gobierno. Esto se tradujo en que la gente estuviera segura del destino de su gobierno y de las políticas públicas que se implementarán en Francia.

Los mexicanos debemos aprender de las experiencias ajenas. Hay que reconocer que se requiere una nueva clase política que tenga como fin mejorar las condiciones económicas y sociales de los ciudadanos, no sólo de ciertos grupos específicos. Desgraciadamente, existen personas cuya vocación es ser figuras públicas y vivir de ello. Sólo se concentran en motivar a la gente a alterar su conducta.

En etapa electoral, es evidente que las figuras públicas buscan captar el voto de la población. Debemos estar atentos a reconocer a quienes sólo utilizan las historias como “anzuelo” para convencer a los electores de favorecer su causa, no el bien común.