De feudales, mentiras y otros vicios

Hoy todo es subjetivo y, además, subjetivamente válido (aseguran). Hoy vivimos en la era de la exageración, la tergiversación, la invasión descarada de mentiras (disfrazadas de rumores y medias verdades). Hoy la mayoría de las personas (jefes de docencia, administrativos universitarios, funcionarios públicos, directivos, empresarios) expanden su idea de las cosas, pero con el velo perverso e inmoral de la doble intención.

Solo esparcen a conveniencia una historia parcial sin cuestionar el método que generó los datos ni la fuente de los mismos. Y así, sin ética y sin moral, transmiten su vaga y atrofiada idea de lo ocurrido.

En la actualidad todo es negociable, dicen: “¿No te gusta la verdad? ¿No? Entonces tengo otra que puede armarse con estos hechos alternativos”. La reputación de las personas –y más la que resulta intimidante e incómoda a los mediocres y/o corruptos– es el blanco móvil a destruir, de una u otra forma.

No importa la herramienta para golpear. Para el cobarde cualquiera es buena. Ataca con dardos y balas de todo tipo: “radio pasillo”, comentarios en la oscuridad de una reunión informal, escondido en el anonimato, protegido por su puesto o cargo. El cobarde usa de todo, menos la verdad.

¿Por qué funciona tan mezquina actividad? Porque desinforma. La desinformación busca emparejarlo todo. Su propósito es enturbiar, dividir, sembrar la duda. Pero de todo lo anterior algo debe quedar muy claro: recopilar y analizar datos (para certificaciones, elecciones o toma de decisiones cualesquiera) no es lo mismo que escuchar y entender qué pasa en las organizaciones, en el país.

Otra cosa importante ¿eres el Director General, Rector, Secretario de Estado, Presidente [...] de una institución? Bien. Cuídate de los feudos, de sus feudales. De los mentirosos, de los conflictos de interés. Primera llamada.