El 'Noroñismo' según la real academia del SME
Por Guillermo Armendáriz
Me vino a la mente la brillante biografía de Fouché, de Stefan Zweig en cuyo prólogo expresa que este personaje de la Revolución francesa era un tipo, una clase de político digno de estudiarse, entre otros ejemplares. Así como los hay discretos pero perversos que operan bajo el agua, o bien prudentes con el ego bien controlado, los hay polémicos con reflector incluido.
Por allá de mediados de los 90, Raúl Álvarez Garín encabezaba un grupo de trabajo y discusión política, además de editar el periódico "Corre la Voz". Concurrían allí viejos militantes de izquierda, entre ellos mi querido amigo y exsuegro César Torroella -a quien solía acompañar- y otros compañeros del Sindicato Mexicano de Electricistas.
Fernández Noroña se apareció en la casona de San Luis Potosí, en la Roma, y Raúl lo acogió. En las tertulias los compañeros del SME, formados en la camaradería cargada de aguda carrilla, soltaban de tanto en tanto la broma en alguna moción:
---Compañeros, no caigamos en el noroñismo-- y se reían (habían creado una categoría para referirse a la teatralidad en la protesta, a la escenificación antes que las ideas). Noroña, obvio, se encabronaba pero aguantaba.
Álvarez Garín y el grupo decidió participar en la elección de la dirigencia en el entonces PRD.
Se perdió, pero Noroña alcanzó una posición en el Consejo Nacional. Hábil en el asambleísmo, comenzó a ganar notoriedad en el partido.
Tengo la impresión que allí comenzó en verdad su carrera política que hoy lo coloca como un personaje central en el bloque de políticos 4T.
Si Stefan Zweig hoy viviera no creo que Noroña le hubiera inspirado para hacer una obra literaria. Lo que sí me parece es que toda revolución política requiere ideólogos e intelectuales en la praxis, operadores de nuevo tipo comprometidos con un proyecto. No los veo. Urgen.
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