El Leviatán

En el blog "Apuntes desde el Encierro" abrimos un espacio a nuestra audiencia para que exprese sus vivencias, puntos de vista y experiencias sobre el tema de la pandemia mundial del coronavirus Covid-19. Los textos, videos e imágenes compartidas por nuestros usuarios no reflejan la línea editorial de Diario de México y son responsabilidad de quienes lo envían.

 

Por Miguel Ángel Orozco Rendón

                                                                                        “And these signs shall follow them that believe;

                                                                                              In my name shall they cast out devils...”

 

                                                                                             Saint Mark 16:17

 

 

 

1.- La Entrevista

Esta es una historia que me contó mi gran amigo Jesús Gandarilla Burciaga, brillante abogado gomezpalatino con quien me une una gran amistad de muchos años, lo conozco bien y no creo que esté inventando nada, no tiene porqué hacerlo, siempre ha sido muy serio, lúcido y objetivo de pensamiento y se decidió a compartir su historia inverosímil porque fue en fechas como estas – me expresó – en que empezó una pesadilla que nunca acaba y que desde entonces vive con ella como una maldición.

Tu eres científico – me dijo – por lo que debes tener la mente abierta, escucha mi vivencia al respecto y saca tus propias conclusiones, una historia que guardo con mucho recelo, no vayan a decir que estoy loco, jamás la he contado a nadie y creeme, jamás la repetiré después de ti.

Si alguien debe exponerla eres tú, a ti si te creen, todos estos años hemos cargado este tormento solos mi esposa y yo, por redención quizás se nos conceda con ello por fin, obtener nuevamente la capacidad de dormir, escapar y ser libres de esta horrenda abominación.

Y así fue que Jesús me contó su singular e inigualable historia, y he aquí, yo la narro tal como la escuché: 

 

2.- Satanael

Era el tramo largo que tenía que cruzar Jesús hacia su casa, una calle oscura y solitaria, un trecho que hubiera preferido evitar. Por un lado se encontraba el muro trasero del Panteón Municipal, y por el otro, casas cerradas, calladas y sombrías, una vía por demás lúgubre que todo mundo le sacaba la vuelta. Pero a Jesús por el imprevisto, no le quedaba de otra, caminaba sigiloso y temeroso, silbaba una rara ventisca de principios de noviembre en esa noche negra, el aire helado le golpeaba sin piedad la cara mientras entrecerrando los ojos, luchaba contra la fría ráfaga que lo obligaba a avanzar ladeado.

Iba pues Jesús caminando con dificultad por el freno del viento, en las semi tinieblas de aquélla calle tenebrosa, de vez en cuando volteaba hacia atrás y nada, ni un alma se veía, igual ocurría al mirar hacia delante. Aquél camino le infundía  miedo como a todos y aún le faltaba mucho por recorrer antes de llegar al parquecillo que le quedaba de paso rumbo a su domicilio: Le urgía llegar a el, estaba convencido que al hacerlo, terminaría esa sensación de ser observado que lo electrizaba y estremecía.

Sentía que el parque era su salvación porque aunque solitario, pareciale muy iluminado y cordial, pero sobre todo, porque estaba fuera de los límites de esa fúnebre calzada que cruza por entre dos cementerios. Esto es cierto, en la última etapa de ese camino dos panteones se encuentran frente a frente. Un hecho que hacía aún más tétrica la atmósfera y más tensa la marcha de Jesús.

Estaba tan sola y silenciosa la calle Amatista de la Colonia López Portillo, que hacían eco los pasos de Jesús, retumbaban como tambores desenfrenados, al menos así le parecían a él, odió a su viejo Caribe por haberse averiado en momento tan inoportuno y odiaba el no poder evitar el ruido que hacía al caminar, pareciale escandaloso y delatador. En aquella negrura creía ver en las casas que algunas cortinas se corrían tímidamente incrédulas para ver quien era el osado en aventurarse en tan peligroso lugar a esa hora de la noche: Gente oculta como a sabiendas de que algo pasaba o podía pasar.

Al llegar a la altura del centro del muro del camposanto, un poco más allá de las puertas tubulares y de malla ciclónica, con el viento que le restregaba su faz entornando los ojos protegiéndolos del fino polvillo y hojas secas, con mirada borrosa, a Jesús le pareció ver una silueta humana parada sobre el muro del panteón. Incrédulo, tallándose los ojos para mejorar la claridad, efectivamente, vio a un hombre que se encontraba de pié sobre el muro un poco más allá de él, ocasionándole un poco de miedo por la repentina aparición y por la manera fija en que lo miraba;

- ¿A dónde vas amigo? –  preguntó el hombre afablemente queriéndose ganar la confianza de Jesús;

- A mi casa - le contestó Jesús después de hacer un pequeño alto y una pequeña pausa – Qué haces allá arriba, ¿no tienes frío?

Si un poco – ¿Donde vives? – Ahí adelantito – dijo Jesús reanudando su camino,  sacando del tibio bolsillo del pantalón su mano derecha y señalando hacia delante con un dedo –, en el Fraccionamiento Morelos Dos.

Bajando ágilmente de un brinco, le dijo aquél hombre emparejándosele - Oye, yo voy para allá, - ¿nos vamos juntos?

– Si, esta bien – Contestó Jesús sintiéndose más seguro y confiado porque ya no iría sólo.

Esta persona era en primera apariencia, madura pero joven aún, vestido con ropa obscura y desgastada, tenía un rostro largo, delgado y pálido con rasgos indígenas y que se tapaba con el antebrazo obligado por el viento y despedía un tufillo nauseabundo y penetrante. Un indigente o un deportado de los gringos, pensó Chuy.

¿Como te llamas?,  – Jesús – respondió, ¿y tú?

  • Satanael – contestó el extraño. 

¿Satanael?, qué nombre es ese, ¿eres extranjero? – Algo así – contestó el hombre con voz apagada, agachando la cabeza.

Al llegar cerca de donde vivía, Jesús le dijo – oye ya llegué, vivo en esa callecilla, en esa -, apuntando a la nomenclatura - en la de nombre Plutón -

 - Acompáñame un poco más adelante ¿si?, Yo también ya mero llego - solicitó el tipo casi rogando

Después de una pausa silenciosa convino titubeante aunque amigablemente Jesús ya más tranquilo porque amainó el viento y salió brillante la luna. - Bueno, te acompaño pero sólo un poco más allá –

 

3.- La Metamorfosis

Unas dos calles más adelante, en la parte más oscura y apartada, dijole el hombre a Jesús – espérame tantito, solamente voy a esa casa y salgo rápido  - Jesús asintió con la cabeza y se paró en la acera con el frío helado encima – esta bien, pero no te tardes por favor – alcanzó a murmurar Jesús.

Jesús vio con extrañeza, que parecía como que el hombre forcejeaba tratando de abrir la puerta de la casa y al no lograrlo, se pasó a la de al lado y abriéndola entró pero dejando tras de sí la puerta semi abierta. Después de un rato de espera, Jesús activando sus sentidos, ni veía ni oía nada, la casa seguía oscura y silenciosa, ni una luz se encendió ni ningún ruido salía de ella, nada sucedía en apariencia.

Quiso Jesús ir a avisarle al amigo ocasional que él ya debía retirarse, y al entrar discretamente por la puerta semi abierta, tratando de no hacer sonido alguno, se asomó y vio en la penumbra lunar, cuerpos de personas tirados en el patio de la casa, no se movían, parecían muertas con los ojos abiertos, mujeres, niños y ancianos, una familia entera, y aquél hombre extraño estaba hincado de espaldas a Jesús sobre una de esas personas tiradas en el suelo, pegada su boca al cuello como succionándole la sangre.

¿Que es esto, qué pasa? – masculló Jesús para sí. Pero se quedó estático dudando de lo que observaba, y aguzando la vista en la difusa opacidad de aquella espantosa escena, de repente, aquél siniestro ser, percibiendo la presencia de Jesús, volteó hacía él girando la cabeza sin mover el cuerpo, y Jesús vio entonces, a la luz de la luna lo que jamás olvidaría en toda su vida y lo que a la larga le sacaría el azúcar de la sangre:

Vio un rostro diabólicamente transfigurado con una mueca burlona que le estiraba los labios de oreja a oreja, sin soltar a su víctima aquél monstruo no cejaba de mirar a Jesús con ojos entrecerrados, encendidos, amenazantes y retadores, siendo lo mas espeluznante de aquélla visión sobrenatural, la mirada aterradora del ser y los colmillos largos como de serpiente que sobresalían por las comisuras de su boca ensangrentada, chorreante hasta la barbilla y el cuello.  

Erizándosele los pelos de aterrado, Jesús quedó estupefacto por un momento, pero sacando fuerzas de su pánico, salió corriendo como su humanidad se lo permitió, sintiendo escalofríos en la espalda, creyendo que aquella criatura lo alcanzaba.

 

4.- El Acoso

Arribó vertiginosamente a su casa, no sabe como pero llegó, temblando y con los ojos desorbitados, atropelló a la esposa casi derribándola al piso, quien ya lo esperaba afuera en la cerca, a empellones la impelió a entrar rápido a la casa; y de un portazo, cerraron de inmediato y con cerrojo la puerta tras de sí.

Ahí permanecieron los dos jadeantes y expectantes; Tere, con los codos hundidos en el asiento del sillón bajo la ventana que daba hacia la calle con la cara adherida a su respaldo, y Chuy, recargándose en la puerta empujándola fuertemente con el antebrazo y el hombro tomando firmemente la manija y presionándola con la mano izquierda,.

Con temor y temblor, Jesús gritó amortiguadamente a su esposa, - ¡No, no apagues la luz!, así déjala -, le dijo, muy agitado y con los ojos desorbitados refiriéndose al foco de la calle.

- Qué pasa Chuy, estás blanco ¿quien te viene persiguiendo?, me estas asustando, dijo Tere alterada.

- ¿No venía nadie atrás de mí? – No, no vi a nadie – dijo Tere su esposa con ansiosa preocupación – Nadie te perseguía – y al mismo tiempo ella se asomaba asustada por entre las cortinas de la ventana.

Luego, a poco a, de repente se escuchó una voz gutural, pastosa y seca que decía,

  • ¡Jesús, Jesús, sal fuera, necesito hablar contigo, abre la puerta! –

La manija de la puerta se empezó a mover venciendo fácilmente la mano de Jesús soltándola, primero suavemente y luego frenéticamente pero sin poder abrirla; gritando Satanael insistía con maldiciones y exclamaciones irritadas – ¡Jesús, &%$#2, abre la puerta quiero que veas algo! ¡ABRE! –

Se oían los enfurecidos chillidos del maldito cuando golpeaba y empujaba rabiosamente la puerta moviendo la manija de la puerta al mismo tiempo. En ese momento de frenesí llegó la alucinación a su más alto grado de éxtasis al apagarse y encenderse las luces de la casa de manera inexplicable.

Pero Tere, asomándose con sigilo, no veía a nadie ni a nada que se moviese afuera, mientras Jesús con el semblante angustiado y el corazón sobresaltado hasta el infarto, se aferraba en su lucha con la manija de la puerta con todas sus fuerzas y meneando la cabeza, le daba a entender a su esposa que no lo hiciera, que no se asomara.

 

5.- La Revelación

De repente, todo aquél estruendo se apaciguó, muy asustados aún los dos, callaron por un buen tiempo, hasta que Jesús se dejó caer pesadamente y rompiendo el silencio exclamó;

  • ¡Los niños!, ¿están bien?,  - están dormidos - le susurró Tere sin dejar de verlo con azoro,

Se veían entre sí, con ojos abiertos y el corazón acelerado, intentando estar lo más calmados que podían. Y vino lo que se veía venir, Chuy no aguantó más y se quebró en espíritu, era demasiada información para su intelecto, tronó su frágil estado anímico y empezó a llorar, era llanto asfixiado y sordo.

Tere nomás lo veía sin comprender que sucedía del todo. ¿De quien era esa voz tan desagradable?, se preguntaba, ¿que quería esa persona de su marido?

Después, una hora más tarde, cansados y exhaustos, sentados en el mismo lugar, ya rayando en el alba los primeros hilos de sol, Tere, aún expectante preguntó

  • Oye Jesús, ¿Qué fue eso? ¿que pasó? ¿quién quería abrir la puerta a la fuerza? ¿pues que hiciste? –

 Y prosiguiendo Tere, le explicó a Chuy mirándolo fijamente,

- Ayer, cuando no llegabas, salí de la casa a ver si te veía porque me preocupé por tu tardanza, ya era pasada la medianoche cuando te vi pasar por la calle contigua, creí que venías a la casa pero te seguiste de frente y parecía que hablabas con alguien y hacías ademanes y meneabas la cabeza - pero Chuy – le dijo Tere irguiéndose con cara de asombro, nadie te acompañaba, ibas tú sólo, te lo juro, ¡ibas tú sólo! -.

Al escuchar esto, Jesús sin decir nada, miró a su esposa abriendo aún más los ojos  y empezó a sudar frío y a sentir una nerviosa ansiedad que le erizó los pelos del cuerpo por segunda vez, apretujando y frotándose con fuerza las manos.

Con gran temor pensó Jesús, apretando las cejas, ¿qué hacía parado aquél ser infernal en el muro del panteón a media noche? ¿De donde venía? ¿Del cementerio?, …, y se le volvió a helar la espalda.

En uno de esos días, de aquél que le cambió la vida para siempre a Jesús y a Tere su esposa, leía en los diarios, que en el club Campestre de la ciudad de Gómez Palacio, habían aparecido todas las aves extrañamente muertas, algo les había sacado totalmente la sangre de sus cuerpos.

Se mencionaba que había sido el Chupacabras, muy de moda en esa época; pero de los humanos muertos, de aquella familia que él vio morir aquélla noche, nada, ninguna noticia había sobre ellos.

 

6.- La Conclusión

Desde entonces, Jesús ha seguido con gran interés, hasta hoy, todo lo relacionado con el ficticio Chupacabras, porque – explica -, a la par de esa historia que a nosotros nos parece extravagante y ridícula, opera detrás de ella un ser maligno, pero no solamente chupando animales, sino personas también, seres humanos.

 - Una oculta pero aterradora realidad nos acecha a los laguneros –, sentencia Jesús, y alega que lo que le pasó ese día, puede que esté pronto a volver a pasar o  ya esté pasando hoy en día (quien sabe); y aunque así fuera, nadie dice nada, ni oye nada, ni se publica nada a este respecto.

Es totalmente significativo que lo ocurrido, pasó en un lugar cercano a un cementerio, en el fraccionamiento Morelos Dos de Gómez Palacio, Durango.

 - No -  dice Chuy, - eso no es una coincidencia -  

Y jura y vuelve a jurar por lo más sagrado, que es cierto lo que vivió, pero cierto de veras, asienta tajante con entereza y voz quebrada, - El Leviatán existe, yo lo vi -

- Vi al Leviatán del que me contaba mi abuela cuando era niño –

- Pero nunca,  – sigue diciendo ya con lágrimas en los ojos

- nunca creí que fuera verdad un simple cuento que servía para asustar a niños que se portaban mal.

 

7.- La Recomendación

Y todo empezó, dice Chuy, de cuando apareció el Chupacabras en la Comarca, acuérdense – dice -  busquen en la hemeroteca de los diarios locales, aquél día en que fue gran noticia local, cuando todas las aves del Club Campestre de Gómez Palacio, Durango, murieron porque algo les extrajo la totalidad de su sangre.

- Investiguen y consideren – asienta a sazón de reto

 - Una cosa más, – aconseja finalmente  Jesús

  • cierren bien sus puertas y ¡CUIDENSE!, porque quizás, - asegura, - El Leviatán ronda por ahí, caminando sobre los muros de los cementerios de Gómez Palacio, esperando a los incautos que tengan la desgracia de toparse con él, a mitad de las noches oscuras con frías ventiscas, seguro anda merodeando cerca de Ustedes, muy cerca, más de lo que creen -.

 

8.- historial

 

Esta historia ha de ser verdad porque parecidas a ella se han escrito en narraciones  antiguas de la literatura mexicana, pero la última palabra la tiene Usted, que se tomó el atrevimiento de seguir esta narración hasta el final.

Por mi parte, yo si le creo a mi amigo Chuy y voy a tener cuidado de andar por las noches en esas calles que rodean a los panteones de Gómez Palacio, Durango, principalmente en los días de principios de noviembre, en la Calle Amatista de la Colonia López Portillo.

 

El autor es ingeniero y político de Gómez Palacio Durango.