El retrato de Socorro: Una historia de cáncer de mama

Dedicado a la memoria de Socorro B. 

Primera Parte

Socorro era una mujer muy bella, por dentro y por fuera. Y lo fue siempre, aún en los días más cruentos del cáncer que padeció.  

Era alta, esbelta, con una melena dorada y unos profundos ojos castaños, a quien los suyos describen como una mujer aguerrida, valiente e inteligente al mismo tiempo que amorosa, sencilla y poseedora de una gran fe.  

 Fue la hija menor de cinco, y la única niña. Estudió para ser secretaria trilingüe, se casó, fue madre de tres hijos y emprendió un negocio propio. 

 La vida transcurrió tranquila para ella por muchos años, vio crecer a sus pequeños y prosperar su negocio; parecía que nada podía ser mejor. Pero su vida cambió drásticamente después de la disolución de su matrimonio.  

Cuando se separó de su esposo, ella se quedó con el mayor de sus hijos y con una terrible herida que tal vez nunca sanó del todo. De cualquier manera, permaneció inamovible, y cercana a los tres chicos, logrando criar a un pedagogo y dos publicistas. 

Siempre formaron parte de su rutina la autoexploración y los chequeos médicos constantes, ya que, cómo le habían indicado al realizarse su primera mastografía, existía una fuerte posibilidad de que ella pudiera desarrollar algún tipo de cáncer, debido a que su padre falleció a causa de esta enfermedad en el páncreas y su madre también la padeció en el pecho, pero afortunadamente pudo recuperarse.  

Sin embargo, en una ocasión decidió omitir la visita que realizaba cada seis meses, debido a que no habían notado ninguna anormalidad en sus últimos estudios. Esta decisión cambiaría drásticamente su vida. 

 

NAVIDAD AMARGA  

Durante diciembre del año 2007, la madre de Socorro comenzó a tener problemas fuertes de salud, que se agravaron progresivamente. Mientras esto ocurría, la familia continuó cubriendo sus responsabilidades laborales, y en el caso de Socorro, después de pasar toda una tarde cortando bufandas para un evento, tuvo que acudir al doctor, ya que esto le provocó un fuerte dolor en brazo y seno durante muchos días.   

Poco después de realizarse los estudios pertinentes, el 13 de diciembre descubrieron que la molestia venía de un tumor cancerígeno en su seno izquierdo. Lo primero que le dijeron es que era necesario realizar una mastectomía lo antes posible debido a lo avanzado de su estado, por lo que llevó a cabo este proceso en una clínica privada unas semanas después.  

No había terminado la convalecencia de su intervención cuando su madre falleció, motivo por el cuál no pudo estar presente en los servicios funerales.  

 

 

DE DOCTORES Y HOSPITALES 

El año de Socorro comenzó con sus tratamientos de quimio y radioterapias, y estas tuvieron un efecto notable en ella ya que comenzó a perder el cabello. Sin embargo, tal vez, echando mano de toda su fuerza para sobrevivir, continuó su vida de la manera más normal posible, y fuera de la recuperación de su cirugía no se permitió convalecer. 

 “A un año de su diagnóstico ella estaba entera, después de su operación usaba una prótesis mamaria, se maquillaba, estaba activa, seguía teniendo el humor afable y ácido que siempre la caracterizó, continuó haciendo su vida normal”, compartió Arturo, su segundo hijo. 

Por su parte, Sergio su hijo menor, menciona que trataron a toda costa de evitar que su madre dependiera del servicio de salud pública, pero terminaron cediendo debido a que se vieron rebasados por los costos de los tratamientos, medicinas y cuidados requeridos. 

“En ese momento nosotros vivíamos bien; pero con la llegada del cáncer de mi mamá tuvimos que deshacernos de algunas pertenencias, pues no queríamos que mamá tuviera que pisar el seguro social debido a las historias horribles que se cuentan, finalmente llegó el momento en que ella nos pidió que dejáramos de vender las cosas, y comenzó a tratarse en el Hospital Siglo XXI”, relató. 

Por desgracia, sus temores ante la atención médica pública no fueron infundados.  

Ya habiendo pasado algún tiempo desde su primer diagnóstico se le hicieron nuevos estudios, que señalaron presencia de células en su otro seno, por lo que también debía removerse. La cirugía, igual que la anterior se llevó a cabo en servicios particulares, debido a la premura de la situación. 

Fue en algún momento, dos años después de ser diagnosticada, qué, encontrándose Socorro y Sergio en consulta con el oncólogo, este se atrevió a recomendarle el despedirse de su familia, porque le pronosticaba una esperanza de vida de dos meses. 

“Yo me quedé en shock, pero mamá, así como era, le respondió al doctor: ´ ¿Y quién es usted para decirme cuándo me voy a morir?, ¿Dios?... Las personas como usted no se detienen a pensar en el daño que le causan a los pacientes y sus familias. Vamos a hacer una apuesta, si yo en tres meses no estoy muerta, cada que lo vea voy a tener permiso de mentarle su madre´. Y en muchas ocasiones el doctor tuvo que ver a mi mamá pintándole el brazo, porque era una mujer de palabra”. 

“Esto sólo me deja la idea de que ningún conocimiento u experiencia te dan el derecho de ponerle fecha de caducidad a un ser humano, y es algo que deben de tener en cuenta estos expertos”, declaró. 

 

 

Sin dudas Socorro era una mujer muy valiente, pero necesitaría echar mano de toda su fuerza, y tal vez más, para lo que aún le esperaba.