El sexto piso

El sujeto del que voy a hablarles es todo un personaje. El día de hoy, 19 de mayo, cumple la friolera de 60 años y como el lema del whiskey Johnnie Walker, sigue tan campante.

Estudió primaria y secundaria en el glorioso Instituto Don Bosco, allá por los rumbos de Ixtapalapa, para luego emigrar a la bravísima Prepa 5 dependiente de la UNAM. Su vocación siempre fueron los animales y desde chavito, su casa estuvo poblada desde perros y gatos hasta pericos y conejos, pasando por aves de corral. Por ello decidió estudiar medicina veterinaria en nuestra máxima casa de estudios.

Una vez terminada la carrera, se fue a Estados Unidos con el propósito de aprender inglés y de regreso en México abrió un pequeño consultorio cerca del estadio Azteca, en una populosa colonia llamada Santa Úrsula Coapa, donde realizó sus pininos en el difícil arte de atender mascotas y lidiar con los dueños. Desde entonces hasta hoy, con piedad franciscana hacia los animales y la paciencia del santo Job con los propietarios, atiende su clínica en otro punto del sur de la ciudad. Hace poco me contaron la anécdota de que el amo de un perro le dijo al Doctor que él era su cliente y el médico le contestó: “Usted me paga, pero mi cliente es Terry”, por decir algún nombre de can.

Vivía con sus padres y cuando alguien le preguntaba que cuándo se independizaría, inmediatamente contestaba: “Yo de esta casa salgo de blanco”, y así lo cumplió cuando casi para cumplir 30 años desposó a Laura Georgina Arellano, con quién ha procreado tres sensacionales chavales.

De repente, le picó la mosca del arbitraje, que de por sí ya traía en la sangre y se metió a tomar el curso del que egresó con las mejores calificaciones, iniciando su peregrinar por las divisiones inferiores de nuestro balompié hasta llegar al ansiado debut en Primera División. Flagelado por graves lesiones de rodilla, hacía un esfuerzo más allá de lo humano para entrenar y correr durante los partidos, llegando a obtener el gafete de FIFA, máximo galardón al que puede aspirar un silbante.

Previo a un Pumas vs Veracruz en C.U., David Faitelson le propuso usar un micrófono siendo árbitro central. Aceptó y le costó sangre, sudor y ser juzgado por esa supuesta falta hasta en tres ocasiones. Admirable la forma en que se condujo y la dignidad con la que llevó la sanción y su reaparición en las canchas hasta la fecha de su despedida, pitando la final de campeonato entre Monarcas y Toluca

Poseedor de un gran sentido de la justicia, es el verdadero líder de su familia aunque no es el mayor y quizá lo que más le admiro es su implacable tesón y un sentido del humor que va más allá de lo sangriento.

El nombre de este personaje es Manlio Eduardo Brizio Carter y me enorgullece que sea mi hermano y el mejor amigo que la vida me ha dado. Me encanta saber que llega en pleno uso de sus facultades físicas y mentales a… el sexto piso.