El homenaje al niño migrante
Por Gerson Gómez
Esperábamos en la puerta de casa. Ir a la tiendita del barrio. Cada una de las máquinas tiene canciones de Shakira, Los Tigres del Norte y una melodía jamás escuchada: el homenaje al niño migrante.
Cerramos los ojos. Volvimos al desierto de Sonora. En el desierto del Sasabe. Por una semana de clima extremo, falta de agua y miles de pretextos. El pánico por los Minuteman. Rancheros con la única consigna republicana de abatir a quienes por desconocimiento crucen por los terrenos de su propiedad.
El condado de Maricopa. Del famoso sheriff xenofóbico vistiendo a los presos, entre ilegales e infractores, vestidos de rosa. Sus habitaciones en la enorme tienda de campaña. Extenuante el calor del día. A punto de congelación en la noche. Mientras los lobos aúllan entre las montañas y la única tribu binacional.
Los Todono O´Doham viven en las márgenes de los primeros kilómetros de la Arizona irracional. La otra mitad, sin la necesidad de cartilla de identidad, radican en el feudo de la familia Colosio Murrieta.
Magdalena de Kino sobrevive de las remesas de las familias sin unir.
Caminamos una milla entre los sahumaros. A los chamizos imaginamos seguidos del correcaminos y del coyote de las caricaturas de la Warner Bros.
Solo una milla en nuestra mejor condición física avanzamos. La ceguera jamás ensayada y la falta de brújula.
El final de la visita patrocinada por el consulado de los Estados Unidos en México, nos mostró la especie nativa monstruosa.
En la copa del árbol alzado en un pasaje sin regreso, colgaba la ropa de mujeres violentadas y ultrajadas.
Durante la sencilla vista a la morgue, miles de cuerpos calcinados. Incluidos algunos demasiado pequeños. De niños preguntamos. Afirmativo. Pasarán sin ser recordados por los médicos de realizar las causales del deceso.
Los coyotes, quienes los venden a los tratantes de blancas, deciden quienes sobrevirán las 70 millas entre la frontera y la primera urbe.
En la tiendita del barrio, alguien atinó al premio mayor. 120 pesos de ganancia. Sonreímos amargamente. Descendió la mirada. Ya anocheció para el mundo. Hasta para usted. Al lector del último enunciado.